LOS CARRADINE
Los Carradine, qué hay en el escaparate del gran circo liberal
Son absolutamente necesarios. Pocos grupos como ellos han entendido tan bien qué se debe hacer en el pop y cómo, de qué se debe hablar y en qué situación, cuáles son las influencias correctas y cómo traducirlas en canciones con sentido del humor y verdades como puños. Son Los Carradine, desconocidos para muchos, quienes después de 18 años de existencia guadianesca acaban de editar su primer álbum, Sospechoso tren de vida. No te los deberías perder. Rafa Carradine al habla.
¿A cuál de los hermanos Carradine o a cuál de sus películas o series pretendíais homenajear con vuestro nombre?
– Por decir algunos, al John Carradine de La diligencia pero también al de El club de los monstruos, al David Carradine que hacía de Woody Guthrie en Bound for Glory, al Keith Carradine de Los duelistas y al Robert Carradine de La revancha de los novatos. A todos y a ninguno, en realidad. Elegimos el nombre porque sonaba bien y porque sugería una cierta idea de fraternidad, de clan familiar, con la que sintonizábamos plenamente. Hay que recordar que en esa época (finales de los 80), casi todos los grupos se llamaban Los Tal, con el artículo delante. Fue luego, con el indie, que las bandas empezaron a llamarse Yogur o Brócoli.
¿Pagáis bien para recuperar vuestras maquetas? ¿Qué elementos perniciosos había en ellos?
– Lo único pernicioso que había allí eran las canciones. Pero, vaya, tampoco es para avergonzarse ni nada. Eran los 90. Cualquier tribunal aceptaría eso como atenuante.
¿Algún día se harán famosos los otros componentes de Marta y Las Grifos y Los Mentirosos, o Nacho, escribiendo sus memorias? ¿En qué acabaron ellos, lejos de la fama con el grupo?
– Nacho nunca ha estado lejos del grupo y, de hecho, toca en algunas canciones del disco. Él tenía sus razones para dejarlo y nosotros respetamos su decisión. Le queremos y él lo sabe. De los otros componentes de Marta y Las Grifos y Los Mentirosos sabemos poco o nada. Esperamos, en cualquier caso, que sean más felices que famosos.
Tras mucho tiempo, aparece vuestro primer álbum. ¿No había nadie interesado en publicarlo o, por el contrario, era difícil elegir entre tantas canciones?
– Los primeros que no estábamos interesados en publicarlo éramos nosotros. Vamos, que nunca ha sido una prioridad. Si lo hemos hecho ahora ha sido porque, por primera vez en bastante tiempo, hemos tenido un periodo de cierta estabilidad como grupo y porque hemos encontrado gente entusiasta que nos ha animado a hacerlo. Y porque grabar ahora un disco es mucho más barato que hace 15 años.
¿Han sido vuestros trabajos y contactos actuales los que os han ayudado a editar el disco?
– No. Lo correcto sería decir que hemos conservado nuestros trabajos pese a haber editado el disco.
¿Es una actividad paralela que conviene esconder en ciertos círculos?
– Sólo cuando hay que pedir día libre para ir de bolo. Siempre es mejor pretextar una catástrofe doméstica o una inaplazable visita al médico que decir que vamos a tocar rock’n’roll a Arbúcies. A nuestra edad.
¿Qué es lo que más os disgusta del álbum?
– Aunque suene paradójico, cierta precipitación a la hora de grabarlo. Después de tantos años dedicados al grupo, llegó la hora de hacer un disco de verdad y acabamos escribiendo algunas letras en un banco de la playa de Sant Feliu de Guíxols justo antes de entrar en el estudio a grabar las voces. Joder, como si no hubiéramos tenido tiempo para hacerlo antes.
Bueno, está bien, ¿y lo que más os gusta?
– Los dibujos de Juanjo Sáez. El cariño de todos los que han participado. Que exista.
¿Por qué tanta dispersión en temas y estilos en vuestras canciones?
– A nosotros no nos parece que haya tanta dispersión. Con una guitarra, un bajo, una batería y siete notas, las posibilidades son limitadas. Y nuestra escasa pericia instrumental las reduce todavía más. Dramáticamente, incluso. Ahora bien, tampoco queríamos caer en ese vicio tan extendido en el mundo del pop indie que consiste en hacer un disco y grabar 16 veces la misma canción con títulos diferentes.
¿Y a qué vienen tantas referencias y nombres que caen por aquí y por allá?
– Nosotros entendemos el pop como una tradición, como una cadena. Y nos gusta señalar de forma completamente explícita a qué eslabones nos sentimos directamente unidos. De dónde venimos y de dónde hemos robado. No sólo porque ocultarlo nos parece una grosería, sino porque también es una manera de dar pistas, de abrir puertas, de estimular la curiosidad de la gente. Además, qué diantre, las deudas hay que pagarlas.
¿Cómo se convence a un señor como Billy Bragg para que tome una paella con vosotros, para que permita que le dediquéis una canción y para que, para rematarlo, la cante con vosotros?
– Lo de la paella fue fácil: señálanos a un inglés a quien no le apetezca un arroz en la playa, ¡en junio! Dedicarle la canción… es mucho más que una dedicatoria: es una declaración de amor por su obra y, al mismo tiempo, es una manera de explicar de dónde venimos y qué nos preocupa con palabras sencillas y tiernas. La esposa de Billy Bragg, de origen español, se la tradujo, a él le hizo gracia y aceptó encontrarse con nosotros en Barcelona. Lo de tocar juntos fue para él un reto: jamás le habían pedido antes que actuara vestido de insecto delante de un grupo de niños. Un tipo estupendo. Y elegante: nunca, en los tres días que pasó en Barcelona, nos reprochó que en la canción dijéramos que es muy feo.
¿Salieron muy perjudicados los niños que os vieron en la guardería del Primavera Sound?
– Si tenemos en cuenta que entre ellos había uno con la camiseta de los Clash, y no era nuestro, habrá que decir que no. A los niños les divierte el pop, hombres y mujeres en un escenario haciendo el ganso y apuntando al corazón, a un metro de distancia, gente que se parece a papá y a mamá con guitarras de colorines que brillan un montón. Si nuestros padres nos hubieran llevado a ver a Lone Star en una sesión matinal nos lo habríamos pasado la mar de bien.
Tema del día: ¿Es posible pararle los pies al gran circo liberal?
– Es posible vivir sin que te arrastre. Es deseable que no se extienda la idea de que tienes que unirte a él para forrarte, como objetivo vital. A ello ayuda no dejar de decirle que no pasará y señalarle con el dedo, enseñarle todo lo feo que esconde su escaparate.
¿Qué grupos o estilos no nos recomendáis?
– Ninguno. Ya somos mayorcitos para ir distinguiendo el grano de la paja. Y quien prefiera la paja, adelante. Cuenta con todo nuestro respeto.
Discutid: Los Carradine son el secreto peor guardado de la escena pop estatal.
– Nunca pretendimos ser secretos. Y si lo hemos sido en el pasado, pedimos disculpas por ello.