LOS ILEGALES
Los Ilegales, el corazón es un animal extraño
Siempre han estado ahí, en concreto desde finales de los 70, pero puede que durante la década pasada no se les prestase toda la atención que, ahora, con el anuncio de la gira de despedida tras 30 años, se les da. Además, se publica coincidiendo con todo ello, una caja recopilatoria con nueve compactos y un libro titulada 126 canciones ilegales, en la que se recoge toda su producción y algunas canciones inéditas. Al habla con Jorge Ilegal. Sin desperdicio, como siempre.
Tiempo de una caja con vuestras canciones, de gira de despedida, de recapitulación… ¿Cómo te sientes?
– Me parece casi imposible que un grupo que ha corrido tantas aventuras peligrosas y descabelladas sobreviva tanto tiempo y pueda presentar una obra como ésta.
Buena portada la de la caja, con relación al primer disco. ¿Cómo surgió la idea? Supongo que el disparo equivale al fin del grupo.
– Se cierra el círculo vital de Ilegales. El suicidio siempre me ha parecido el final más digno de todos los posibles.
¿Crees que se está prestando más atención ahora al grupo que en años anteriores?
– La atención del público y de los medios de comunicación no siempre es la misma en todos los tiempos y en todos los mapas. A nosotros tampoco nos es posible mantener una corriente de novedades que mantenga la atención fija en el grupo durante treinta años… y si pudiéramos sería un coñazo.
Lo que ocurre en estos momentos es la coincidencia de muchas noticias alrededor del grupo, algunas muy llamativas, y además se nos reconoce un gran peso específico a nivel internacional.
¿Sientes que tu obra está lo suficientemente valorada?
– El sector más inteligente y más interesante del público nos valora… El resto es mejor que no nos valore… ¡Qué se jodan los putos insectos!
¿De qué momento o disco de tu trayectoria te sientes más contento?
– El corazón es un animal extraño es un disco fantástico, quizá el mejor que hemos hecho jamás, aunque no es el más conocido. La promoción de la discográfica de entonces era como para tirarse de los huevos.
¿Y qué preferirías olvidar de todos estos años?
– Yo no soy de los que dice que no se arrepiente de nada; prefiero no olvidar para no volver a meter las patas en la misma mierda. Lo verdaderamente excitante sería enfrentarse a nuevas peleas con la experiencia adquirida y contemplar las nuevas heridas que se produzcan.
¿Qué hay de las canciones inéditas aparecidas en la caja?
– Proceden de distintas épocas y se habían quedado fuera de sucesivos discos por diferentes razones; algunas se habían extraviado por negligencia y estupidez, otras habían sido excluidas por pura falta de espacio y, finalmente, hay cinco canciones totalmente nuevas. Últimamente son lo que más oigo. “Busco colores” me pone insecticida.
¿Cómo se cotiza hoy vuestro primer maxi y primer disco? ¿Qué te parece que se paguen así?
– Sé que están buscados pero carezco de vocación contable… Eso sí, yo también me he hecho con ellos
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Por cierto, ¿recuerdas un concierto en el Chaminade, con Kike Turmix pasándote una botella? Fue la primera vez que os vi y no sé si era vuestra primera actuación en Madrid.
– Fueron dos conciertos el mismo día. En el primero tocamos todo perfecto. En el segundo recuerdo que me zampé siete dexidrinas con abundante ginebra, esto me provocó un ataque de frío y de sensibilidad a la luz… Un amigo motero me dejó su traje y un ciego sus gafas. Hasta ahí, asunto solucionado, pero yo estaba convencido de que el mundo escoraba hacía la izquierda y toqué en una posición muy extraña. No importaba, todo el mundo estaba encantado y Kike Turmix me daba vino con anfetas. No fue el primer concierto en Madrid, pero pudo haber sido el último.
¿Se ha entendido bien al grupo en España? ¿Y en otros países? Parece que se os valora muy bien en Hispanoamérica.
– La mayoría de las canciones proponen una segunda o triple lectura para captar su verdadero significado. Supongo que esto es un inevitable y necesario ejercicio de cinismo… que no siempre o no todo el mundo ha realizado. En otros países, el idioma no está tan corrompido por el abuso del argot pasota. La gente maneja mejor el léxico y la sintaxis y es mucho más capaz a la hora de entender; no sólo a Ilegales, sino cualquier otro texto. En España somos víctima de toda esa mugre gramatical que trajeron esos cochinos hippiosos.
¿Has conseguido lo que buscabas con el grupo en todos los aspectos o algo se ha quedado en el camino? Si lo has conseguido, supongo que tendrás una sensación de satisfacción personal completa, ¿no?
– He conseguido mucho más de lo que había imaginado… Ya sabes, das unos pasos y consigues ver un poco más allá, luego descubres esto y aquello, que ves de cerca si tienes valor y fuerza para seguir acercándote. Valor y fuerza no me han faltado. Sentido común sí. Supongo que por eso creo que todo ha salido perfecto a pesar de lo que pueda parecer desde fuera. Sí, tengo esa sensación, pero habrá que ir en busca del futuro, allá donde se encuentre… Si empiezas a quedarte quieto, acabas por quedarte frío, muy frío.
Con lo difícil que parece mantener una carrera en la música, tú lo tuviste muy claro desde el principio. ¿Por qué los otros no lo consiguen? Si algo me pareció claro desde el principio que tú seguirías aquí después de todos estos años. ¿Tú lo tenías así de claro?
– Todos los Ilegales estaban muy preparados. Sabían tocar, habían oído música de muchos estilos, conocían bien el equipo que manejaban y eran impermeables a maldiciones y alabanzas.
No podíamos fallar. En algunos momentos he pensado: “Voy a estallar ahora, pero no me dejaré caer”.
A lo mejor por el estilo del grupo no se nota tanto que has escuchado muchas cosas. ¿Qué música que no asociaríamos con Los Ilegales te llega?
– Wagner, jazz incunable, tangos, polkas, música popular centroeuropea o medieval…
¿Y cuáles son esos artistas clásicos que os han marcado y a los que volvéis una y otra vez?
– ¡No vuelvo! Es inútil dejar marcas en el camino porque nadie regresa nunca. Si me preguntas por grupos que me produzcan placer al escucharlos, te diré Code Blue, Joe Jackson o cualquier buen soulero.
¿Algún descubrimiento últimamente?
– Recuerdo algún nombre: The Postmarks. Me han producido ansias de llegar a casa para poder volver a poner el disco y alucinar con todo lo que se escucha y lo bien que suena.
¿Han ido cambiando tus gustos con el tiempo?
– Cuanto más vivo, más cambio. Ciertamente, mis gustos han evolucionado mucho y creo que se notará especialmente cuando se publiquen mis primeros trabajos como Jorge Ilegal y Los Magníficos.
¿Serías capaz de decir alguna canción ajena en la que te hayas inspirado para una de las vuestras?
– En este momento no se me ocurre ninguna.
Supongo que has vivido de la música todos estos años. ¿Alguna diferencia últimamente en estos tiempos tan revueltos?
– Hemos cerrado un círculo completo. Lo primero es que en tiempos de crisis sólo se puede confiar en la autogestión, algo que Ilegales hemos practicado desde el principio, pues sólo hemos contado con las discográficas como socios, sin perder nosotros el control de nuestro trabajo. Lo segundo es que internet lo ha cambiado todo. Los medios de comunicación tradicionales han perdido capacidad de filtro; el público los está mandando a la mierda. Auguro gran cantidad de despidos.
¿Cómo ves la sociedad española actual, tan crispada, tan pendiente de los políticos? ¿Te influye lo que lees o la realidad para vuestras canciones o son más personales los temas que piensas que deben tratar las canciones?
– Es lógico que los contribuyentes intenten controlar a todos esos chorizos de mierda. Al que roba se le llama ladrón. Mis canciones son más bien personales, aunque en la forma sí salen a flote algunas lecturas o algunos mensajes. Las canciones que escribo suelen explorar las más oscuras profundidades del yo.
¿Algún proyecto de documental, libro u algo especial sobre el grupo?
– No hay nada seriamente planeado, pero publicaré al menos alguno de mis libros. Este sería un buen momento para Mi vida entre las hormigas.
¿Cómo te tomas la propuesta de tocar en el FIB?
– Me parece un claro ejercicio congruencia la propuesta de Ilegales en el FIB. Años antes de que el festival existiese, estábamos tocando la misma música que algunos de sus más jóvenes cabezas de cartel… Me temo que muchos artistas de éxito del siglo XXI han ido a beber a las mismas fuentes donde nosotros ya habíamos empezado a saciarnos a finales de los 70.
Coméntanos sobre tu próxima aventura. ¿Cansado de 30 años en el rock?
– Me temo que el rock nunca va a cansarme pero he caído en la cuenta de que existe la posibilidad de palmarla sin haber hecho otra cosa. Otros no pueden afrontar ni de broma el camino que ahora inicio. Cualquiera con un poco de oído puede darse cuenta de que la mayor parte de mis compañeros de profesión no dan ni el nivel para un karaoke. A mí me toca mover ficha e iniciar la aventura de recuperar caminos musicales abandonados; pero vivos y excitantes por ser poco frecuentados. Nos moveremos por toda la música europea y sobre todo hispana que sonaba en el periodo que va desde 1928 a 1962. Para hacerlo con propiedad, nos hemos armado con una colección de instrumentos de la época y todo suena acaballante; incluso nos hemos hecho unos trajes a medida para actuar con el máximo respeto a esa música y al público que la va a escuchar.
¿Punto y aparte para Ilegales o punto y final?
– Me temo que resulta poco realista pensar en mantener dos bandas con repertorios de más de 50 canciones cada una. Si algún genio tiene la fórmula será recompensado con… ¡un barril de ron!
Por último, ¿cuál ha sido la mejor anécdota de estos años en el mundo de la música?
– Me resulta difícil elegir una sola, por eso quiero publicar un libro donde estén recogidas todas las historias, que llenarían más de una vida que no fuera tan rara como la que me he buscado. Te puedo hablar de fiestas al límite, de jodiendas con tías impensables, de peleas, de arruinarse y enriquecerse sin cambiar el gesto… Como no hay ‘la mejor anécdota’, y sólo por elegir algo vivido en un escenario, te contaré una carga policial con gases lacrimógenos durante un concierto de Ilegales en Colombia: la gente encendía hogueras con las butacas de la grada y los técnicos nos obligaban a fumar porros echándonos el humo a las narices, porque el humo contrarrestaba el efecto de los gases. En medio de semejante batalla campal, cogí el micro y conseguí parar a ambos bandos con un tono que no era precisamente apaciguador (me sentí grande, me sentí enfermo). Después, seguimos tocando y conseguimos terminar el concierto. No así 16 policías heridos graves y ni se sabe cuántos del público.
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