THE DIVINE COMEDY LIVE

The Divine Comedy: Neil Hannon y su comedia ‘divina’

 

 

En el momento en que alguien le dijo a traición desde la primera fila que era Dios, Neil Hannon tuvo una respuesta inmediata: “No. Soy humano, soy mortal. Aunque tal vez puede que tenga alguna canción pegadiza”. Después aseguró que no sabe hacer otra cosa en esta vida, “ni instalar una nevera”, pero que con las canciones se defiende. Con las canciones y con sus directos, añadimos nosotros, como se pudo ver este pasado sábado en la Sala Capitol de Santiago de Compostela en una nueva mini-gira con tres fechas por nuestro Estado de las que ya se están haciendo habituales.

 

El Festival Faraday, en Vilanova i la Geltrú, fue el primero que trajo a España a The Divine Comedy en su actual formación, o sea, Neil Hannon en solitario. Es el resultado de una crisis que afecta, y mucho, a los formatos del directo, con consecuencias como esta: aunque sea la visión de un solo hombre, The Divine Comedy ha sido hasta ahora un grupo de pop orquestal, en el que los detalles, los arreglos y la instrumentación son una pieza indispensable de su repertorio.

 

Todo eso se pierde en estos conciertos en los que Hannon sólo cuenta con un piano y una guitarra. Nada más, aparentemente. Porque si había reparos de antemano a aquel concierto por no poder contar con la banda al completo, perdiéndose gran parte de la esencia de The Divine Comedy, se despejaron enseguida con aquel recital y los que vinieron después, al demostrar Hannon en este nuevo ropaje que es también es un showman, por lo que su directo no se resiente en absoluto.

 

Y ahí es donde lo de “Divina Comedia” le resulta más apropiado que nunca. Solo en el escenario, frente a su público, ofrece otro espectáculo distinto en el que hace de la desnudez virtud, apoyándose en las canciones y en sus dotes para entretener a la audiencia, consiguiendo que todos esbocen una sonrisa en todo momento. A veces son las canciones las que logran ese efecto, otras sus breves y acertadas frases entre cada tema o como cuando hay algún que otro error del que sabe salir reforzado, en la línea de lo que hace Rufus Wainwright en todos sus conciertos.

 

 

A diferencia de sus apariciones del pasado verano en festivales, en esta ocasión no aparece con bombín y maleta de viaje, sabiendo que en recintos pequeños la mayoría del público sí ha ido a verlo a él y ya conocen ese truco. Además, en lugar de acabar con “Tonight We Fly”, con la que seguro que gana nuevos adeptos cada vez que la toca, empieza con ella, dejándola caer ya al principio para sentirse libre de seguir un listado de canciones que coloca en el piano a modo de repertorio previsto pero que se salta si le apetece o, sin ir más lejos, para regalar otra canción si le parece que la anterior no ha estado todo lo bien que debiera.

 

Tras un segundo tema totalmente apropiado en tiempos económicos turbulentos, “The Complete Banker”, empiezan a caer varios clásicos como “Gin Soaked Boy”, “Perfect Lovesong”, “Becoming More Like Alfie”, “In Pursuit of Happiness”, “National Express”, “A Woman of the World”, invitando a silbar, “At the Indie Disco”, pidiendo acompañamiento con las palmas, o “Our Mutual Friend”, difícil de interpretar en sus palabras, con una parte improvisada y de la que tiene que salir apuradamente para enganchar de nuevo la parte final de la canción.

 

En hora y media hay también hueco para otras que llevan ese camino, como “When the Lights Go out All over Europe”, “Assume the Perpendicular”, “My Imaginary Friend”, “Bang Goes the Knighthood”, “I Like”, “Life on Earth” o un “The Lady of a Certain Age” aun más emotivo que en disco, a las que suma en esta ocasión una versión de “Everybody Knows” de Leonard Cohen, presentado por él como un disco de producción horrible pero grandísimas canciones. Como las suyas, claro, aunque la producción sea justo lo contrario. Sólo queda esperar que el temporal escampe y volverlo a disfrutar también con banda, en todo su esplendor. Perderá lo de comedia, pero seguirá siendo ‘divino’, aunque él lo desmienta.

 

(Santiago. 26 de marzo de 2011. Sala Capitol. Público: 500 espectadores. Promotor: Heineken)

  

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