NOMBRES EN EL ROCK
RTÍCULOS 2005 RUFUS WAINWRIGHT CONCIERTO
Mi nombre es (“My Name Is”; Eminem)
Por supuesto que el título, la portada y la imagen son importantes en el mundo del rock, casi tanto -en algunos casos, incluso más- como el contenido de las canciones. ¿Y el nombre? “Mi nombre es…”, cantaba Eminem. Y no se sabe si lo tenía muy claro entonces, porque, al igual que otros muchos, se presentó en sus discos con diversas encarnaciones como Marshall Matthers o Slim Shady.
El nombre es, sobre todo, definitorio. Todos lo saben -o deberían saberlo-. Vamos, que Pink Martini no es un grupo de heavy y Sepultura no son la última sensación del sonido lounge. Lo habitual, si no se aventura uno en solitario, es tirar folios y folios a la papelera hasta que aparece ese nombre que hará fácilmente identificable un sonido y en el que todos los componentes de la nueva banda hallen un mínimo común denominador.
Una vez elegido, es mejor no cambiarlo. No por nada, aunque los antecedentes indican que conviene no andar dando bandazos por la vida y mantener al respetable en la seguridad de que saben a qué se enfrentan. En caso contrario, la esquizofrenia del artista conduce, irremisiblemente, al olvido inmediato sin la más mínima piedad.
Madonna es el último caso, aunque por ahora no está claro en qué acabará todo. Louise Veronica Ciccone -su auténtico nombre- comunicó a mediados del 2004 en una entrevista al canal televisivo estadounidense ABC que pasaba a ser Esther. Así, sin más, aunque no era todo: Madonna seguiría una nueva filosofía de vida: “He pasado al menos una década quitándome la ropa y sacándome fotos, diciendo palabrotas en televisión y haciendo cosas por el estilo. No me arrepiento, pero todo el mundo se quita la ropa y después, ¿qué? Me pusieron el nombre de mi madre. Ella murió de cáncer cuando yo era muy joven y yo… quería otro nombre”, confesó para justificar su decisión, añadiendo que se había recargado de energía gracias a “haber adoptado un nombre distinto”.
La razón del cambio se debe a su identificación con el personaje bíblico del mismo nombre, Esther, y a sus años de práctica del estudio de la Cábala, teosofía esotérica derivada de la lectura del judaísmo más antiguo. En el Antiguo Testamento de la Biblia, Esther es el nombre de la reina que salvó a los judíos de una matanza, acontecimiento recordado en la festividad judía del Purim.
No obstante, reconociendo su especial devoción y tino con los negocios, y que seguro conoce bien los casos de aquellos que la precedieron, no parece fácil que se decida a correr el riesgo. Se admiten apuestas. ¿Seguirá la ‘chica material’ utilizando el nombre de Madonna en las portadas de sus discos y en sus lucrativas giras? ¿Se olvidará de Esther tan rápidamente como abrazó su nueva fe?
No tiene más que recordar el caso de Prince y seguro que se lo piensa. El de Minneapolis, después de ser el artista de color más creativo de los 80, decidió, a principios de los 90, que, desde ese momento, cambiaba su nombre por el de TAPKAP -The Artist Previously Known as Prince, El artista antes conocido como Prince-.
En su caso, todo aquello coincidió con su etapa de enfrentamiento con su discográfica, que se negaba a editar los cientos de canciones que el prolífico artista grababa indiscriminadamente, un episodio que tuvo su punto más reivindicativo cuando apareció en público con la palabra ‘esclavo’ escrita en sus mejillas.
Podría haber terminado ahí, pero no. Después se inventó un símbolo para identificarse,, tan complicado de reproducir que sólo podía escribirse manualmente. Su compañía tuvo que remitir urgentemente a los medios de comunicación archivos en los que aparecía el susodicho símbolo para que fuera posible transcribirlo en letra impresa. Si a alguien le pareció que el tema estaba más o menos bajo control, Prince rompió todos los esquemas al anunciar un nuevo nombre: Víctor.
Para cuando se cansó y claudicó, retomando el nombre de Prince, a nadie en el mundo le importaba ya lo más mínimo. Su carrera comercial había caído en picado y tan sólo sus actuaciones en directo mantenían su figura de actualidad, aunque hubiera que leerse los carteles un par de veces para saber con qué nombre actuaba.
Terence Trent D’Arby le siguió los pasos, y no sólo en lo musical. Tras un primer disco plagado de éxitos, Introducing The Hardline According To Terence Trent D’Arby, nunca volvió a conseguir la misma relevancia pública, ni siquiera cuando fue contratado para suplir al fallecido Michael Hutchence al frente de INXS. Así que, cuando reapareció como Sananda Maitreya, según él debido a una orden que había recibido en un sueño, pocos se lo tomaron en serio. Los conciertos de Sananda Maitreya de los últimos tiempos se anunciaban, cómo no, como el artista antes conocido como Terence Trent D’Arby.
La fe fue la que motivó que uno de los grandes artistas de los 70 a nivel comercial dejara de ser Cat Stevens para pasar a llamarse Yusuf Islam. Evidentemente, con la palabra Islam en su nombre, quedaba clara su conversión. Además, por si quedaba alguna duda, fue una de las voces públicas más relevantes que apoyaron la amenaza de muerte integrista contra el escritor Salman Rushdie. En su caso, su carrera no empezó una cuesta abajo sin final visible, sino que se negó a seguir grabando y editando discos.
En todo este tiempo, sus apariciones se pueden contar con los dedos de una mano. Cuando editó una nueva versión de su “Peace Train” en homenaje a los menores víctimas de la guerra de Irak, al Gobierno de los Estados Unidos no le pareció precisamente bien: durante un tiempo se le prohibió la entrada en aquel país. La explicación oficial, más que una disculpa, parecía una amenaza a todo aquel que profesara la religión musulmana: aunque pudiera no ser Cat Stevens, había alguien con el nombre de Yusuf Islam fichado en los archivos policiales.
El cambio puede reducirse a quitarse el diminutivo para recuperar su verdadero nombre, como intentó Debbie Harry de Blondie con su carrera en solitario, al decidir pasar a ser Deborah, un movimiento que más parecía querer ser un signo de madurez con el que dejar atrás el pop -¿simple, según su impresión?- de sus inicios.
También se puede reducir a un sencillo cambio de apellidos. John Cougar pasó a ser John Cougar Mellencamp, justo antes de decidirse por John Mellencamp. Daba igual: tanto Debbie como John no consiguieron con sus nuevas encarnaciones el éxito de antaño.
En el caso de John Lydon, lo cierto es que tuvo una digna carrera al frente de Public Image Limited (PIL). Su carácter deslenguado y provocador eran los ingredientes perfectos para que acabara formando parte de la versión británica de La isla de los famosos, poco después de la gira de reunión de los Sex Pistols, The Filthy Lucre Tour (La gira del lucro indecente), en la que reconocía abiertamente que se habían reunido “por la pasta”.
Suponemos que, con el mismo espíritu punk de siempre, lo que los demás pudieran pensar le daba igual. Él también es consciente de que su verdadera huella en la historia del rock la dejó cuando se hacía llamar Johnny Rotten -Juanito Podrido- al frente de los Sex Pistols, en unos pocos meses a finales de los 70.
También se han dado casos de cambios de nombres por parejas. Cuando Jennifer López decidió dejar a Puff Daddy en el momento en el que éste tenía que enfrentarse a un juicio que todo el mundo seguía -y que afectaba a la imagen pública de Jennifer: el amor no puede con los negocios en determinados ámbitos-, ambos optaron por nuevas identidades. J-Lo consiguió mantenerse más o menos en una primera plana, pero P Diddy, nombre sugerido por su colega Notorius Big, no volvió a levantar cabeza y se convirtió en objeto universal de ridículo.
Otros se complican más la vida. Lisa ‘Left Eye’ Lopes, componente del exitoso trío TLC optó por iniciar una carrera es solitario con el nombre de NINA, acrónimo de Nueva Identidad No Aplicable, siglas que, al parecer, también sirven en los ghettos para designar a las armas de nueve milímetros. Mientras, el rapero Q-Tip pasaba a ser Kamaal The Abstract, un nombre que, según él, iba mucho mejor con su música “más real y arriesgada”, y que era una combinación de su auténtico nombre y de un viejo seudónimo de los tiempos en que formaba parte de A Tribe Called Quest.
Nadie se enteró en ninguno de los dos casos, lo mismo que le pasó a Colin Vearncombe, nombre con el que ahora se presenta quien hace años consiguió el mérito de poner “Wonderful Life” en todas las listas para poder decir que fue artista de un único éxito cuando grababa como Black. ¿Y si hablamos de Peter None? Lo mismo, que nadie identifica a Herman, otrora líder de los recordados Herman’s Hermits.
Distinto es el caso de aquellos que utilizan otros nombres para ocasiones muy especiales, sobre todo conciertos únicos o grabaciones especiales, y que siguen con su nombre de siempre el resto de las veinticuatro horas del día. REM triunfó en un pequeño club londinense en 1991 como Bingo Hand Job, alcanzándose en la reventa cifras astronómicas para conseguir una entrada, después de que se corriera la voz por toda la ciudad.
Sin embargo, a sus amigos de U2, disfrazados como The Daltons -se supone que un grupo de country- y teloneándose a sí mismos en su gira americana, nadie les hizo caso. En la gira de The Joshua Tree de 1987 aparecieron en escena dos veces: el 1 de noviembre en Indianápolis y el 18 del mismo mes en Los Ángeles. Poco después, el 12 de diciembre en Virginia, su lugar fue ocupado por miembros de su equipo. La última aparición pública de U2 como The Daltons se produjo en la ceremonia de entrega de los Grammy de 1989, donde Adam Clayton tomó, para presentarse, una famosa frase de los Blues Brothers de su película Granujas a todo ritmo: “Somos un grupo que tocamos dos estilos: country y western”.
Componentes de ambos grupos, REM y U2, tocaron juntos en una única ocasión, con motivo de la investidura del presidente Bill Clinton. Michael Stipe y Peter Back, de REM, junto a Adam Clayton y Larry Mullen, de U2, aparecieron con el nombre de Automatic Baby (en referencia a dos de sus discos de más éxito, Automatic For The People de REM y Achtung Baby de U2), para interpretar una única canción, “One”, de los irlandeses.
Franz Ferdinand utilizaron el nombre de A Touch Of Velvet para poder adelantar en pequeños clubes las canciones que formarían parte de su segundo disco. Y, a mediados de los 80, XTC editaron un par de discos psicodélicos con el nombre de The Dukes Of The Stratosphere (Los duques de la estratosfera) sin que nadie reconociese su verdadera identidad hasta que ellos mismos se descubrieron.
No es algo nuevo. The Beatles coquetearon con un nombre ficticio que no llegaron a utilizar, Ricky And The Red Streaks, que Paul McCartney propuso para irse de gira y con el que Jack Oliver, un ejecutivo de Apple, incluso llegó a reservar una actuación en Alemania para el grupo en la época del disco Let It Be, más o menos cuando estaban en trámites de separación definitiva.
Después, cada uno de ellos utilizó distintos seudónimos en sus aventuras en solitario. John Lennon fue, entre otros, Reverend Thumbs Ghurkin, Mel Torment, Dr. Winston, Booker Table And The Maitre D's, The Reverend Fred Gherkin, Beatcomber, Kaptain Kundalini, Mr. Leslie o Dwarf McDougal; Paul McCartney se convirtió en Percy Thrillington, Billy Martin, Apollo C. Vermouth o The Fireman para un disco que editó con el productor Youth; George Harrison apareció como Son Of Harry, Hari Georgeson, Jai Raj Harisein o L’Angelo Misterioso; finalmente, Ringo Starr se hizo pasar por Ognir Rats, Roy Dyke o Richie Snare.
El juego llegó tan lejos que, en más de una ocasión, The Beatles parecieron revivir tras su separación. En 1976, un grupo canadiense llamado Klaatu, que sonaba como los de Liverpool, jugó con el equívoco durante un tiempo hasta desvelar su identidad. Más adelante, en 1996, unos daneses llamados Rubber Band editaron Xmas The Beatmas, en el que jugaban a recrear conocidas canciones navideñas como si se tratase de temas de The Beatles. Sin ir más lejos, el “Last Christmas” de Wham sonaba como “Mr. Postman” y “Silent Night” adoptaba la forma de “Lucy In The Sky With Diamonds”, entre las once joyas de aquel impagable disco.
Elvis Costello utilizó a lo largo de su carrera diferentes disfraces, como Howard Coward, The Imposter, Napoleon Dynamite, The Beloved Entertainer, The Emotional Toothpaste o, incluso, su verdadero nombre, Declan Patrick -con el añadido de Aloysius- MacManus, pero sin olvidar nunca aquel que le había dado la fama. Por su parte, los Sex Pistols llegaron a presentarse de muy distintas guisas, entre ellas la de The Spots, acrónimo de Sex Pistols On Tour Secretly -Sex Pistols de gira secreta-.
En nuestro Estado, Los Peatones nacieron de la unión de Radio Futura y El Último de la Fila para una fiesta de Radio 3, mientras que Manolo García y Quimi Portet jugaron a ser teloneros de sí mismos en alguna ocasión cuando aún eran conocidos por Los Burros, vestidos de mujer y con el ‘original’ nombre de Las Burras. Travestido en ama de casa también se presentó Iván de Los Piratas junto a su hermano bajo el nombre de As Ferreiro, acompañando a un imaginario artista portugués llamado Rai Doriva, en actuaciones semanales durante unos meses en un pub de Vigo.
Los Del-Tonos, por problemas legales, se presentaron como Albert & The Blue Kings en un disco grabado con un pianista austriaco recreando clásicos del blues, o como Z Z Top un 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes. Su líder, Hendrik Roever, grabó dos discos de ‘turbo-pop’ disfrazado de Hank, que se hacía pasar por su hermano.
No obstante, el grupo que más ha jugado al despiste es Siniestro Total, quienes se han presentado, según la ocasión, como Sonny Boy And The Williamson, Hound Dog Men (ambos grupos con una orientación blues), Los Minusválidos del Ritmo (su faceta pop), Os Subxenios (mirando hacia Frank Zappa), Los 7 Pelmas (banda de ska tipo Madness) o Loopy de Loup (tocando un poco de todo). Nada raro en un grupo que empezó con el descacharrante nombre de Mari Cruz Soriano y los que Afinan su Piano.
En cualquier caso, todos tenían claro el nombre que les daba de comer y sólo hicieron uso de sus alter egos para aventuras esporádicas. Por eso, lo de Madonna transformándose en Esther está por ver.