NICK LOWE
Nick Lowe, la vieja magia
La sala Capitol de Santiago de Compostela acogerá mañana sábado el primero de los seis conciertos que Nick Lowe va a ofrecer por las Españas hasta el día 13 de este mes, cuando dé por finalizado su tour en el Teatro Principal de San Sebastián. Nos visita en formato “one man band”. Él, su guitarra, su voz, sus canciones y su maestría. Maestría porque es un maestro en el arte de la composición pop. En su caso, vestida con extrema elegancia, le ponga el traje que le ponga. Un maestro en plena forma, sin ápice de óxido a sus 64 años recién cumplidos. Que, por un lado, sabemos que puede ser alabado, recordado y referenciado por muchos y variados motivos si tiramos de retrovisor.
Por ejemplo, por producir los primeros cinco álbumes de Elvis Costello, considerados de lo mejorcito que ha publicado el marido de Diana Krall, que es mucho decir. O por haber compuesto varias canciones clásicas, tan “de toda la vida”, como “What’s So Funny About Peace, Love and Understanding” y “Cruel to Be Kind”, requeteversionadas. O porque su ex suegro Johnny Cash le pidió prestada su canción “The Beast in Me” para que ejerciera de epicentro del primer álbum, el de 1994, el del regreso acústico, a lo grande y de la mano de Rick Rubin, del hombre de negro. Tanto le gustó a Mr. Cash esa canción que luego grabó varias composiciones más de su ex yerno.
Sí, repetimos, sabemos que Lowe puede ser alabado, recordado, etcétera, si se tira de retrovisor. Pero tan cierto es eso como que decir de él que, por más que sea una figura centralísima del pub rock, el punk-rock y la new wave facturados en el Reino Unido en las décadas pasadas, ha iniciado con The Impossible Bird (1994) una reinvención en plan “crooner” maduro, con fuente de palabras sabias, que dura hasta hoy y se ha convertido en una de las etapas, otra más, fundamentales de su carrera. Canoso y con las rayas del pelo y del pantalón en su sitio. Los dos últimos capítulos de este período, At My Age (2007) y That Old Magic (2011), este último el que nos vendrá a presentar con más hincapié, son fácilmente encajables entre lo más exquisito del último lustro. Para hablar de este señor hay que ponerse de pie.
Tu nuevo álbum, The Old Magic, suena a los años 60, incluso a décadas anteriores, en las que los discos se hacían con todos los músicos en un estudio. ¿Es eso lo que ibas buscando, la forma en la que te sientes más cómodo?
– Sí, es así. Lo he intentado de muchas formas. Conozco muy bien a mis músicos y siempre he pensado que, si grabas la voz al mismo tiempo que el resto de la canción, obtienes un elemento extra en el disco. Aunque es muy difícil de explicar, el disco adquiere otra personalidad. Por supuesto que se cometen errores, pero alguno de esos errores son muy buenos y sientes la suerte que has tenido de cometerlos. Está claro que nunca seré una gran estrella del pop; de hecho, soy demasiado viejo para ello si lo pienso. Pero creo que se debe a que me gusta mucho el sonido de mis discos y, por desgracia, a la mayoría del público no les gusta nada: tan pronto como empieza a sonar, saben desde el principio que no les agrada, piensan que en cualquier momento algo va a ir mal; están acostumbrados a que todo esté sintetizado, perfecto, tratado, por lo que se ponen nerviosos. Hay gente a la que le parece maravilloso y fresco, aunque son la minoría.
Tus discos invitan a sentarse, relajarse y prestarle atención a las letras y a cada detalle en la música. Supongo que la gente joven no tiene esa paciencia.
– Es cierto, aunque yo he intentado ansiosamente llegar a un nuevo público, sabiendo que tendría que ser paciente, que iba a llevar su tiempo. Últimamente he empezado a ver en mis conciertos más gente joven y más mujeres, no solo gente mayor como antes. Todo el mundo es bienvenido, por supuesto. Pensé que si podía ofrecerles un espectáculo que fuese lo suficientemente actual, podría interesar y atraer a la gente joven, aunque, al mismo tiempo, no quería ser condescendiente con ellos, sino actuar como un adulto de la edad que tengo. Por supuesto que no es para todo el mundo, pero sí que ha habido cambios en los últimos tiempos.
¿Alguna vez has pensado en dejar el mundo de la música?
– Sí, tuve una época muy mala en los 80 en la que pensé que debía dejarlo, que el mundo de la música ya no tenía nada para mí y que yo tampoco podía aportar nada.
¿Hasta cuándo te ves haciendo discos y dando conciertos?
– Hasta que pueda. Empiezo a sentir algo de artritis en mis manos, así que no sé cuánto tiempo podré hacerlo. Pero mientras resulte bien, sin que tenga que avergonzar a nadie, seguiré haciéndolo. Mira a Chuck Berry o B.B. King: siguen haciendo giras y ya no es lo mismo. Siento decirlo porque amo sus discos y han sido toda una inspiración para mí, pero me rompe el corazón verlo. Por supuesto que tienen todo el derecho, pero me parece triste, y espero poder retirarme antes de encontrarme en una situación así.
A la hora de componer, no sé cómo ayuda la experiencia. ¿Puede llegar a ser un obstáculo? ¿Hay veces en las que te gustaría olvidarte de lo aprendido y hacer las cosas de forma sencilla?
– Muy buena pregunta. Lo que no me gusta escuchar para nada en mis discos es mi experiencia trabajando en ellos. Es extraño, ya que piensas que, cuanto más lo haces, mejor eres en ello. Hasta cierto punto es cierto, pero en mi caso quiero escuchar algo que me sorprenda, como si no lo hubiera hecho yo. De hecho, cuando escribo algo trabajo en ello una y otra vez hasta que me parece que estoy haciendo una versión, como si no fuera mía, y en ese momento es cuando me parece que suena bien. Y lo mismo me pasa con las versiones, aunque a la inversa: trabajo en ellas hasta que me parece que la he escrito yo. Seguro que para el oyente suenan iguales, pero para mí son diferentes. Siempre intento componer canciones que, tal y como has dicho, sean simples, realmente sencillas. Es lo que intento hacer: que cada vez sean más y más sencillas. Por eso me encantan las canciones compuestas a la vieja usanza: en ellas no hay dudas sobre qué estaba escribiendo su compositor, ninguna duda. Y en las canciones pop de ahora se puede escribir cualquier tontería en el nombre del arte, sin importar que no se entienda. Si no se entiende, en mi opinión es porque no se trata de un buen compositor. A los grandes siempre se les comprende, y eso es mucho más difícil de lo que pudieras pensar. A mí me encanta el country & western, y en el Reino Unido es un estilo menospreciado. Se equivocan. La razón por la que me gusta es que, en la mayoría de las ocasiones, sus letras son totalmente directas, perfectamente compresibles.
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