ROSALÍA: Motomami

ROSALÍA: Motomami (Columbia-Sony)

 

 

Difícil resulta en un país tan habituado a opinar de todo comentar el tercer álbum de Rosalía. Más incluso si parece que no hay término medio y que solo se puede estar en uno de los extremos de la valoración, sin que muchas veces su obra musical sea lo que se valora. Al menos la mayoría accederá a que estamos ante la artista española más internacional de las últimas décadas.

 

Entrando ya en el contenido de Motomami, este es un disco heterogéneo, que toca muchos estilos, libre, creado como a borbotones. No hay un único estilo como en Los Ángeles (2017) ni un concepto que una las canciones, como en El mal querer (2018). Próximo a los sonidos más actuales -no debería haber miedo a citar el reguetón-, lo que Rosalía le infunde es una creatividad sin límite, controlando todo lo que se graba en el estudio y cómo lo vende después.

 

Aquí hay riesgo, sonidos nada convencionales dirigidos a un público masivo, rupturas abrasivas pero, también, delicadeza cuando toca y hasta recuperación de boleros completamente olvidados. Su proyección sigue siendo inmensa y su álbum es gozoso y, sobre todo, lleno de descubrimientos sonoros. Si acaso, acercándose a estos sonidos corre el riesgo de diluirse más su propuesta al haber muchos más haciéndola, y contar con hasta diez compositores para alguna de sus canciones podría hacerla perder el control de su obra, aunque hasta ahora al menos no es el caso.

 

 

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