NICK LOWE

Nick Lowe, la vieja magia

 

 

 

 

 

Este mes Nick Lowe tiene tres conciertos previstos en España -Valencia (El Loco, día 15), Madrid (Teatro Kapital, 16) y Bilbao (Santana 27, 17)-, a los que llegará directamente de los Estados Unidos, donde está de gira con Wilco, abriendo sus conciertos. Aunque no lo parezca, el gentleman del pelo cano lleva 45 años de sus 62 haciendo música.

 

 

 

Ha sido parte clave del pub-rock, el punk-rock y la new wave, y ahora edita discos de sonido clásicos puede que incluso mejores que aquellos que contenían las canciones que le dieron a conocer. Porque con Nick Lowe sucede algo raro en un artista británico: las canciones que él ha escrito son mucho más conocidas que él mismo. Revisamos su trayectoria.

 

Rey del pub-rock, en los orígenes del punk-rock 

Kippington Lodge. Un nombre que no dice nada. Y, sin embargo, ahí comenzó Nick Lowe (entre 1967 y 1969), junto a Brinsely Schwarz, amigo que daría nombre a su siguiente grupo. Dentro de esta última banda, y entre 1969 y 1975, compuso ya las que con el tiempo serían alguna de sus canciones más recordadas -como “(What’s So Funny ‘Bout) Peace, Love and Understanding” o “Cruel to Be Kind”-, convirtiéndose de paso Brinsely Schwarz en la banda más emblemática de lo que se dio en llamar pub-rock.

De ahí al punk-rock solo había un paso. Nick Lowe produjo el primer single del punk británico (“New Rose” de The Damned, así como su álbum de debut) y se convirtió en socio y pieza indispensable del sello Stiff, en el que comenzaron a grabar varios grupos del punk. Allí Lowe se ganó el puesto de productor habitual de la casa, tras editar el primer single de la discográfica, “So It Goes” (gracias a un préstamo de Lee Brilleaux, de Dr. Feelgood), al que dio continuidad con un EP llamado Bowi (una graciosa ocurrencia después de que David Bowie publicara el álbum Low).

 

 

Productor y clásico de la new wave

Sin embargo, a Lowe el punk le pillaba mayor (The Damned le llamaban ‘abuelo’ cuando trabajaron con él, aunque ‘solo’ contaba 27 años) y, de hecho, aunque le pilló en medio, únicamente le interesaba la actitud del nuevo movimiento. Él prefería canciones con melodía y de menos de tres minutos. Con sus antecedentes y sus predilecciones, encontró mejor acomodo en la new wave.

Ahí llegó el momento en el que Nick Lowe estuvo más cerca de ser conocido y famoso, con su alianza con Dave Edmunds en Rockpile. Según Lowe, se trataba de tocar temas “como los de Chuck Berry pero al triple de velocidad”. Además de sus propios discos, Nick Lowe produjo a una parte de los nombres más recordados de entonces, como los cinco primeros discos de Elvis Costello, Graham Parker, The Pretenders, Dr. Feelgood, John Hiatt, The Rumour, Wreckless Eric, Alberto y Lost Trios Paranoias… Su trabajo le ganó el apodo de basher (algo así como “el que va al grano”) dado que su lema era “bash it out now, tart it up later” (“grabémoslo rápidamente, que ya lo embelleceremos después”).

Con Rockpile solo llegó a editar un disco (Seconds of Pleasure, 1980), ya que los diferentes contratos de él y Edmunds con distintas compañías y mánagers les hacían complicado emplear ese nombre -de hecho, su segundo disco no ha visto la luz hasta este mismo año, recogiendo una grabación en directo en Montreux de 1980-.

Aun así, varios de los discos a su nombre de aquellos años y los de su colega Dave Edmunds se pueden considerar álbumes del grupo, perfectos tratados de canciones pop-rock breves y con melodías relucientes. El primero a nombre de Nick Lowe resumía en su título norteamericano aquella visión de la música: Pure Pop for Now People (Puro pop para la gente de ahora); aunque en Inglaterra se llamó Jesus of Cool,  hubo que retitutarlo al otro lado del Atlántico por supuesta ofensa contra la religión.

 

Los 80: la larga travesía del desierto

Si hay una década que a Lowe le gustaría olvidar, esa es la de los 80, en la que se dio al consumo de alcohol y estimulantes sin freno. Siguió editando discos en solitario, siempre dignos, e incluso dio vida a nuevos proyectos (The Chaps, Noise To Go, The Country Ouftif) pero su autoestima no estaba en el mejor momento. Se sentía fuera de lugar entre tanto sintetizador y, además, no lograba asumir su falta de éxito. Al menos tuvo la suerte de que Johnny Cash -familiar suyo desde que Lowe se casara con su hijastra Carlene Carter- se fijara en sus canciones, haciendo suyas varias de sus composiciones.

Poco a poco se fue dando cuenta de que la fama no es lo importante, saboteando cualquier intento de redimensionar su carrera. Buscaba un sonido, pero aún no sabía muy bien cuál, con quién grabarlo y de dónde saldría. Mientras tanto, su mánager le obligó a aceptar una invitación para entrar en el estudio con John Hiatt en Los Ángeles, que él había rechazado previamente porque tenía una cita con una mujer a la que llevaba tiempo persiguiendo. Aquellas sesiones de grabación se convirtieron en el debut del súper-grupo Little Village en 1992, en el que Lowe compartía cartel con Ry Cooder, John Hiatt y Jim Keltner, marcando la línea divisoria de una nueva etapa que estaba por llegar.

 

 

Espléndida madurez

Poco a poco fue imaginando y encontrando un nuevo sonido, aquel en el que las canciones fuesen cada vez más y más sencillas, compuestas a la vieja usanza, grabadas con sus músicos en el estudio todos a la vez y en las que no hubiese ninguna duda sobre qué estaba escribiendo su compositor.

Lo empezó a mostrar en The Impossible Bird en 1994 y lo ha seguido perfeccionando desde entonces en otros cuatro discos, incluyendo el último, The Old Magic (2010). En estos cinco álbumes, más que recomendables, ha encontrado un sonido propio que fusiona sin complejos country, soul, R&B y pop, o sea, las raíces de la música popular norteamericana de las últimas décadas.

Hoy Nick Lowe no tiene reparos en mostrar en sus portadas la edad que tiene, sin esconderse, en reflexionar sin temor de las cosas de la edad adulta, sin por ello dejar de intentar llegar a nuevos públicos, al tiempo que se dedica en cuerpo y alma a grabar canciones de las que no avergonzarse, a pesar de que le salen con cuentagotas. Ya no le agobia la fama ni el éxito. Se ha convertido, finalmente, tras haber estado en mil batallas, en un clásico en vida, de los que mejoran con los años. ¿Cuántos artistas pueden decir lo mismo? Probablemente ninguno.

 

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