MAGÍN BLANCO

 Magín Blanco, días de lluvia

MAGIN BLANCO

        

“Purita” es una canción que tiene 25 años y ahora aparece publicada por primera vez en un disco titulado Ella... Purita era también uno de los primeros proyectos en los que se vio involucrado nuestro hombre, allá por finales de los 70. Otros fueron a Alcatre o Voyeur. Pero no fue hasta 1989 que La Rosa, trío fundado por nuestro protagonista, editó su primer disco, La Rosa (Edigal, 89), en el que ya quedaba claro un estilo que lo ha acompañado desde entonces: canciones con las raíces en los clásicos de la música americana y una melancolía que va más allá de la morriña habitual de la tierra que lo vio nacer, Galicia.

 

En aquel primer álbum había, como en el resto de su obra, varios clásicos desconocidos que todavía resisten el paso del tiempo como “Otis Redding”,  “Llévame lejos”, “Gotas de lluvia” o “Tejadito blues”. Estas dos últimas fueron regrabadas posteriormente con ayuda de Josele y Fino de Los Enemigos, tal vez sus mayores valedores, para un single que se regaló con la segunda tirada del disco.

Era mal momento para aparecer. Los grupos que habían surgido a principios de la década ya no estaban en su mejor momento de creatividad y  no enganchaban a las nuevas generaciones, que ignoraban otras propuestas más interesantes. Las bandas que aparecieron a continuación no tendrían nada que ver con lo que ellos hacían. Así que no es de extrañar que sus tres siguientes discos, Tren de Azúcar (Edigal, 90),  El sueño del camaleón (Sons Galiza, 1992) y En el arco iris (Sons Galiza, 1994), grabados para pequeños sellos mientras trabajaba en la carpintería familiar en su pueblo, A Rúa, con nula promoción y producciones no muy conseguidas, obtuvieran una muy escasa repercusión.

Aún hoy siguen siendo cuatro discos desconocidos pero totalmente disfrutables. Además de las ya citadas, alguien debería hacer un recopilatorio -o su propio autor regrabarlas- en el que se incluyesen “El final del romance”, “La reina del mate”, “Balada roja”, “Tren de azúcar”, “Vendo mi alma”, “El sueño del camaleón”, “La canción de la serpiente”, “Flores”, “Querido amigo”, “En el arco iris”, “El rey del pegamento”, “Maldito viento”, “Gira el mundo”, “Cuando te hayas ido”, “Humo para mí”, “Tras tus pasos” o “Los blues de la calle Pop”.

Como muy bien dice Carlos Rego en la web www.maginblanco.com, lo que hacía necesarias las canciones de La Rosa era esa especial capacidad para convertir en creíbles unos tópicos (lluvia, viento, sol, corazón, soledad, mar…), que en manos de otros sonaban a calderilla emocional, pero que ellos conseguían elevar a emoción auténtica. Por si alguien no se hubiera situado todavía, baste decir que en su tercer disco atribuían el diseño gráfico nada más ni nada menos que a Lou Reed, John Hiatt, Neil Young, John Cougar y Keith Richards. ¿Quedan claras cuáles eran sus referencias? Por situarnos un poco más, añadiría cuatro nombres: Chris Isaak, J. J. Cale y, en especial, Josh Rouse y Lucinda Williams, sobre todo para esta nueva etapa que ahora comienza.

Esta nueva etapa se inicia en el 2006, tras doce años sin grabaciones suyas, con nuevo álbum acreditado ya a su propio nombre y titulado Ella…, que edita el sello del estudio en el que fue grabado, Casa de Tolos. Por suerte, lo tenemos de vuelta, más convencido que nunca de sus canciones. A pesar de estar en la era cibernética y de tener página web, nuestro hombre no sabe de estos inventos, por lo que sus respuestas las escribe con bolígrafo y alguien se las teclea para que podamos conocer su opinión. Ah, faltaba el nombre: él es el gran Magín Blanco.

 

¿Qué recuerdos amargos y agradables tienes de La Rosa?

– No tengo muy buenos recuerdos. Siempre estaba haciendo de jefe, incluso de padre de los demás. Recuerdo con mucho cariño a Juan Bosco y Marcos López.

 

¿Crees que aquellos discos deberían haber llegado a más gente?

– Creo que no. Nunca me parecieron buenos discos y fueron editados siempre por compañías con las que no me entendía. En este mundo creo que si no hay equipo, no hay nada.

 

¿Habrá algún día un recopilatorio de aquellas canciones?

– Espero que no, aunque es posible que grabe de nuevo algunas canciones que me parecen muy buenas.

 

Si tuvieras que hacer tú la selección, ¿con qué canciones te quedarías y qué disco te gustaría que estuviera más representado, por ser el que más te gusta?

– “Otis Redding” aún la hacemos ahora, y lleva acompañándome todo el tiempo. También hacemos “La canción de la serpiente”, que estaba en El sueño del camaleón. Me gustan mucho “El sueño del camaleón”, las antes citadas, “Flores”, “Los blues de la calle Pop”, “La reina del mate”, “Gira el mundo” y “Gotas de lluvia”.

 

En todos estos años desde el fin de La Rosa, ¿has grabado algo o has hecho algún concierto? Por otra parte, ¿cómo te ganas la vida?

– Nunca dejé de tocar y hacer maquetas, pero el punto de inflexión fue conocer a Pepe Losada: él me hizo adorar las guitarras y aprendo mucho con él, es un guitarrista alucinante. Me gano la vida currando en una carpintería.

 

¿Por qué han pasado 11 años desde tu última grabación? Supongo que no habría compañía interesada pero, ¿perdiste la ilusión o las ganas de hacer música?

– No perdí la ilusión, pero mi vida era muy cómoda y no necesitaba expresarme. Mis circunstancias personales cambiaron mucho este último año, y ahora sí necesito contar cosas al mundo y recorrerlo si puedo.

 

Ella… está claro que es un homenaje a las mujeres, aunque supongo que no se trata de un álbum conceptual. ¿Por qué este tributo?

– No es un homenaje, sino un regalo, una forma de dar las gracias. Recogí las canciones inéditas que  más me gustaban (“Purita” tiene veinticinco años) e intenté darles un sentido común alrededor de “Ella…”, que es el eje del disco y de mi vida.

 

Creo haber reconocido a una parte de las mujeres que aparecen en el disco fotografiadas: Jane Fonda, Lucinda Williams, Janis Joplin, Jane Birkin, Tatum O’Neal, Frida Kahlo, Marlene Dietrich, Courtney Love, Vainica Doble, Rosalía de Castro… ¿Cuáles son las otras y por qué has querido que figuren en el disco? ¿Tienen que ver cada una de ellas con cada canción en la que aparecen fotografiadas al lado de la letra?

– Jane Birkin es Françoise Hardy y Marlene Dietrich es Chavela Vargas. Te faltan Grace Slick, Angela Davis, Grace Kelly, y Nastassja Kinski con su niña. Todo tiene que ver, algunas con las letras, otras con las ideas revolucionarias, otras con un tipo de vida, otras con  la elegancia innata, otras con cosas muy personales… Lucinda Williams es la tía que más me gusta haciendo rock’n’roll; ahora mismo me parece un monstruo, casi como Dylan, si sigue subiendo, como lo lleva haciendo con cada disco, los demás tendrán que retirarse (es broma). ¿Has escuchado su directo? Es bestial. Si alguien no la conoce, que se lo pille ya.

 

La mayor sorpresa creo que es la participación de Gloria Van Versen de Vainica Doble. ¿Las seguías a ellas? ¿Por qué quisiste contar con ella?

– “Roberto querido” es mi canción favorita de ellas. Nunca me gustaron mucho, pero sí su universo naif ripioso y desdramatizador, y quise contar con ella porque yo tengo perspectiva histórica del pop y ella es un mito viviente. Adoro la historia del pop: me parece alucinante los 60, los 70, el soul, el folk rock, todo eso que los lectores de esta revista conocen perfectamente (supongo).

 

¿Y el “Soneto” con Nancho Novo, cómo surgió? Tengo entendido que sois amigos desde pequeños y que compartisteis piso y aventuras en Santiago a finales de los 70.

– Un día vino a acompañarme a un bolo y, cuando subió al escenario, empezó a recitar. Yo quedé alucinado y le pedí que lo hiciéramos para esta ocasión. Como es un gran amigo, lo hizo encantado.

 

¿En qué crees que has mejorado después de estos años? Diría que en los textos, pero tampoco son tan distintos de los de La Rosa.

– Creo que he mejorado en tener claro qué es lo que quiero, con qué gente quiero estar y cuál es mi camino. El resto sigue siendo básicamente igual; yo ya era así de pequeño.

 

A pesar de ser gallego, yo no diría que lo que hay en tus canciones es morriña, sino melancolía. ¿Por qué es tu tema recurrente?

– Cada uno tiene su forma de hacer las cosas y su sensibilidad, y es muy difícil huir de eso, porque ahí es donde te sientes cómodo y puedes dar lo mejor de ti mismo. Yo me muevo en el mundo de la naturaleza (panteísmo): el sol, la lluvia, el mar, las montañas… Luego están las relaciones personales, la amistad, el dolor, el amor, etc. Y, luego, los grandes temas universales: el paso del tiempo, el sentido de la vida, el humor, la ironía y esas cosas. Y la poesía popular: “Veño ou vou” y “Vuela palomita” que arranca del comienzo de la última estrofa de una canción de Víctor Jara. Uf, tengo la sensación de que todo esto ha quedado algo pretencioso.

 

¿Has quedado contento de la grabación? ¿Qué destacarías?

– Creo que la producción fue determinante en el resultado final. Grabamos las bases tocando todos juntos y, luego, metimos las guitarras acústicas que tienen un calor especial, son casi humanas. Yo tengo una Martin y una Guild de 12 cuerdas, y Pepe una Everett que suena que te cagas.

 

Parece mentira, pero hay mucha gente relacionada con la música que ni siquiera te conoce. ¿A qué crees que es debido?

– A lo de siempre.

 

Por último, ¿qué esperas lograr con este álbum? ¿Con qué tipo de repercusión te darías por satisfecho?

– Me daría por satisfecho con poder seguir grabando otro y otro y otro, y así hasta que se me seque la boca.

Xavier Valiño

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