SONDRE LERCHE: Avatars of Love

SONDRE LERCHE: Avatars of Love (PLZ/InGrooves)

 

 

Hoy en día, la relevancia del rock and roll dista mucho de ser la que fue en otras épocas. Mucho menor es incluso la del pop, término desprestigiado por la papilla sonora que ha utilizado su nombre en vano tantas veces que ya no parece que sea posible hacer pop decente y que se vuelva a entender el concepto como en otras décadas. Y, sin embargo, en una población del Norte, un artesano rebelde resiste y mantiene su particular Galia frente a todas las inclemencias y a todos los invasores.

 

Él es Sondre Lerche, noruego de Bergen, quien lleva haciendo valiosos discos reivindicables -diez hasta ahora, desde su debut en 2001- que dignifican el pop, con acercamientos puntuales al jazz y al rock. Hasta ahora, cuando firma al fin su gran disco, el gran disco pop del año, el que lleva años persiguiendo para nuestro deleite, eclosionando finalmente en todo su esplendor.

 

 

Había ido dejando caer varios avisos de lo que se avecinaba. Primero fue “Dead of the Night”, una canción singular en su obra de más de diez minutos sostenida sobre dos acordes, donde no sobra nada, y que, desde la calma, va tejiendo sigilosamente una red que atrapa sin remisión. Después llegó “Cut”, tal vez su tema más Prefab Sprout de los últimos tiempos, y sabemos que Lerche es devoto de la causa Paddy McAloon, el otro obstinado defensor del pop reciente.

 

 

Con “Avatars of Love”, editado el día de San Valentín y de nuevo por encima de los 10 minutos, la confirmación fue definitiva. En esa canción río, que habla de la seducción, Lerche muestra que es, antes que autor e intérprete, un apasionado de la música, citando en esta carta de amor discos como Blue, Watertown o Folklore y canciones de algunos de los artistas que forman parte de su devocionario particular como Joni Mitchell, Kurt Weill, Lotte Lenya, Billie Holiday, Gavin Bryars, Chet Baker, Judee Sill, Drake, Duke Ellington, Peggy Lee, Antonio Carlos Jobim, Sparks, The Platters, Beverly Green-Copeland o cualquier versión de “In a Sentimental Mood”.

 

Ahora llega el álbum completo, coincidiendo con otro single pop con ecos de clásicos de otra época a ritmo sincopado, “Summer in Reverse”. Hay más: Leonard Cohen revivido en “Now She Sleeps Beside Me” -“Suzanne” está en su ADN-, ese dueto cautivador con su compatriota Aurora en “Alone in the Night”, gemas de otra dimensión como “Will We Ever Comprehend”, “The Other Side of Ecstasy”… Son 86 minutos ambiciosos con retazos de jazz, bossa nova, ambient o del tin pan alley, trabajados desde Bergen -tras regresar a su ciudad después de 13 años viviendo en Nueva York y dos en Los Ángeles- con mimo y recogimiento, todo compuesto en una guitarra con cuerdas de nylon y revestido en parte con arreglos de cuerdas espectaculares. Hay influencias reconocidas de artistas japoneses experimentales como Hiroshi Yoshimura, Haruomi Hosono o Susumu Yokata -sin perder nunca de vista la melodía-, el cine de Peter Bogdanovich, la película imposible de Brian de Palma Doble cuerpo, la novela de Marguerite Duras El amante y la música -de nuevo, otros mitos- de Virginia Astley, Gilberto Gil, David Sylvian, Ryuchi Sakamoto…

 

Es la obra del último mohicano del pop, en la cima de sus poderes creativos, consciente de que está ante lo mejor que puede dar de sí, siguiendo la tradición que parte de Burt Bacharach, continúa con Brian Wilson y llega hasta Paddy McAloon. Él mismo ha dicho que «se trata del disco más grande y complejo que he hecho, pero también el más fácil, natural y liberador. Como artista, es la clase de proyecto que uno siempre sueña hacer». Sabe que no podrá superar este álbum, pero que no deje de intentarlo.

 

 

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