RAFAEL BERRIO

Rafael Berrio, ingenio libre

 

 

 

 

 

Su discografía no sigue las pautas habituales. No se sabe nunca cuándo reaparecerá, con qué nombre, en qué condiciones… “Nunca he grabado dos veces para la misma compañía y no es porque yo no lo haya querido. No conozco esa estabilidad que obliga a seguir una rutina de grabación, directos, composición y vuelta a grabar nuevas canciones. Siempre he hecho los discos a la remanguillé, improvisando y sin saber quién los editará. Si finalmente se han llevado a cabo, ha sido gracias a la generosidad de amigos míos, entiéndase productores, ingenieros de estudio, músicos, etc., que no han cobrado nada por su trabajo y lo han hecho así a lo largo de los años”.

 

 

 

Es Rafel Berrio quien habla, en la brecha desde finales de los años 70, componente de UHF, Amor A Traición y Deriva, que ahora tiene en las tiendas 1971, uno de los discos más interesantes, exigentes y hermosos publicados en castellano en los últimos años. Conviene echarle el lazo para hacer más llevaderos los días que falten hasta que se edite su próximo álbum.

 

Tu nuevo disco aparece cinco años después del anterior y lleva tu nombre en lugar del de Deriva. ¿Por qué el cambio? ¿Hay alguna razón?

– Porque con el tiempo quedé inevitablemente al descubierto y ya no me servía de nada el seudónimo o la tapadera de un nombre de banda, fuera el que fuese. No me hizo mucha gracia poner mi nombre en la portada pero era, como digo, inevitable.

 

¿Ves los cinco discos de Amor A Traición, Deriva y Rafael Berrio como parte de una unidad? ¿Qué diferencias te gustaría que viera la gente entre ellos? ¿Simplemente las condiciones en que se gestaron y editaron?

– Una unidad no porque ni yo mismo me reconozco en ellos. Supongo que cada nuevo disco es una enmienda del anterior y todos ellos no son sino puros ejercicios de estilo en busca de la canción memorable, perfecta. Esa todavía no ha llegado y aún está lejos, muy lejos… demasiado.

 

No naciste en 1971. ¿Cuál es tu obsesión con ese año, el momento que coincide con tu infancia, como para titular tu disco?

– El título 1971 hace referencia a la canción titulada “Este álbum”. Me imagino que todas esas fotografías felices que describe la canción datan de aquellas fechas irremediablemente perdidas. Las personas que hayan nacido en torno a 1963 entenderán de qué hablo.

 

En este disco se ve más tu vena francesa, hay ecos portugueses, argentinos, zíngaros… ¿Se podría decir que la mayor diferencia de este disco es que se separa más del rock que los anteriores?

– Sí, porque he tenido una temporada de espaldas a lo anglosajón y marcada por la Canción Francesa, escuchando a Barbara, Jacques Brel, Charles Aznavour y también artistas españoles de los años 70 como Cecilia y todo lo relacionado con Juan Carlos Calderón, etc. Aunque en otros discos míos anteriores ya había grabado valses y cabaret, este último es sin duda el menos rock de mi discografía. La sensación se acentúa si pensamos que no hay batería en absoluto, ni percusión que la sustituya, excepto en una sola pieza que toca Dani Griffin.

 

¿Te apetece volver a las guitarras eléctricas para un próximo disco?

– Sí. Quiero grabar un disco, no sé si el próximo, con guitarras eléctricas, con dos Gibson Les Paul movidas por una pareja de Marshall cada una de ellas. Y me gustaría hacerlo sin overdubs, o sea, sin tomas superpuestas, sino tocando todos en directo en la cabina de un estudio. Pero quizá tenga que esperar porque tengo aún material compuesto procedente de la tanda de 1971.

 

El disco aparece con Warner. ¿Se hizo de forma independiente y luego apareció Warner? ¿Quién es tu valedor ahí sabiendo, supongo, que este tipo de música no va a romper las listas de éxito?

– El disco es una autoproducción licenciada por Warner en último término. Realmente ni Joserra Senperena ni yo sabíamos si se iba a editar siquiera. Varios sellos nos dieron la callada por respuesta, como es su costumbre. Finalmente llegó a manos de Alfonso Pérez, al cual agradezco la confianza que puso en el álbum en estos tiempos tan malos que corren para las compañías.

 

 

 

 

 

¿Dónde crees que está el fallo desde tu punto de vista, de que canciones como estas que realmente tienen algo que decir no lleguen a la gente?

– Bueno, no soy nada democrático en estos asuntos. No veo mal que exista un arte dirigido a una minoría exclusiva, a una élite cultural que tome la delantera con respecto al mainstream. A mí, por ejemplo, me molestaría bastante que a todo el mundo le gustase el “White Light-White Heat” de la Velvet Underground y que lo pusieran de sintonía de un anuncio.

 

Es, después del primer disco de Amor a Traición, hace casi 20 años, tu primer álbum con una distribución amplia. ¿Notas esa mayor difusión, crees que esta vez ha llegado más lejos que tus otros álbumes?

– Sí, claro. Sobre todo en Internet. Los videoclips tienen varios miles de visitas cuando antes apenas pasaban de centenares. Muchos blogs han hablado del álbum. Hemos tenido interviús, como ésta, en más medios, incluso hemos estado por primera vez en la televisión. Por lo demás tampoco hay que hacerse ninguna ilusión. Seguimos pobres como siempre, desamparados por la economía.

 

No consigo ver a nadie escribiendo en castellano, al menos en nuestro Estado, como tú, que hable de algo parecido. ¿Tú sí? ¿A quién destacarías? Y si no es así, ¿por qué crees que sucede esto?

– No hago nada diferente de lo que he hecho siempre. Intento esmerarme escribiendo y esmerarme buscando combinaciones de acordes en la guitarra. Las dos cosas me importan, no solo las letras. Quizá la singularidad consista en que yo escribo primero y pongo la música después. Eso te da más libertad a la hora de escribir. Puedes hacerlo en versos más largos, sin tener que estar sujeto a una melodía previa. La dificultad se aplaza. Viene después, a la hora de buscar pareja a las letras con unos acordes o con otros y cantarlas sin que se desvirtúe el tono, el ambiente que pide cada letra. Componer es una cosa horrible. No se lo aconsejo a nadie.

 

¿Está la música en tu caso a disposición de las letras, para que realmente se le preste atención, o crees que se le debería valorar igual, que tú al menos se la das?

– Esmerarse haciendo letras es contraproducente porque te encasilla y hace dirigir la atención hacia un solo lado de la obra. Es como las chicas guapas que deben demostrar que además son inteligentes. Una pena. A mí una buena letra no me es garantía de una buena canción. Hay muchos ejemplos de cantautores cantando a un gran poeta y, sinceramente, la canción puede ser un fastidio, un fracaso absoluto. Primero, porque la poesía de arte mayor no siempre vale para ser cantada y, segundo, porque en el caso de que se pudiera aplicar a una partitura hay que encontrar el ‘tono’ exacto de la melodía con respecto a ese texto. No sé si me explico. Letra y música importan lo mismo y, si lo piensas bien, importa quizá más la música.

 

¿Sería Diego Vasallo el autor más en sintonía con lo que tú haces? ¿Sigues sus discos?

– Admiro sin restricciones a Diego Vasallo. Nadie crea imágenes tan poderosas y a la vez tan desdibujadas como él lo hace en sus letras. Su manera de escribir lo convierte en un maestro de la reflexión meditativa y la metáfora. Muchas canciones suyas son profundamente trágicas al mismo tiempo que incluyen pinceladas de un humorismo autoparódico. Yo eso lo considero un guiño a la inteligencia y lo agradezco. A mí me parece que es un artista poseedor de una obra muy sólida y admirable.

 

Se intuye que el proceso de componer las letras es muy laborioso, muy meditado, evitando los lugares comunes, escogiendo el camino más difícil… ¿Cuánto trabajo hay, cuánto esfuerzo, cuánta sangre, sudor y lágrimas?

– Es muy laborioso pero no conviene que lo sepa nadie. El asunto de la musa es un mito que hay que mantener a toda costa. A mí, personalmente, me interesa que la gente imagine que las canciones me vienen por ciencia infusa, por inspiración divina, en ataques súbitos de lucidez mientras paseo por la calle. Eso crea un aura, un cierto prestigio en el artista, que no el mero trabajo y esfuerzo, que es algo mucho más corriente y moliente. Porque si se tratara de poner empeño cualquiera lo podría hacer… ¿Y entonces?

 

El proceso de escuchar tu disco lleva a lo que deberían conducir los discos: conmueve, hace pensar, preguntarse cosas… ¿Cuál es la reacción de la gente? ¿Les llega, lo entienden? ¿Qué te cuentan?

– Sí, mis amigos, que al fin y al cabo es a quien dirijo mis canciones, me dicen lo mucho que les ha gustado. Es muy halagador. Ellos no saben que yo las escribo para impresionarles, para hacerme un hueco en sus vidas. Y para impresionar a ciertas mujeres que me gustan.

 

¿Cuál es la proporción entre desencanto, cinismo, drama, existencialismo, solemnidad…? ¿Cuál predomina, con cuál te sientes más cómodo?

– Me gusta ser muy solemne para calar hondo. Y en ocasiones absolutamente superficial o absurdo a la manera de la tradición del rock. Ambos extremos me gustan. Dictar frases lapidarias pero también ladrar y maullar pisando la distorsión de la guitarra. Amo tanto el punk de Eddy Current Suppression Ring como las salmodias lentas de Leonard Cohen. Una buena canción debería ser la mixtura de ambas cosas en su justa medida.

 

El sábado pasado viendo a The Divine Comedy, Neil Hannon hizo una versión de Leonard Cohen, “Everybody Knows”. Dijo que el disco en el que estaba incluida, I’m Your Man, tiene una producción horrible pero canciones enormes. ¿Qué te parece la definición? ¿Y a Cohen, lo has visto en alguno de sus recientes conciertos por aquí?

– El que más me gusta de Cohen es New Skin for the Old Ceremony (Nueva piel para la vieja ceremonia). Es de primeros de los 70. Ahí está su mejor canción para mi gusto: “Who by fire”. Y también es la mejor producción que le han hecho. Yo le he visto varias veces en directo e incluso tuve la oportunidad de observarle muy de cerca en el interior de los camerinos del velódromo de San Sebastián, hace como 20 años. Recuerdo que bebía coñac francés Remy Martin y no parecía estar muy sobrio. Eso sí, muy cortés y caballero.

 

 

 

 

 

En el hermoso libreto aparecen algo así como los bocetos de las letras, inclusos con textos que no están musicados. ¿Es así realmente? ¿Cuál era la intención?

– Te agradezco que califiques como bello el libreto. Es un facsímil de mi propia agenda. Una libreta de contabilidad que compré en un rastro. Yo no quería incluir las letras de las canciones porque me gusta que sean más imaginadas que leídas. Fui presionado para incluirlas y decidí no poner la versión final sino los bocetos previos manuscritos acompañados de otros apuntes y estribillos al margen, tal y como están en mi libreta. Al final también se muestra una letra completa que ‘no existe’ en el disco y que anuncia el siguiente. Es un libreto que tiene muchas cosas menudas por descubrir.

 

¿Hasta qué punto lo que lees te lleva a estas canciones? ¿Qué autores piensas que son los que más pueden influir sobre este tipo de canciones a medio camino entre la estructura pop y de cantautor?

– No creo que influyan las lecturas, al menos conscientemente. Influyen en la adolescencia. Tanto en literatura como en música. Pero a cierta edad ya no eres permeable. El nervio que vibra se vuelve rígido, inflexible. Muy pocas cosas te deslumbran. Todo el bagaje viene de atrás. Es una tragedia. O algo muy melancólico al menos.

 

Siempre se suele hablar en entrevistas de este tipo de influencias musicales. ¿Te gustaría más citar a tus autores de cabecera, a los que vuelves una y otra vez?

– Leo de todo porque compro siempre en ropavejeros. Son libros llenos de manchas de óxido y que a veces contienen tarjetas o escritos de su anterior dueño, a quien han sobrevivido. Mis autores favoritos son Benito Pérez Galdós y Pío Baroja. Por muy diferentes que sean. Y por lo general todos los españoles del 98. Soy adicto, lo reconozco, a los autores franceses y portugueses del siglo XIX. A los argentinos Borges y Bioy Casares. A la picaresca del siglo de oro y a la novela de intriga policiaca antigua… En fin, hay tantos. No puedo sin embargo leer nada actual o que tenga menos de cincuenta años a esta parte. Esa es más o menos mi mesilla de noche.

 

Es justo reconocer la enorme labor de Joserra Senperena en los arreglos y la producción. ¿Cómo has vivido tú su colaboración? ¿Cuánto hay de orgánico en lo que escuchamos finalmente en el disco?

– Por la amistad que nos une me atreví a pedirle a Senperena que hiciera los arreglos que necesitaba para estas canciones. Él es un músico multiinstrumentista de un talento extraordinario, salido del conservatorio, capaz de dirigir una orquesta y armonizar sobre papel pautado pero comprendiendo perfectamente el lenguaje del rock. Joserra Senperena escribió y tocó todos los pianos, el acordeón, escribió los arreglos de orquesta y produjo el disco frente a la mesa de control. Muy pocos artistas podrían hacer eso en este país de la manera que Senperena lo hizo. Desafortunadamente, no pudimos grabar todo de manera orgánica porque yo me iba quedando sin dinero, pero tuvimos la suerte de contar con una parte de una joven orquesta a la que añadimos algunas tomas sampleadas para engrandecer el sonido. Tengo que decir bien claro que tanto Senperena como el resto de los músicos -hablo de Carlos Raya, Jacob Reguilón, Dani Griffin, Virginia Pina, Philippa Skillmann, etc.- vinieron a las sesiones solo por la merienda a la que les invitábamos, desinteresadamente, porque realmente yo no tenía presupuesto para pagarles.

 

Tienes también un fraseo distinto, no sé si más afrancesado, con el que cada sílaba requiere atención. Puede que nos parezca así porque estamos más acostumbrados a lo anglosajón. Supongo que a ti te resulta natural esa dicción. ¿Es inconsciente o hay alguien que crees que te pueda haber inspirado?

– No sé a qué puede deberse. El otro día leí en youtube un comentario acerca de un acento extraño en mi modo de cantar. Yo no sé a qué se refieren. En cuanto al fraseo, sí, intento comprimir todo lo que puedo cada línea escrita. Es un asunto que me interesa mucho. Pruebo de muchas maneras el orden de las palabras hasta conseguir incorporar las máximas en una sola frase. Pero no le llego ni a la suela de los zapatos a Alejandro Sanz, por ejemplo.

 

Me imagino que la necesidad de crear es lo que te mantiene activo desde 1979 cuando empezaste, nada que ver con la fama y el éxito popular. ¿Son distintas las motivaciones que has sentido durante todos estos años o lo que ha cambiado es la forma de expresarte?

– Mi padre era un cantante de tangos y boleros y me enseñó a tocar la guitarra. En el 79 formamos los amigos del colegio nuestra primera banda con unas canciones primerizas donde importaba más la actitud que la técnica. Era la Nueva Ola. A mediados de los 80 nos arrasó el Rock Radikal Vasco. Literalmente, se nos llevó por delante. Madrid hubiera sido entonces una opción para nosotros pero desgraciadamente no nos decidimos. Durante los 90 ninguna compañía del País Vasco estaba dispuesta a editar material en castellano que no hiciera causa común con el ambiente Radikal. Permanecimos en la sombra durante años dejando una obra necesariamente irregular y precaria. Luego el tiempo se echa encima y ya es, quizá, demasiado tarde. Cambian las generaciones y la vida te lleva por caminos raros. Esa es la secuencia de los hechos. En cuanto a las motivaciones, ni yo mismo las conozco, ni mucho menos las comprendo.

 

Me imagino que no puedes vivir de esto, ¿no? En otros países, a un autor así el Estado le daría facilidades para trabajar. ¿Cuál crees que debe ser el papel del artista en estos tiempos?

– No vivo de la música y no estoy seguro de querer vivir de la música. Convertirse en un profesional debe ser muy fastidioso. Yo puedo estar sin tocar la guitarra durante años y no me pasa nada. Soy un amateur eterno. Eso sí, me gustaría ser compositor a sueldo para el repertorio de otros artistas. Un compositor en la sombra, sin rostro público. En cuanto al papel de los artistas, ya sabemos que según la opinión pública mayoritaria, los artistas deben dejar de hacer cuento y ponerse a trabajar de verdad en algo productivo y a ser posible que fatigue el cuerpo. Eso es al menos lo que se lee en los foros.

 

¿Qué queda hoy del chaval que empezó en UHF?

– No recuerdo nada de aquella época. Yo calculo que debíamos tomar mucha mescalina porque no me han dejado ningún recuerdo aquellos días.

 

Por último, y dado que fuiste buen amigo de Poch, ¿cuál ha sido la mejor anécdota de este tiempo en el mundo de la música?

– Contar una sola anécdota de Poch sería muy difícil dado que su sola presencia ya suponía un asunto descacharrante. Por este barrio de Gros donde vivo se le echa de menos. Estoy seguro que también por Malasaña. Dios salve al lehendakari…

 

 

 

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