PARDO

Pardo, el fuego que quema

 

 

Puede que a muchos se les haya pasado por alto, pero (Néstor) Pardo lleva ya unos cuantos años grabando discos, primero con The Loveless Cousins, luego con Allnight Workers y ahora en solitario. Este mismo mes ha editado su nuevo disco Santa Cruz, en el que sigue mostrando su querencia por las raíces de la música norteamericana y latina, con paradas en el rock & roll, el country, el blues, el tango, el pop de los sesenta, el folk e incorporando incluso aires castizos. Su nuevo álbum ha sido grabado en estricto formato analógico en los estudios Desert City de Almería, con Mario Cobo como productor. Hablamos con él para destripar este trabajo y recordar su pasado.

 

“Mi etapa con The Loveless Cousins la veo hoy con nostalgia y cariño. Fue mi primera banda y disfruté mucho con ellos, carretera, fiestas, y muchas risas. Sería genial juntarnos algún día”, nos asegura Pardo cuando le preguntamos por sus anteriores aventuras a su etapa en solitario. “En cuando a Allnight Workers, fue una época muy feliz, éramos muy jóvenes y fue toda una experiencia poder viajar tanto por Europa con 25 años. No éramos del todo conscientes de la suerte que teníamos y quizá no supimos gestionarla. Pero fue un honor para mí trabajar con todo ese equipo y poder vivir algo así. Me siento orgulloso del camino que todos los de la banda han tomado y el éxito que han tenido. Seguimos siendo una familia, aunque ahora solo nos reunimos por Navidad”.

 

Desde la disolución de su segunda banda en 2013, Pardo ha editado cuatro discos: Waitin’ to the Other Side (2014), Let It Stay (2015), Siento no haber sido lo esperado (2016) y Libélula (2017). “Tomar las riendas de mi proyecto fue una necesidad más que una decisión. Necesitaba escribir en castellano y conectar de otra manera con la gente. Es cierto que es más complicado mover esto que los proyectos anteriores, pero a veces viene gente y me cuenta que una de las canciones es importante para ellos o ha formado parte de su vida de alguna manera, y eso me llena mucho más que otras cosas. Digamos que antes hacia música para divertirme y poder ir de viaje y ahora hago música para dejar algo de corazón aquí y poder transcender de alguna manera. Como dice el refrán, “Una canción no es canción hasta que no pertenece al pueblo”.

 

Aun teniendo ese bagaje a sus espaldas, su música no ha recibido toda la atención que merecía, algo que muchas veces se escapa al control de los propios artistas, como es su caso. “Yo soy un músico muy underground y, a pesar de que tanto yo como la gente que trabaja conmigo hemos intentado llegar lo más lejos posible, al final sin una buena agencia de publicidad o un buen booking es difícil llegar muy lejos. Antes las compañías arriesgaban más por cosas desconocidas; hoy en día parece que hay cierto miedo a apostar por algo si no está garantizado el éxito al 100%. A veces me da un poco de pena pensar en la cantidad de cosas que nos estamos perdiendo por culpa de que la gente no tenga un mínimo de 30.000 seguidores en Instagram. Menos mal que nos queda gente como vosotros que apoyáis la cultura con cariño y respeto”.

 

No sabemos si la situación cambiará con su quinto disco, recién editado y titulado Santa Cruz, que ha contado con dos singles de adelanto (“Mi fuego no quema” y “Desde que existimos tú y yo”), pero al menos él no dejará de intentar darlo a conocer. “En esta ocasión, mi objetivo era recuperar un poco mis raíces con el rock & roll, el blues y el country, pero sin perder la esencia en las letras y las armonías que caracterizan este proyecto y, gracias a la empresa con Mario Cobo, Pike Cavalero y los demás, creo que hemos conseguido lo que buscábamos”.

 

En este quinto disco llaman la atención dos elementos. Para empezar, la voz, que parece contar con más registros. “La verdad que llegué afónico a la grabación y grabé todas las voces completamente afónico. Eso me obligó a buscar otros registros y tirar más de alma que de faringe, je, je”. Por otra parte, este parece su álbum más variado, en el que toca más estilos, aunque sin dejar de mantener una unidad. “Sí, a veces se me va un poco la olla con los estilos, ja, ja. En el disco hay de todo, desde rockin’ blues hasta tango, pero siempre buscando un nexo común en las canciones, una base de música americana”.

 

Una parte del trabajo se hizo con Mario Cobo, y no solo lo referido a la producción. “Mario llevó a cabo un gran trabajo de producción para casar todo y que tuviese un sentido y un hilo conductor. Este disco es tanto de Mario como mío. Yo le pasé las canciones grabadas solo con la guitarra, y todos los arreglos y cambios en armonías fueron idea de Mario. Incluso hay dos canciones en el disco que fueron coescritas con él. Sin duda, el disco no tendría nada que ver si Mario no hubiese formado parte”.

 

 

En todos los discos que ha editado hasta ahora queda claro su querencia por la música popular de raíz anglosajona, aunque con cierto toque latino, de décadas atrás. Sus antecedentes lo han condicionado. “Mis raíces familiares son una mezcla de culturas: mi padre es cubano y mi madre gallega de familia de marineros que recorrían el mundo en grandes buques mercantes. Recibí mucha música latina de parte de mi abuela Dídica; gente como Beny Moré o el Trío Matamoros sonaba siempre en casa. Sin embargo, mi madre siempre fue muy fan de James Taylor o Roberta Flack, y supongo que todo eso mezclado con que descubrí a Big Bill Broonzy con 18 años y mi primer sueldo, invirtiéndolo por completo en una tienda de discos llamada Gong, hizo que siempre quisiese investigar por los dos lados en sonidos añejos. “Trouble in Mind” [clásico del blues interpretado por muchos artistas, entre ellos Big Bill Broonzy] me cambió la vida. La Sonora Matancera también”.

 

Con unas referencias de décadas atrás, siempre es interesante saber qué puede hacer un músico de hoy para que ese sonido suene fresco y actual. “La música occidental no ha cambiado demasiado armónicamente hablando, simplemente han cambiado las producciones, pero Bruno Mars no deja de ser Stevie Wonder, por ejemplo. Creo que el mensaje y la letra debe ser actual, conectar con la gente de hoy en día. Pero no puedo evitar utilizar mis influencias. Al fin y al cabo, es donde me siento cómodo y natural”.

 

Pardo fue uno de los artistas que pasó en su día por la Escuela Creativa de Madrid, algo que, indudablemente, tuvo que contribuir a su formación. “Me sirvió para saber qué demonios estaba haciendo con mi instrumento, y a no dejar que me dominase él a mí a través de mis carencias. Prepararse y estudiar es muy importante, sobre todo para que un instrumento se convierta en lo que su nombre significa, en este caso, algo que sirve para que puedas expresarte en libertad”.

 

Puede ser que a Pardo se le conozca más por su participación en el programa La Voz, sin duda el momento de su mayor exposición pública. Algo así puede significar un empujón decisivo para un artista como él o, también, un lastre. “La verdad es que yo nunca quise ir a La Voz, pero digamos que el programa me contactó y me acabó convenciendo por insistencia. Yo no me presenté a ningún casting, fueron ellos quienes me llamaron a mí, y acabé pensando que no estaba tan mal un anuncio en televisión en hora punta sin pagar un duro, ja, ja. Creo que no ha sido positivo para mí en cuanto a lo que alguna gente piensa; hay demasiados prejuicios acerca de lo que un músico puede hacer y lo que no. Pero la gente tiene que entender que nosotros intentamos abrir todas las puertas posibles para poder vivir decentemente de nuestro trabajo, al igual que cualquier ser humano. Sin embargo, como experiencia personal fue muy gratificante, y pude conocer a gente de otros estilos con muchísimo talento, cosa que sin duda me enriqueció”.

 

En su caso, al no haber estado nunca en el engranaje de la industria musical de este país, esa experiencia le sirvió al menos para conocerla más de cerca. “La industria es un grano en el culo para muchos artistas. La mayoría no busca gente creativa, busca gente manejable con la que poder crear un producto y ganar mucho dinero con esa persona como instrumento. Gracias a Dios siempre existirán mecenas y gente altruista trabajando en la sombra para dejar constancia de todo lo que puedan”.

 

Como la mayoría de músicos de este país, a Pardo le resulta complicado vivir hoy en día de la música. Por ello lo compagina con otras labores, de forma que no tiene que hacer concesiones o movimientos extraños en su carrera. “Tanto yo, como los músicos que conozco, no vivimos de la música, sobrevivimos con ella, ja, ja. Yo en verano puedo vivir de la música llenando la nevera de marca blanca pero, aparte de eso, me dedico a un par de cosas más. Trabajo en una marca de ropa de piel como repujador llamada Manolo Cremallera, la cual os invito a conocer. También trabajo como fotógrafo para actores y músicos en mis ratos libres. Billy Lee Riley me dijo hace muchos años: ‘Muchacho, nunca vivas solo de esto, o acabará con tu vida’ y se me quedó grabado. Él había trabajado como decorador de interiores desde los 50”.

 

Para finalizar, le pedimos a Pardo que haga memoria y recuerde algún momento especial o anécdota de estos doce años en el mundo de la música, desde que en 2007 editase su primer álbum con The Loveless Cousins. “Buf, anécdotas hay de muchos tipos. Pero si debo decantarme por una musical, diría que recuerdo con mucha emoción acompañar a Lala Brooks (The Crystals) cantando “A Change Is Gonna Come” mientras ella recordaba las giras con Sam Cooke y la tristeza que sintió cuando falleció asesinado”.

 

 

 

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