OKKERVIL RIVER
Okkervil River, por el río de los sueños dorados
Son uno de los secretos mejor guardados del rock independiente hecho en los EE.UU, aunque puede que no por mucho tiempo. Tres discos cimentaron esa consideración y una legión fiel de seguidores: Don’t Fall In Love With Everyone You See -2002-, Down The River Of Golden Dreams –2003- y, sobre todo, Black Sheep Boy -2005-. Al ambiente oscuro y pesimista de aquel le sigue un cuarto disco con algo más de luz, The Stage Names, que su líder, Will Sheff, nos presenta.
Lo primero que se desprende de The Stage Names es que se trata de un disco con más ritmo. ¿Era la idea?
– Pues es cierto que queríamos un disco más rítmico desde el punto de vista musical, más ágil. Por lo que se refiere al sonido, queríamos que el disco fuera más generoso, como un regalo.
Sin embargo, las letras no son tan optimistas. ¿Estáis de acuerdo?
– Supongo que intento hacer ambas cosas. Siempre estoy tratando de reconocer que seguramente hay algo roto, que no funciona, aunque eso no sea necesariamente malo; simplemente es así y ya está. Es triste, a veces es feo, a veces es hermoso. No es bueno o malo, simplemente es.
¿Hay alguna conexión entre las canciones, alguna idea que tuvierais previa a grabar el disco?
– Creo que hay una idea similar de canciones que existen en referencia a otras canciones. La gente lo llama ‘postmodernismo’. Una chica me dijo recientemente que éramos el mejor ejemplo del postmodernismo en la música. Pero yo lo veo como algo que proviene del folk. La gente ha ido tomando cosas unos de los otros; es todo parte del diálogo cultural. Es especialmente divertido hacerlo ahora mismo, ya que en nuestro tiempo hay un sentido enorme de la propiedad de las ideas.
¿Os habéis encontrado con gente desilusionada porque este disco no es como Black Sheep Boy?
– Por supuesto. Obviamente, no puedes darle a todo el mundo lo que quiere. Es decepcionante darte cuenta de que alguna gente preferiría que nos repitiésemos una y otra vez hasta la caricatura. Uno de los objetivos de este disco era hacerlo muy diferente a Black Sheep Boy, así que otro sería contrariar o molestar a alguna gente. No de una forma maliciosa. Pero creo que es importante que periódicamente le des la espalda a algo que ya has hecho. Por cada persona que deseaba que The Stage Names fuera Black Sheep Boy Parte VI, siempre hay alguien que cree que este nuevo disco es un gran paso adelante. A respeto, siempre habrá alguien que piense que nuestro mejor disco fue Stars Too Small To Use, nuestro segundo EP de 1999.
¿Algún disco o artista que estuvieseis escuchando cuando estabais componiendo este disco?
– Desde el punto de vista del sonido escuchamos un montón de música popular que nos parecía disfrutable y que a nosotros nos parecía clásica: las producciones de Phil Spector, los grupos de chicas, el rock de garage de grupos como The Sonics y The Seeds, los grupos de la invasión británica como The Kinks o The Faces, singles de pop-soul de los 60, algo de glam rock como David Bowie y T. Rex… ¡Y Steve Harley!
Parece que por fin habéis conseguido una formación estable ya durante un tiempo. ¿Cómo le ha afectado al disco?
– Creo que lo tiene que ver todo con el disco y con cómo suena. Estás escuchando a seis personas que han pasado los últimos dos años tocando juntos, todos en una habitación, escuchándose unos a otros, sintiéndolo.
“John Allyn Smith Sails” se convierte al final en “Sloop John B”. No sabía que se tratara de una canción tradicional caribeña. ¿Salió de forma natural a la hora de escribirla?
– Sí, apareció por ahí de forma natural. No era mi intención reinterpretar “Sloop John B.”, sino que simplemente fue una idea que funcionó dentro de la canción. Me gustan mucho los Beach Boys y su versión de esta canción, pero para mí “John Allyn Smith Sails” no tiene mucho que ver con los Beach Boys, per se. Creo que nuestra versión es tan independiente como la de ellos.
¿Qué surge antes en vuestras canciones: las letras o la música?
– Ambas salen al mismo tiempo.
¿Pasas más tiempo trabajando en los textos?
– Paso más tiempo revisando las letras. Paso tiempo con la música, pero la estructura de la canción no cambia; se trata más de pensar que debería usar un acorde u otro. Sin embargo, puedo trabajar con una línea del texto todo el tiempo, hasta que me parezca que suena bien. A menudo, cuando el grupo está en el proceso de ensayo, los arreglos se trabajan hasta el más mínimo detalle.
¿Cuál sería tu definición de una canción rock perfecta?
– Oh, no lo sé. Quiero decir, me gusta una canción como “Station to Station”, de David Bowie, que es totalmente esotérica en su letra y extraña, épica y grandiosa en su sonido, pero también me gusta algo como “A Girl Like You”, de The Troggs, que es una canción sublime bastante tonta. Realmente no creo que haya una sola forma de hacer algo.
¿Algún descubrimiento musical reciente?
– Nunca tengo suficiente de Nina Simone. Jonathan, nuestro teclista y acordeonista -quien también toca en Shearwater- me dio recientemente algunos discos descatalogados de ella, como Emergency Ward, It Is Finished y Black Gold. Son todos increíbles. Estoy alucinado con la forma en la que toma las peores canciones, las que son más cliché, como “Kum By Ya”, “Feelings” o “Mr. Bojangles”, y hace una transformación violenta hasta convertirlas en algo totalmente diferente, novedoso y, a menudo, irreconocible. Inmediatamente ve lo que tiene de bueno una canción, pero su falta de respeto absoluto por los elementos horrendos que pueda tener le dan la confianza para saltárselos y colocar en su lugar algo brillante.
¿Cuándo fue el momento o disco que te influyó para querer hacer música?
– Por alguna razón, nunca he distinguido entre las distintas ‘artes’. Cuando estaba en el instituto y la universidad componía canciones, historias y poemas, e intentaba hacer películas e incluso pintaba. Actué en obras en la universidad. Era algo divertido para mí. En un momento me decidí por la música, casi arbitrariamente. Tenía los medios para hacerlo, ya que era la cosa más fácil de hacer.
¿Qué te queda por conseguir?
– Me gustaría hacer una película en algún momento. Sé que suena horrible: “lo que de verdad quiero hacer es dirigir”, pero no es por razones de vanidad o algo así. Es un deseo que siempre he tenido, mucho más intenso que el de hacer música. Quiero ser el Rob Zombie del indie rock.