THE LIMIÑANAS, LAURENT GARNIER
The Limiñanas, de road movie cruzando la frontera española
Hace cuatro años, Laurent Garnier invitó al grupo The Limiñanas a actuar en el Festival Yeah! en el sur de Francia. La primera colaboración entre ellos fue la remezcla en 2018 de “Dimanche”. Ahora editan su primer álbum en común, De película, con una historia detrás que nos presenta Lionel, integrante junto a Marie del grupo de Cabestany, en los Pirineos Orientales.
¿Hubo una conexión inmediata con Laurent Garnier, un terreno común donde veíais un lugar para colaborar?
– Cuando llegamos al Festival Yeah, en la Provenza, pensábamos que se trataba de un festival de música electrónica, ya que era Laurent quien se encargaba de la programación. Nos encontramos con un lugar acogedor, un aforo para 1.000 personas y un festival organizado por un grupo de amigos. Los grupos programados venían en general del rock independiente, de las músicas del mundo y del underground, pero no había nada de electrónica. Laurent pasó a mi lado y me sonó el móvil. En aquella época mi tono de llamada era el “Louie Louie” de The Kingsmen. Así fue cómo empezamos a hablar. “Louie Louie” es mi canción favorita desde que soy un crío, es la base de todo lo que nos gusta, un riff, la repetición y una producción rudimentaria. Al volver a casa, envié las pistas de “Dimanche” a Laurent para que trabajase en una remezcla, y el resultado nos encantó. Un año después volvimos al Festival Yeah para hacer de DJs. Por aquel entonces escuchábamos mucho Can y Neu ya que Pascal Comelade nos los había vuelto a descubrir. Durante la gira empezamos a alargar las canciones, íbamos cada vez más hacía algo que se le alejaba del formato habitual de canciones de tres minutos. Motivamos a Laurent a hacer algo así, a trabajar en un disco con largos tramos instrumentales. Así fue como empezó todo.
La primera vez que trabajasteis todo un disco con otros músicos fue en vuestro proyecto L’Épée de 2019 y el disco Diabolique, que grabasteis con Anton Newcombe y Emmanuelle Seigner. ¿Cómo resultó el proceso en aquella ocasión?
– Al principio iba a ser un disco en solitario de Emmanuelle. Hice las maquetas en nuestro estudio de Cabestany. Justo acabábamos de editar Shadow People y le propuse a Emmanuelle llevar las pistas de su disco a Berlín, para que Anton Newcombe produjese el disco. Fuimos a Berlín los tres y Anton empezó a añadir guitarras, un mellotrón, hizo nuevos arreglos… Andrea Wright hizo la mezcla del disco y, más tarde, Anton nos escribió para proponernos montar un grupo. Se llamaría l’Épée.
¿En De Película cómo queríais marcar diferencias respecto a aquel trabajo o qué no queríais repetir en un nuevo esfuerzo colaborativo?
– Limiñanas solo somos Marie y yo. Desde el principio trabajamos con invitados y siempre surgen al filo de los encuentros. En los dos primeros discos eran amigos de la escena local de garaje, una vecina, una voz que oíamos en un pasillo e invitábamos al estudio. Viajando empezamos a conocer a gente, Bertrand Belin en Melbourne, Emmanuelle en el sur de Francia, Anton Newcombe en París. En De Película queríamos ir hacia el trance, pero saliendo del estricto contexto de la escena psicodélica y garaje. Era mucho más excitante enfrentar dos maneras de hacer. La de Laurent en la electrónica y la nuestra. Laurent vino a pinchar bajo un falso nombre a una fiesta nuestra en Perpiñán, y allí le vi calentar la sala, volver a la gente completamente loca. Empezó su set con John Lee Hooker a las siete de la tarde y terminó con techno muy tarde de madrugada. Era una evidencia, la persona indicada para ir hacia donde queríamos. La música de Laurent está fundada sobre las mismas bases que la nuestra. Los tres acordes de “Louie Louie”. Un bucle, la repetición y el trance. Es exactamente la misma cosa.
Aunque hay algún elemento electrónico, da la impresión de que ha sido Garnier quien se ha aproximado más al mundo de The Limiñanas y no al revés. ¿Cuáles fueron las bases para esta colaboración, qué principios se fijaron?
– Por nuestro lado no fijamos ninguna regla. Laurent nos propuso únicamente que no utilizásemos el kick derecho. A partir de este sencillo dogma empezamos a trabajar. Pero no se trata de canciones de Limiñanas que hubiésemos enviado a Laurent para que él las mezclase, realmente es un disco que hemos escrito y compuesto los tres juntos. Ocurrió muy sencillamente, estábamos encerrados cada uno en su casa por la Covid y el toque de queda. Empezamos a enviarnos pistas por Wetransfer. Algunos ritmos, bases de batería, melodías, trozos de textos. Y el disco se construyó solo, muy rápido. No había problemas de egos, estábamos de acuerdo todo el tiempo, nos gustaba lo que recibíamos cada vez. Y nos hemos divertido muchísimo. Compartimos con Laurent algo más que el amor por la música, el placer de comer, el vino, las recetas de cocina, el sol, el cine. Y cierta forma de humor. La historia de los dos personajes se escribió a medida que íbamos grabando. Marie hacía voces, Laurent y yo también. Enviamos dos maquetas a Bertrand Belin que escribió dos textos suplementarios. Al final del verano el disco estaba hecho.
¿Os gustaría pensar en este disco como una obra que da continuidad a trabajos anteriores de Death in Vegas, David Holmes o Primal Scream? ¿O cuáles serían las referencias más aproximadas?
– Nunca nos atreveríamos a compararnos con ellos. Pero sí, con Marie hemos escuchado mucho a David Holmes y a Primal Scream. Imagino que eso ha influido. Este disco fue solamente pensado como un momento placentero y divertido. Y así fue. Los grupos de los que hablábamos con Laurent eran Suicide, Can, Neu, The Stooges, The Kingsmen, Serge Gainsbourg… Y sellos como Underground Resistance también. Charlábamos sobre lo que nos gustaba y no nos gustaba. De lo que nos gustaba hacer y lo que no. Sin marcarnos ninguna dirección.
El título y parte de las letras hacen referencia a una road movie imaginaria de dos jóvenes, Juliette y Saul, recorriendo la frontera sur con España, fulminados por el calor y el licor barato. ¿Quién tuvo la idea y de dónde partió?
– La idea de contar una historia viene de Marie y de mí. Hacemos esto desde el segundo disco, pensar los discos como relatos con un principio, un desarrollo y un final. Pero la historia de De película la escribimos los tres. La elección del lugar, la frontera entre España y Francia, se nos hizo muy natural. Cuando vives alrededor de Perpiñán, España y Cataluña están justo al lado. Puedes ir a comer algo y a tomar unas copas a Rosas, Figueras, Girona, en menos tiempo que tardas en decirlo. Forma parte de nuestra cultura. Y en muchos aspectos me siento cercano a este país, espero irme a vivir un día como lo hizo mi abuelo en los años 70. En el disco, Juliette es una prostituta y Saul sale del instituto. Huyen de sus familias, de los trúhanes, de la ciudad. Cuando cruzas la frontera española, hay toda una zona industrial llena de burdeles y de miseria. Justo antes de llegar a las ciudades de las que hablaba. Siempre nos hemos preguntado cómo estas chicas han llegado hasta ahí, cuál era su historia… Era el decorado perfecto para una relación amorosa que acaba torciéndose.
La historia me hace recordar Malas tierras (Badlands), Corazón salvaje (Wild at Heart), Al final de la escapada (À bout de souffle)… ¿Alguna de estas en especial puede ubicarnos bien? ¿Alguna otra o algún libro o disco?
– Mi favorita es Al final de la escapada. Es mi preferida de Godard desde siempre. Pero si tuviese que elegir una película por su decorado y atmósfera sería La route de Salina (1970), de Georges Lautner. La banda sonora es una pasada. Es de un grupo que se llama Clinic, y de Christophe, el cantante francés.
Curiosamente, el disco se edita después de otras dos bandas sonoras vuestras para películas sí rodadas, Le Bel Été y The World We Knew. ¿En aquellos dos discos os dejasteis influir por el argumento o por las imágenes?
– Tuvimos suerte de poder trabajar en dos películas, efectivamente. En realidad, tres porque también hicimos la música de Last Days of American Crime con David Menke. Para Le Bel Été, trabajé a partir del guion y de algunas fotos. Cada vez que enviaba maquetas a Pierre Creton, el director, me decía que le gustaba y que guardaba todo. Se hizo entonces todo muy rápido. Para The World We Knew, lo mismo. Tenía fotos, un primer montaje, una idea más precisa de la atmósfera. En estos dos proyectos no trabajamos a partir de las imágenes en absoluto. Nos inspiramos en lo que teníamos y grabábamos. Los directores cogieron la música para utilizarla allí donde ellos la necesitaban.
Me imagino que ya estaba la historia a la hora de grabar. Pero, ¿cómo se enfoca un trabajo como este al no haber imágenes previas?
– Pues no, la verdad es que no teníamos la historia. Solo una sinopsis de un cuarto de página. Teníamos a Juliette y a un personaje masculino. El mismo que salía en Shadow People, un chaval que salía del instituto. Y que ella sería su primer amor. Pero eso fue más o menos todo. Escribimos todo mientras grabábamos y, rápidamente, cuando llego la hora de mezclar, nos encontramos con una gran cantidad de material. Laurent hizo la mezcla con Scan X en la Provenza. Nos enviaba pruebas de mezclas y nosotros las validábamos. Pero el 99% del tiempo no había nada que cambiar. Una vez que ya teníamos los temas, pensamos en el montaje del disco. Y, como en una película, fue la elección del orden de las canciones, pensado eso sí para el vinilo, lo que conformó la historia definitiva.
¿Y se ha pensado en algún momento en traducirlo en imágenes o sería mejor que quedase así, para que cada oyente se construya su particular viaje?
– ¡Lo hemos pensado, pero no tenemos los medios! Y sí, creo que está bien que cada uno se haga su propia historia, con sus propias caras, sus luces y su decorado. Como en los discos de historias leídas para los chavales, los discos de cuentos de nuestra infancia.
Por último, me gusta el apartado de dedicatorias, en el que aparecen, entre otros, el Festival de Cannes, Giorgio Moroder, Pascal Comelade, Iggy Pop, Andrew Weatherall, Demis Roussos, Phil Spector, la paella valenciana, la longaniza picante, las migas… Queda clara en parte la influencia española. ¿Alguien o algo más que podía haber estado ahí?
– Lo del festival de Cannes era un poco en broma. Sí, habría que añadir a todos los que no hemos podido citar y que nos ayudan todos los días: los sellos, los tour-managers, las revistas, los agentes de prensa, los técnicos de sonido, el público de los conciertos…