Townes van Zandt, La eternidad en una canción
Álvaro Alonso: Townes van Zandt, La eternidad en una canción (Sílex)
“La dualidad de tu mente aparece reflejada en el contraste entre la luna y el sol, la oscuridad y la luz, y ves tu existencia como la de un vampiro acosado por el brillo desconsolado de la mañana”. Es una de las frases dirigidas al cantautor estadounidense folk y country Townes Van Zandt que se encuentran en este libro, editado a finales del 2021, y que da continuidad al capítulo que Fernando Navarro le dedicó en Acordes rotos (66 rpm, 2011) y al breve libro de José M. Gala Canciones tristes que no quieres escuchar. Vida y Música de Townes Van Zandt (Elena Design, 2018).
Este es un trabajo mucho más completo, minucioso y ambicioso, original además desde su planteamiento porque quien hace de narrador es el espectro de un general confederado, John Bell Hood, en donde no es difícil encontrar la voz del autor, Álvaro Alonso. Este osado e inteligente ardid le permite dar su punto de vista sobre distintos hechos de su vida, interrogarlo, ejercer un diálogo constante con el propio músico, contrastar en algunos casos razonamientos que podrían ser contradictorios y desmenuzar sus discos incluyendo la traducción de buena parte de las letras, llegando a dar su propia interpretación de canciones emblemáticas como “Pancho & Lefty”.
La razón de la elección del general encuentra su explicación en el propio libro en un breve diálogo, ya que comandó cerca de 40.000 personas en una de las más sangrientas batallas de la guerra civil norteamericana, el 30 de noviembre de 1864, junto al río Harpeth, en Franklin, justo donde Townes Van Zandt vivió en una cabaña durante un tiempo. Y la excusa se la dio al autor el propio Van Zandt, cuando citó al general en un concierto en directo al presentar una de sus canciones, “Flyin’ Shoes”, que quedó registrado para la posteridad.
La conversación entre el militar y el músico sucede en la última noche de vida de Van Zandt, al calor de la leña, horas antes de morir el día de Año Nuevo de 1997, cuando reevalúa lo que ha sido su existencia marcada por la imperiosa necesidad de componer y tocar en directo, sus relaciones, sus demonios internos y sus diversas adicciones, todo después de un temprano tratamiento de electrochoque que le hizo perder la memoria (“Se trata de un caso de esquizofrenia aguda y de una persona que solo puede adaptarse a la vida de una manera marginal”, fue la respuesta de la Armada cuando quiso alistarse).
“Lo que hay en mis canciones, todo lo que he podido escribir, no es más que el trabajo de esa reconstrucción. Se podría decir que es un filtrado de lo que mi madre puso en mi cabeza. Soy un hombre sin memoria o, lo que es lo mismo, sin historia. Soy un ente de ficción. Y tal vez esa peculiaridad haga de mis letras algo tan singular”, se recoge en las páginas de este libro, explicando así cómo se modeló su especial forma de componer, tanto como para que Bob Dylan lo denominase “El poeta filósofo”.
Todo está desplegado con minuciosa precisión, documentándolo como un diario pero traducido en forma de novela a través de la conversación citada, en la que el autor introduce títulos o frases de canciones y discos conocidos (Gabinete Caligari, Albert Plá, Antonio Vega…) encajados perfectamente en el relato. Aparece, cómo no, su amistad inquebrantable con Susanna Clark, la mujer de su amigo Guy Clark, la relación más duradera y franca de su vida, lo que da pie al capítulo más emocionante (“Susanna en Mount Juliet”), cuando ella participa también en la conversación. Si ya es mérito dedicarle un libro a un artista no precisamente mayoritario en España, más es hacerlo con esta profundidad y detalle.