TEO CARDALDA
Teo Cardalda: “El mundo necesita un apagón”
Teo Cardalda edita nuevo disco, El viaje que nunca acaba, el tercero acreditado bajo su nombre después de Uno (1997) y Claves líricas (2021), en el que musicalizaba nueve poemas de Ramón María del Valle-Inclán. En esta ocasión se ha decidido por recrear, a piano y voz únicamente, algunas de las canciones que ha compuesto durante su trayectoria, con cuatro temas de Golpes Bajos y otros tantos de Cómplices, más uno que hizo para Sole Giménez. Además de cinco canciones nuevas, incluye también dos en las que intervino en su día, una de Nacha Pop y otra de Ray Heredia, más versiones de composiciones de Antonio Vega, Los Secretos, Elton John y David Bowie.
Hace cuatro años, con motivo de las declaraciones para el libro Escenas olvidadas. La historia oral de Golpes Bajos (Efe Eme), Teo Cardalda ya dejaba intuir la idea que ahora ha concretado: “En los últimos tiempos suelo tocar a veces en solitario con un piano de cola, en conciertos que son muy gratificantes para mí y en los que hago versiones de David Bowie, de The Beatles, rarezas de Cómplices y otras canciones como “No amanece” que hice con Los Secretos, “Alegría de vivir” que grabé con Ray Heredia o “Una décima de segundo”, en su versión piano bar que hice con Antonio Vega. Es un repaso a la música que me ha gustado siempre y a lo que he hecho hasta ahora. Por supuesto, interpreto también canciones de Golpes Bajos y no resulta nada complicado, son canciones que se pueden desnudar: “Malos tiempos para la lírica” es un gustazo tocarla con un arreglo un poco jazz, al igual que “No mires a los ojos de la gente” o “Cena recalentada”, en la que el piano es fundamental”. Hablamos con él para que nos desentrañe el contenido de su disco más personal.
El viaje que nunca acaba suena a recapitulación, tanto en el título como en la mayoría de las canciones, versiones de canciones antiguas. ¿Es así? ¿Tocaba ahora?
– Tenía que acometerlo en algún momento. Es un resumen de buena parte de lo que he hecho durante prácticamente cuarenta años. La idea era hacerlo solo con un piano y la voz, y conseguir emocionar a través de un instrumento nada más. Pero no lo llamaría recapitulación, creo que es algo más sincero. Se trata de recordar las canciones más importantes que ha hecho durante mi vida musical y grabarlas solo con el piano.
Hace ahora cuatro años recogí unas declaraciones tuyas en las que se retrata exactamente el disco que acabas de editar.
– Ese tipo de actuación, con piano y voz, la hice en contadas ocasiones en algunos sitios especiales. Y llegó un momento en que tenía que editarlo. Coincide totalmente lo que te dije en aquel momento con lo que finalmente he editado. Está claro que la idea me venía rondando por la cabeza.
¿Cuándo germina entonces el proyecto? ¿Los impulsos son para seguirlos cuando surgen?
– Llevaba prácticamente dos años de vuelta en Galicia, en un paraje estupendo, cerca del mar, en el bosque, y fue el momento perfecto para acabar el disco de Valle-Inclán y, también, para recopilar todas las grabaciones que había hecho últimamente a, piano. Ha sido producto de tener tiempo durante la pandemia y por eso me decidí a publicarlo ahora. Ha sido un tiempo muy fructífero. Tengo otro disco preparado hecho con máquinas, de música dance. En su momento habrá que ver si lo publico o no. Hay por ahí otro proyecto con alguna plataforma para recordar la movida de Vigo y los años de Golpes Bajos. Sin duda, lo que más disfruto es estar en mi estudio con tiempo, pensando, trabajando y creando.
Al mismo tiempo, tanto el título como la inclusión de nuevas canciones deja implícito que sigues en el viaje musical que emprendiste hace más de 40 años. Pareces insinuar que nunca lo dejarás. ¿Qué tendría que suceder?
– El título es muy apropiado, sí, esto es un viaje que no acaba nunca. He visto a tanta gente subir, bajar, volver a subir… Lo mismo sucede con la situación económica de los artistas, que un día está boyante y al otro arruinado. Es el tipo de vida que quiero, el que he hecho siempre y el que voy a seguir siempre. Voy a morir con las botas puestas. La droga más maravillosa del mundo es enfrentarte a un folio en blanco, al piano y partir de cero, pensar que puedes arrasar con todo y pegarte la hostia más grande del mundo… Salir de casa es lo que me cuesta cada vez un poco más. El mundo está jodido. A nosotros, que viajábamos mucho a India, nos da miedo ahora viajar a países más lejanos. Ha sido una debacle y se está quedando un mundo muy feo. Pensaba que caminábamos hacia una situación mejor y, sin embargo, cada vez hay más gente desahuciada, pasando hambre, con muchísimos problemas. El mundo necesita un reseteo, un apagón, volver atrás, retomar los principios que había en otros tiempos, como la verdad, la dignidad, el apoyo al resto de la población. El mundo está lleno de gente serpenteando alrededor del poder, de la imagen. Tengo cinco hijos y dos están en mundo de la música. Veo el mundo que les queda, que les toca vivir, y ni Dios dice la verdad. Por eso elegí publicar el single de “No mires a los ojos de la gente”, una canción que tiene cuarenta años pero con una letra completamente real y totalmente vigente.
Se trata de un disco a piano y voz, aunque no exclusivamente, porque hay alguna percusión, alguna cuerda, algún órgano adicional. ¿La gracia de las reglas está en saltárselas cuando a uno le viene en gana?
– El disco es un trabajo de piano y voz. Además quiero hacer hincapié en que se grabó todo en directo y en una toma, que era lo que pretendía. Sí que es verdad que después, con Salva López, que me ayudó muchísimo en este álbum, decidí incluir algún pequeño arreglo de cuerdas… Es un trabajo para presentar yo solo con piano y nada más, y así será la gira.
Curiosamente, hay una ruptura casi radical al final con “Galicia tiene flow”, con programaciones y todo, uniendo lo tradicional con lo moderno.
– “Galicia tiene flow” es un homenaje a mi lugar de nacimiento y al sitio en el que estoy viviendo ahora. En ella empleo máquinas, que es algo que siempre he hecho. Aunque con Cómplices siempre haya ido en versión bastante acústica, sigo teniendo todo tipo de secuenciadores en el estudio, algo que siempre me ha gustado y me sigue interesando muchísimo. Me gustan muchos artistas que trabajan con el minimalismo maquinal, como Billie Eilish o Rosalía, cuidando la grabación de voces y la mezcla con el sonido. Sin ir más lejos, mi hijo pequeño es un gran programador de música electrónica. Esta canción sería perfectamente el puente hacia ese disco de dance del que te hablaba antes.
¿Qué tiene de mágico volver a lo esencial, a lo más minimalista?
– Esta es una nueva etapa que va a durar lo que dure este disco. Lo importante es el repertorio y los sentimientos que tuve cuando grabé cada canción. En el libreto del disco, cada canción lleva un breve comentario sobre cómo fue la composición y grabación. Esas emociones son lo que intento transmitir con este disco. No obstante, estoy obsesionado con las máquinas y el ritmo, así que lo que haga después seguramente irá por ahí.
Siempre has hecho canciones de esta forma. No obstante, ¿hasta qué punto ha influido en editar un disco así en que se haya convertido en más habitual últimamente dar conciertos en solitario o en formato dúo, cuando salir de gira con toda una banda sea algo a veces complicado?
– No, no ha tenido nada que ver. El planteamiento vino de sentarme ante un piano de cola y tocar alguna de esos temas, volver a las raíces de las canciones, a cómo eran originalmente, y volverlas a grabar.
¿Qué discos fueron los referentes a la hora de plantearte este trabajo?
– Hay un disco de Diana Krall llamado Wallflower (2015) que grabó haciendo versiones de canciones de otros, solo con piano y voz, que lleva mucho tiempo acompañándome. Siempre pensé que me encantaría hacer un álbum como ese, con voz y piano. Además cuenta con la producción increíble de David Foster.
Algunos artistas veteranos deciden, en un momento dado, volver a lo esencial. El modelo serían los discos de Johnny Cash con el productor Rick Rubin.
– Sí, son unos discos maravillosos y Rick Rubin me parece un productor genial. Podría ser una referencia también perfectamente. Suele pasar que llega un momento de tu vida en el que ya eres un poco mayor y en el que quieres hacer esto. Y ya estoy en esa situación.
Las grabaciones están hechas en distintos estudios y en diferentes momentos. ¿Estaban planificadas o lo hiciste cuando de repente sentías la necesidad de hacerlo?
– Siempre he estado viajando mucho y en cada sitio en el que me encuentro suelo preguntar si hay un estudio a mano con un piano acústico. Si estoy una semana en un lugar, suelo pasarme una mañana por algún estudio. Los hay maravillosos en cualquier sitio del mundo, ya sean espectaculares o sencillos, y en la mayoría suele haber un piano acústico. Llego, canto algo tocando con el piano y luego me llevo lo que he grabado.
El tratamiento le sienta especialmente bien a “Cena recalentada”.
– Se trata de un disco de dejarse llevar. Esa toma de “Cena recalentada” es la primera que hice y la única. La grabé y la deje así. Hay tomas en el disco que no son perfectas, pero prefiero la grabación así, las primeras tomas, el sentimiento que tiene antes que la perfección. En “Cena recalentada” he vuelto un poco a la línea del piano original, aunque luego hicimos versiones y variaciones sobre esa idea.
¿Decidiste las canciones en un momento dado o fue su grabación la que fue decidiendo las que irían en el disco?
– No tenía nada preconcebido. Simplemente he ido grabando canciones y al final incluí veinte en el disco. De hecho, podían haber sido más, pero tuve que dejar algunas fuera, como por ejemplo “In My Life” de the Beatles o “Don’t Give Up” de Peter Gabriel… Si este disco fuera un éxito, se podría hacer una segunda parte porque canciones sí que hay.
¿Qué artistas que te gusten no has sido capaz de adaptarlos nunca?
– Tampoco he intentado adoptar a tantos artistas. Siempre he tenido mis obsesiones, como Peter Gabriel, que me parece una de las personas que más hace por la paz musical y el conocimiento, que fue uno de los primeros artistas occidentales en reparar en la música africana, que creó el festival Womad… Ya lo seguía desde el primer disco y, de hecho, fui a verlo al antiguo Pabellón de Deportes de Badalona en un Seat Panda desde Vigo con cinco personas cruzando la Península [el 3 de octubre de 1980]. En aquel concierto pasó a mi lado con su mono y me rozó cuando salían desde la parte de atrás del recinto mientras sonaba la canción “Intruder”. Casi me desmayo. Me encanta Michael Jackson y sus discos con Quincy Jones son una clase magistral de lo que es la música negra llevada al pop, pero es cierto que a él no lo adapta casi nadie y no me atrevo a hacer versiones de canciones suyas.
Aparece también en el disco “Una décima de segundo”, que en su día grabaste con Antonio Vega. Según Antonio en el libro Antonio Vega. Mis cuatro estaciones, de Bosco Ussía, “yo había escrito el tema para banda y no existía versión alguna de piano. Había invitado a Teo a que metiera los teclados, y en un descanso se fue al estudio, se sentó al piano y empezó a tocar la canción para recordar los acordes y, buscando una sucesión adecuada, empezó a ralentizar la canción. Me sorprendió y me enganché a él en las primeras palabras. Ni siquiera fue una historia de “vamos a improvisar”, no, no, fue algo que se dio escrito en el aire, en el viento”.
– Sí, la grabación de la canción fue tal y como la cuenta. Curiosamente, ahora estoy leyendo el libro Vatio de Alfonso J. Ussía (Coba Fina), en el que habla de la última etapa de Antonio. Ussía era su escudero y cuenta sus visitas a las zonas conflictivas de Madrid para conseguir droga. Al leerlo recuerdo muchas de mis vivencias con Antonio, porque él era complicado en esa época.
Has hecho de productor para Nacha Pop, Poch, Ketama, Pop Decó, Martirio, Amancio Prada, Mocedades, Palacio de Invierno o Ray Heredia. De este último incluyes una de sus canciones, “Alegría de vivir”. ¿Es el trabajo como productor del que estás más satisfecho? ¿Cómo lo recuerdas?
– Fue un trabajo duro y hecho con sufrimiento, pero con el paso del tiempo me di cuenta de que me sirvió para abrir la mente y de que tuvo mucha magia. Tenía un talento natural enorme. Tengo que darle las gracias a ese disco porque cuando me encontraba con gente como Rubén Blades o Fito Páez, que no me hacían caso, y se enteraban de que había producido a Ray Heredia, enseguida se acercaban a mí. Pasaba también cuando iba al tablao flamenco de Madrid Cardamomo, en donde me recibían con mucho cariño. Nos entendimos muy bien, un gitano y un gallego grabando de noche, por eso en este disco no me quería olvidar de él.
Entre las versiones ajenas incluyes dos artistas extranjeros: David Bowie y Elton John. Hay, también, una canción nueva dedicada a The Beatles, “John, Paul, George y Ringo”. Y la portada es un homenaje al primer disco en solitario de George Harrison, All Things Must Pass, con cuatro figuras que representan a Antonio Vega, Germán Coppini, David Bowie y John Lennon.
– Soy beatlemaníaco de toda la vida y George Harrison siempre me ha parecido un sufridor, a pesar de ser un tío con mucho talento. Es como si jugases al ajedrez de la hostia y tu hermano fuese Karpov. La portada de Harrison siempre me gustó muchísimo y quería homenajearla, con la idea de poner a mi lado cuatro maniquíes o figuras representando a músicos que tuvieron importancia en mi vida. Tenía claro que tenían que estar Germán Coppini y Antonio Vega. En cuanto a los dos extranjeros, no lo tenía tan claro. Pero me ha marcado mucho la canción “Space Oddity” de David Bowie, aunque no sea un gran experto en obra. Peter Gabriel o Janis Joplin podrían haber sido las otras dos figuras, pero también quería que tuvieran una relación con las canciones del disco, así que finalmente son Bowie y Lennon.
De todas las canciones compuestas por ti, ¿cuál crees que es la que tiene más recorrido, la que te sobrevivirá?
– Está claro que de las canciones que he compuesto, “Malos tiempos para la lírica” sigue siendo un himno generacional y es, tal vez, el tema más importante históricamente de los que he hecho. Y “Es por ti” es una canción que ha llegado a mucha gente en muchos lugares distintos. Cuando decidí incluir canciones de Cómplices en este álbum, lo comenté con María [Monsonís, su mujer] antes, porque el grupo sigue vivo, para que no fuesen las obvias. Eso sí, como se trata un repaso por mi carrera musical, me permití el lujo de incluir “Dama del río” qué es mi canción favorita del grupo y de las que he escrito.
Pablo Novoa y Luis García, tus compañeros en Golpes Bajos, siempre me comentaron tu don con las melodías, como armonicista. ¿Crees que los demás lo valoran igual?
– No lo sé, la verdad. Tengo fama de ello. Creo que se trata de intuición. Es algo que no se puede comprar ni vender ni aprender. Se me da con facilidad, y hay canciones de Cómplices en los álbumes que solo conocen los más seguidores y que son un ejercicio completo de melodía armonía y todo. En ese sentido, tengo que estar agradecido no sé si a mi padre, a mi madre, a Vigo, al momento… Y agradezco mucho el comentario de Pablo y de Luis.
¿Te parece que se han valorado de la misma forma los distintos proyectos de tu carrera o que algunos han sido tomados con prejuicios?
– Con Cómplices siempre ha habido ciertos perjuicios. La cuestión con Cómplices es que tuvimos demasiado éxito y aquí, cuando sucede eso, no hay piedad. Incluso cuando edité mi disco de Valle-Inclán hubo ciertos comentarios de asombro mencionando cómo era posible que lo hiciera la misma persona de Cómplices.
Da la impresión de que el disco de Valle Inclán te ha congraciado con la crítica.
– Nunca he hecho los discos para eso. Tal y como dice este nuevo disco, el viaje nunca acaba, aquí todos somos arrieros y nos volveremos a encontrar en algún momento. El éxito para mí sigue siendo algo perjudicial para la creatividad y conflictivo, y más en este país. Creo más en las carreras largas con distintos proyectos, siempre con coherencia y como uno cree que debe hacer las cosas. Tengo cierta edad, lo he pasado como nadie, he sufrido como nadie, con éxitos, con fracasos, con dudas, y ya no estoy para tonterías. Estoy muy satisfecho con este disco y además tengo a Cómplices y el disco de Valle-Inclán. Ya me puedo morir tranquilo.