THE SECRET SOCIETY 2009
The Secret Society, a su manera
Como bien dice Pepo Márquez en estas líneas, su música con The Secret Society es lo que quiere hacer y no le preocupan demasiado otras consideraciones. Sucede que es inquieto en un mundo demasiado estático (lee aquí lo de sus proyectos) y que graba en primeras tomas versiones menos perfectas pero más intensas (justo lo que debería hacer todo el mundo en lugar de dejarse llevar por el falso hechizo de un estudio). Ahora presenta nuevo disco: I Am Becoming What I Hate The Most (Me estoy convirtiendo en lo que más odio).
Segundo disco, más afilado y eléctrico que el primero. ¿Tenías la intención de que fuera distinto y acercarte más al hardcore que tanto te gusta?
– La verdad es que creo que no tenía más intención que la de grabar en directo y en analógico con mis amigos. Así de sencillo. Estas canciones eran más ‘enfadadas’ que ‘tristes’ y el disco dura 35 minutos en total, así que, sin querer, supongo que sí que se puede culpar a mi afición por el hardcore el hecho de que aparentemente quedase tan sólido. Sin embargo, también hay canciones suaves y tranquilas, pero supongo que todas tienen una tensión interna que parece que va a estallar todo en cualquier momento.
¿Hay alguien a quien sólo le gusta uno de los dos discos o a la gente no le cuesta aceptar las dos versiones de The Secret Society?
– Ni lo sé ni me molesto en saberlo. Sé que mi gente cercana aprecia los dos discos. Eso es lo único que me importa.
Hermoso título el del disco. ¿Qué fue lo que te llevó a él?
– Una canción de un grupo en el que toqué la batería durante unos días cuando vivía en Nueva York llamado The Miracle of 86. Kevin Devine, cantante de aquel grupo (y ahora con cierto éxito en solitario) siempre ha escrito letras chulísimas y en una decía eso. Y lo tomé prestado para mi disco.
Escuchar el disco no deja precisamente una sensación cómoda. Sin embargo, eso es algo que me gusta. ¿Son ese tipo de discos los que más te gusta escuchar y los que más te gusta hacer?
– A mí me gustan muchas clases de discos. Se me ocurre pensar en incómodos como los de Tom Waits o Shellac y plácidos como los de Karate o Elliott Smith, así que supongo que sin querer se mezclan todos en mi cabeza y luego las canciones que me salen tendrán trocitos de cada uno. Lo que sí es cierto es que en mi vida he escrito una canción pensando en que sonara incómoda, aunque sí que he querido escribir canciones plácidas, como si fueran dirigidas a calmar más que a encender los ánimos.
¿Fueron surgiendo más textos en castellano a medida que ibas grabando el disco o era un paso que ya habías pensado anteriormente?
– Las canciones todas tenían letras en inglés, lo que pasa es que empecé a recibir muchos estímulos externos para que intentara expresarme en mi idioma. Como esos estímulos venían de gente en la que yo confío, me lancé. Es un trabajo en progreso y mi intención es escribir sólo en castellano. De hecho, desde hace meses sólo escribo en castellano.
¿Hay alguien o algún disco con el que hayas visto claro que se puede cantar en tu idioma materno?
– Bueno, no es que me haya decidido a escribir en castellano por escuchar a otros grupos, pero está claro que Nueva Vulcano, Standstill o Sr. Chinarro son grupos que escriben canciones inteligentes en castellano y con las que me puedo identificar sin demasiado esfuerzo.
“To My Mothers” presenta un sonido distinto a tus otras canciones, como de vals. ¿Síntoma de otros sonidos que estás empezando a explorar a la hora de componer?
– Ninguna canción que hago contiene información de nada de lo que vaya a hacer. Ésa salió así como otras salieron diferentes. Es una canción de agradecimiento y quería que fuese bonita. La canción más bonita del disco. Las personas a las que va dedicada no merecen menos.
¿Qué te planteas a la hora de escribir un texto y de que huyes conscientemente?
– Huyo de la repetición y de escribir cosas que no me representen. Huyo también de meter la palabra “mierda” y de hacer rimas fáciles. Todavía no he metido la palabra “mierda” en una canción.
El disco fue grabado en cuatro días y en primeras tomas. Lo que no debería ser una excepción en el mundo de la música, lo parece. ¿No crees que se ha perdido esa inmediatez?
– No lo sé. Siempre he pensado que cada uno debería hacer lo que quiera con su música. Eso sí, yo tengo una percepción bastante ajustada de mi limitada capacidad como intérprete, así que no busco una toma perfecta, porque nunca va a llegar. Me ahorro mucho tiempo y mucho sufrimiento. Sólo busco una toma con la que me sienta bien cuando la escuche.
¿Con qué soñabas cuando eras pequeño? ¿Has cumplido esos sueños?
– Bueno, sólo quiero que los míos estén bien y disfrutarles lo más que pueda. Por ahora, más o menos, se va cumpliendo el sueño. Pero no tengo ninguna ambición con nada que tenga que ver con la música, más que sentirme bien con lo que hago.
“We Don’t Have Idols, Yet”. ¿Tienes algún héroe, musical o no? ¿Sigues creyendo en ellos?
– Tengo gente que me gusta mucho, mucho. Obviamente, sigo entusiasmándome por cada cosa que hace gente como Iron & Wine, Ani Difranco… lo malo de cumplir años es que los grupos que me volvían loco de pequeño se van separando o convirtiendo en entes insoportables.
¿Cuál es la situación en estos momentos de Grande-Marlaska?
– Seguimos en parada indefinida. Malela acaba de publicar un EP bajo el nombre de Le Mot y Roberto sigue tocando a veces en solitario canciones de Grande-Marlaska. Yo he montado otro grupo de emo a la vieja usanza llamado Buena Esperanza. Estamos todos muy ocupados.
¿Y tus otros proyectos (tengo referencias de Majestad, Winter Forever Coalition…)?
– Ahora mismo tengo muchas cosas entre manos: Buena Esperanza es mi nuevo grupo con Jero Martín, en la onda de grupos como Texas is the Reason, By the Grace of God y todo ese rollo americano de los 90. Grabaremos un 10” en vinilo en otoño; también grabaré las baterías del disco de Nine Stories, el proyecto de Nacho Ruiz, ex cantante de Seine y gran amigo. Eso será en junio. Ahora también formo parte de la banda de directo de Abraham Boba, que también es amigo. Majestad lo tengo parado hasta que el bueno de Frank Rudow (Manta Ray, Bedroom, etc.) pueda grabar conmigo. Y, por supuesto, grabaré a finales de año el tercer disco de The Secret Society. Ya tengo muchas canciones.
Pepo Márquez es un tipo inquieto, metido en mil historias, en mil cosas, tocando con mucha gente, intentando salir adelante. ¿Cómo llevas la realidad en la que vivimos?
– Una cosa quiero dejar clara: yo no estoy “intentando salir adelante”. Yo hago esto por placer y porque tengo posibilidad de hacerlo, me rodeo con gente a la que admiro y encima me dejan hacer el memo tocando por ahí. Lo de “intentando salir adelante” me pega más como expresión para una familia de tantas que lamentablemente hay en España que no llega a fin de mes. Yo hago mis canciones sin esperar nada.
¿Crees que esa realidad te empuja a traducirla en rabia y angustia en tus canciones y en ese sonido sólido y brutal?
– Creo que no. Plantearlo así sería como decir que soy víctima de mi propia realidad, cuando en el fondo yo elijo lo que hacer con la música. Es verdad que a veces me sorprenden algunas frases que se cuelan en mis canciones. Yo no sé cómo quiero sonar, pero tengo muy claro cómo no quiero sonar. Y a partir de ahí, probar las canciones es maravilloso. Siempre he pensado, además, que el ruido no está reñido con la intimidad de algunas canciones. Yo no equiparo el ruido al grito, igual que no equiparo la guitarra acústica al susurro.
Por último, ¿cuál ha sido la mejor anécdota de estos años en el mundo de la música?
– Hay muchas, claro, porque siempre he sido muy de tocar por ahí y de decir que sí a todo. Una anécdota que pudo ser un problema y que luego la maestría de Roberto consiguió dar la vuelta fue todo el barullo este de cambio de nombre de Garzón a Grande-Marlaska en el FIB de 2006. Y luego, cada vez que salgo de España a tocar, siempre acabo viviendo situaciones disparatadas: en Moscú, en un festival rarísimo, en Guinea Ecuatorial, en Insbrüuk (Austria) donde dormimos en casa de una tipa rarísima, en Francia, en Italia justo hace dos días que nos llevaron a comer a una granja increíble en medio de la región parmesana… La verdad es que me considero afortunado de poder vivir cosas así. No entendería mi vida sin esto.