MARIZA 2003
Mariza, la pasión curva
“Entre el río y la razón”
Tras Fado en mim, la revelación e impulsora reciente del fado Mariza presenta su segundo disco, Fado curvo. De Mozambique a Lisboa. De Brasil al fado. Por sus venas corre sangre española, alemana, india, africana, portuguesa… Y, a pesar de que Amalia Rodrigues ya tiene una digna sucesora, Mariza intenta controlar su ego.
Para empezar, ¿recuerdas algo de Mozambique, el lugar donde naciste? ¿Ha influido en tu música?
– Casi nada, ya que me fui de Mozambique cuando tenía sólo tres años. Sin embargo, escucho música africana, como la morna de Cabo Verde, que es muy parecida al fado. Quizá ayude saber que mi padre es portugués y tiene sangre española y alemana. Por su parte, mi madre tiene raíces portuguesas, africanas e indias. Nací en Mozambique, pero vine a Portugal cuando tenía tres años. No conozco muy bien esas culturas, así que mi manera de cantar no está influida de forma significativa por ellas, aunque me gusta indagar en la historia de mis raíces.
Y al trasladarte a Lisboa, ¿en qué barrio te estableciste? ¿Viviste allí el fado?
– En el barrio de Mouraria, en el que comencé a cantar fado con cinco años. Mis padres tenían un restaurante de barrio, una taberna; los domingos celebraban una tarde de fado y aparecía todo tipo de gente. Mi madre no me dejaba estar allí, ya que decía que el ambiente era muy pesado. Yo escuchaba por detrás de la puerta, ya que no podía verlo. El ruido de la taberna cesaba cuando empezaban a cantar. Me costaba mucho escuchar la guitarra portuguesa, pero prestaba mucha atención.
¿Fue ahí cuando tuviste tu primer contacto con el fado?
– Sí, en nuestro restaurante. Mi primer recuerdo del fado es un ambiente oscuro, con mucho humo, y esa figura humana cantando. Fue una sensación mágica, como si estuviera viendo y escuchando algo muy raro y especial. Durante años canté fados donde podía, pero durante mi adolescencia, ni a mis amigos ni a mí nos gustaba el fado. Pensábamos que el fado era para gente mayor, por lo que me interesaron otros tipos de música. Más tarde, en 1996, pasé un tiempo en Brasil, interpretando soul, jazz y música brasileña y, porque era portuguesa, la gente siempre me pedía que cantara fado. Eso hizo que me diera cuenta de la importancia del fado como parte de mi cultura: sólo puede cantarse en portugués y por gente portuguesa.
Supongo que se necesita una especial preparación, un sentimiento. ¿Cómo aprendiste a cantar fado y cuándo lo empezaste a vivir como tuyo?
– Comencé a cantar cuando tenía cinco años. Los barrios viejos de Lisboa son verdaderamente el ambiente del fado: crecí en Mouraria, uno de los barrios más clásicos. La única música que la gente escuchaba y realmente respetaba era el fado. Los fines de semana en el restaurante de mis padres, y en muchos de los restaurantes del barrio, la gente cantaba fado espontáneamente. Era muy emocionante, y yo también quería cantar pero, como era tan joven, no sabía leer todavía. Así que mi padre me hacía dibujos como historietas que reproducían la letra de la canción, y fue así como aprendí las palabras. No creo que haya un modo de aprender a cantar fado. No lo cantamos, lo sentimos. En mi caso, la influencia me llegó del entorno. La tradición fadista de Mouraria se remonta al siglo XIX, cuando Maria Severa, una mujer de, digamos, actitudes liberales, vivía allí. La gente dice que fue la primera mujer que cantó fado y que solía tocar la guitarra portuguesa. Se convirtió en un personaje histórico y algo legendario. En este contexto, pasé mi niñez conectada con las mismísimas raíces del fado: eso hizo de mí una fadista.
¿Cómo describirías el fado a alguien que nunca lo escuchó antes?
– El fado es un tipo de música emocional, lleno de pasión, tristeza, celos y, a menudo, sátira. El sonido más característico viene de la guitarra portuguesa, única por su forma, con sus doce cuerdas, y su afinación específica. Algunos dicen que es descendiente de la citara árabe y otros que del laúd inglés. La guitarra portuguesa se acompaña tradicionalmente por la guitarra clásica y el bajo acústico. Estos tres instrumentos acústicos se disponen en el escenario a la manera de la luna creciente. El cantante se coloca en el medio. Hay también un elemento visual muy característico: el chal, que tradicionalmente es negro.
Pues no pega del todo contigo, ya que no es el negro el único color que llevas en el escenario…
– Cuando estoy en el escenario me gusta usar algo de color. No lo hago por romper con la tradición a propósito… También uso el negro, pero la verdad es que me gustan los colores. ¡Tal vez tenga que ver con mis raíces africanas! No tiene que ver con ser diferente, sino que me siento realmente bien con mis vestidos.
Cantabas fados en pequeños locales. ¿Cómo era entonces y en qué se diferencia de los conciertos de hoy en grandes locales?
– Cuando era joven me dio por cantar jazz y bossa nova. Un día, una persona que me escuchó me invitó a cantar fado en su restaurante. Volví a cantar fado y todo empezó a crecer como una bola de nieve hasta hoy. La diferencia entre unos lugares y otros es que los sitios ahora son mayores, y la gente va expresamente para escucharme, mientras que antes estaban en el restaurante sin más. Yo no establezco diferencias entre un lugar y otro: lo verdaderamente importante es cantar.
El fado se vive sobre todo en un local en directo. En este segundo disco, ¿intentas acercarte más al sonido del directo?
– Sí. Es un disco que he intentado hacer de una forma más orgánica. Nos hemos resistido a los ordenadores, ya que es muy fácil hacer discos con ordenadores. Ésa era la idea del productor, Carlos, y pienso que por eso este disco se siente más. El título del disco, Fado curvo, viene a representar que la pasión, como la música, no es exactamente una línea recta. En este disco hay canciones nuevas y no se trata sólo de versiones.
¿Qué intentas demostrar con estas composiciones hechas ahora?
– En el primer disco había muchos más clásicos, con las canciones que cantaba cuando era niña. En este segundo disco lo que intenté fue reunir poemas de autores que realmente me gustaban. De los 30 seleccionados, escogí los doce que más tenían que ver conmigo y la música que los acompaña sí es original.
¿Qué te interesaba a priori de tu colaboración con Carlos María Trindade de Madredeus?
– Conocí a Carlos en una comida y empezamos a hablar de fado; sabía muchísimo y me sorprendió. Así que pensé en trabajar con él y tuve suerte con la decisión, ya que es una persona fantástica, magnífica, y el trabajo con él me ha encantado. En todo el tiempo que estuvimos juntos nunca ha habido un punto de discordia, nunca ha levantado la voz por nada, y tiene unas ideas musicales extraordinarias.
Da la impresión de que no te interesa sólo el aspecto melancólico del fado.
– Claro que no. Toda la gente tiene la idea de que el fado es solamente triste, y es una pena. Hay también fados que hablan de sentimientos alegres, que hablan del vino, de la felicidad, y que incorporan ritmos folclóricos portugueses.
¿Cuáles son los tópicos más populares en las letras del fado?
– La palabra fado significa destino, fortuna, suerte… Normalmente las letras de los fados se basan en las emociones. El fado es habitualmente una canción de amor, de dolor y de saudade fatalista y melancólica. ‘Saudade’ expresa una sensación única que no tiene traducción literal. Tiene que ver con la tristeza, echar de menos a alguien o algo, anhelar. Pero creo que es imposible traducir de forma completa su significado total. Sólo los portugueses la comprenden… Pero, por supuesto, hay fados que expresan alegría y humor. Sólo canto fados que realmente me gustan. En mi primer disco había ya canciones clásicas y tradicionales, además de varias composiciones originales. ¡Me encantan todas ellas!
¿Lo que haces es renovar el fado, continuar la tradición o incorporar al fado elementos de otros estilos?
– Sí, todas esas músicas maravillosas se pueden ir incorporando para dar pasos adelante. Los que hablan de que hay que mantener sólo el fado tradicional van a convertirlo en algo de museo. Lo que yo quiero es que la gente descubra esta música maravillosa, y para eso hay que avanzar y modernizarlo.
¿Qué hay de las raíces del fado? Algunos dicen que el fado viene de África.
– Algunos musicólogos dicen que sí, que nació con los esclavos, al mezclarse con los marineros. Pienso que tiene algo de verdad, ya que a finales del siglo XVIII la mitad de la población de Lisboa era negra, y hay muchos documentos que hablan de la gente negra que tocaba la guitarra portuguesa y cantaba en los barrios típicos de Lisboa. Así que el fado seguro que tiene que ver con África.
Con tu aparición y la de otras cantantes, ¿se ha recuperado el fado en los últimos años en Portugal?
– No lo sé, porque yo crecí en el barrio donde toda la gente cantaba fado. Al salir del barrio me di cuenta que no se cantaba porque se relacionaba con el antiguo régimen, con la dictadura. Pero, por suerte, la gente ya se ha olvidado de eso.
Leí hace un tiempo que estabas viviendo todo lo que sucedía desde fuera. ¿Ya te parece que es real y lo vives como algo tuyo?
– Pues me da una sensación horrible por todo lo que se habla de mí. Lo más complicado es controlar el ego, que sube de una forma desorbitada. Por eso yo resisto todos los días e intento recordar dónde nací, de dónde vengo, quiénes son mis padres…
¿Qué otras músicas te interesan? ¿Algún descubrimiento reciente? ¿Y de España?
– Yo escucho de todo. Voy a festivales de músicas del mundo, intentando entender todo lo que veo, aunque algunas cosas me gustan más que otras. Por otra parte, me gusta desde la música clásica hasta el rap. De España escucho a Carlos Núñez, Uxía y bastante flamenco: Camarón, Estrella Morente, Enrique Morente, Paco de Lucía, Vicente Amigo…
Una curiosidad para acabar. ¿En qué lugar de Lisboa se pueden escuchar el fado más auténtico?
– Lo tengo muy claro: Tasca do Xico, los lunes y miércoles en el Barrio Alto.