PHOENIX
Phoenix (Golem)
No es caprichosa la elección del título. Si nos atenemos a lo visto en la gran pantalla, Phoenix no es más que un club americano en el Berlín inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial. No se limita a eso: hace también referencia al ave fénix que resurge de sus cenizas, simbolizado en una mujer que ha sufrido los horrores de la guerra por su condición de judía.
Al igual que otras dos películas alemanas recientes (La vida de los otros y Bárbara), Phoenix aborda las consecuencias de aquel conflicto bélico desde una perspectiva casi inédita; en este caso, el de una mujer que, con la cara reconstruida después de ser desfigurada en un campo de concentración, intenta recuperar la vida que tenía antes de ser marcada por los nazis. Su amor incondicional por el que fuera su marido condiciona una historia (a partir de la novela Regreso de las cenizas de Hubert Monteilhet) turbadora sobre la culpa, el perdón y la dignidad humana, tratada con una sobria e intimista puesta en escena.
Como en Vértigo de Hitchcock (tras un inicio que evoca Los ojos sin rostro y La senda tenebrosa), hay mucho en esta, la séptima película del director Christian Petzold y la cuarta suya que protagoniza Nina Hoss, de la reconversión de una persona en otra, del juego de identidades, espejos y máscaras entre lo que se pretende simular y lo que realmente se es. Y, sobre todo, hay una emotiva película que se cierra con una secuencia de cinco minutos que es puro cine en esencia, del que deja huella y no se olvida.