LADYHAWKE
Ladyhawke, regreso al futuro
Originaria de Nueva Zelanda pero actualmente residente en el Reino Unido, la historia de Pip Brown y el nacimiento de Ladyhawke está llena de experiencias más o menos habituales en el gremio, aunque su pasión por la música y su obstinación por lograr salir adelante es evidente. Su disco de debut, Ladyhawke, viene lleno de sonidos que evocan los 80 como, por ejemplo “Back Of The Van”, “My Delirium” o su éxito “Paris Is Burning”.
Ya de pequeña a Pip Brown sólo le interesaba tocar a volumen fuerte “Cuanto más alto mejor me parecía”, asegura, “pero enseguida empecé a interesarme por la guitarra, el bajo y el sintetizador, tras probar suerte con la batería. A los 16 sentí la necesidad de tener mi propia banda y a los 18 me trasladé a Wellington, donde inicié mi viaje”.
Ese viaje tiene unos comienzos típicos. “Entonces empieza un cuento dominado por el rock, la falta de pasta, los bares desconocidos y los chicos repugnantes. Mi colega y yo montamos una banda llamada Two Lane Blacktop, que era una mezcla entre Iggy and The Stooges con The Clash. Yo tocaba la guitarra y era la única chica. Hicimos muchas giras y nos movimos mucho así que teníamos seguidores en Nueva Zelanda”.
Sus inicios pasan por una furgoneta y los grandes espacios australianos. “Pasé mucho tiempo en la parte trasera de una furgoneta vieja y tiroteada llamada Cereza, con cuatro chicos muy olorosos, mareada, durmiendo en cojines en el suelo y conduciendo por la noche. Tocamos muchísimo en Australia. Eso también suponía conducir horas y horas en una furgoneta de mierda”, asegura Brown.
“Fue cambiar la frescura de la selva de Nueva Zelanda por 40 grados de polvoriento desierto australiano. Sin embargo, ese tiempo fue divertido. Hasta conseguimos hacer algunos conciertos en EE.UU. Puedo decir que he tocado en el CBGB. He pisado el mismo escenario que Deborah Harry, Joey Ramone y muchos de mis ídolos”.
Pero no tardaron en aparecer los problemas. “Al regresar a Nueva Zelanda empecé a tener diferencias personales con la banda. Firmamos para ser teloneros de una gira en Australia y de ahí teníamos que ir al Festival South By Southwest en Texas. Literalmente dos días antes de volar a Australia, nuestro cantante se fue del grupo y el batería le siguió de inmediato. Me dejaron destrozada, amargada y muy enfadada”.
Pip Brown no se arredró por ello. “En un arranque de impulsiva espontaneidad pensé: “Que les den, me voy en ese avión con o sin la banda”, y lo hice. Sin dinero, sola con mi maleta, una guitarra y tres asientos vacíos detrás de mí, llegué a Melbourne. No tenía casa, ni dinero, ni banda. Un chico de Sydney llamado Nick Littlemore acababa de formar una banda llamada Teenager.
Se enteró de que estaba en Melbourne y me preguntó que si quería ser su guitarrista. Me gustó la música, así que empecé a tocar con él. Tocamos juntos durante un par de años. Me mudé a Sydney para estar cerca de la gente con la que componía.”
Ahí empezó más o menos su aventura más exitosa, la que ahora nos ocupa. “Ladyhawke empezó poco a poco a acaparar mi vida y mi cabeza, empeñaba todo mi tiempo en ello. Nick continuo con Teenager, que sigue siendo aún su proyecto personal, pero yo comencé con Ladyhawke por el deseo que sentía de tener mi propio proyecto donde poder expresarme de la manera que quisiera sin tener que dar explicaciones al resto del grupo”.
Desde ese momento, pensaba ya en primera persona. “Quería hacer música que llevara sonrisas a la cara de la gente y dejarles una sensación de nostalgia aunque escucharan mis temas por primera vez. Me gusta que la música evoque recuerdos, quería saber si podía encontrar un método de composición que evocara en mí esos recuerdos al componerla y después los recreara en las personas al escuchar los temas por primera vez”.
Se ha identificado el sonido de su debut con los años 80. “Bebo de muchísimas influencias”, asegura Brown. “Se puede decir que las llevo conmigo, pero lo que he intentado hacer es recrear ese sentimiento de los grandes discos de los 70 y 80. He usado sintetizadores de segunda mano, ya que lo que quería es mantener sencillos riffs de guitarra que enganchen en las canciones, pero hay solos de guitarra aquí y allá. Son mis momentos de autoindulgencia, ja, ja”.
Aquella década es la que más le ha influido. “Quería capturar el espíritu ‘alegre y triste’ que muchos clásicos de los 80 tenían. La música de esa década tiene un sonido único y definido. Gran producción, muchos sintetizadores y muchos riffs de guitarra. Los compositores era relevantes, significativos, y esa era musical ha dejado en mí una impronta indeleble. Creo, a pesar de ello, que la vasta fuente de influencias de la que bebo mezcla bien con mi educación ‘moderna’”.
Pero no son las únicas influencias. “No sólo me influye la música de épocas pasadas, sino que bebo de la cultura pop, y no sólo musical, sino del arte, la televisión, los medios de comunicación, el cine, todo lo que me bombardeó al crecer y ahora también. Eso incluye a gente que hace música en la actualidad, bandas y productores que me inspiran. Me gusta pensar que mi obsesión musical por mis ídolos de los 70 y 80 se ha mezclado con lo que percibo de la música reciente para crear un sonido nuevo, interesante y relevante”.
Ésa es la Pip Brown que hoy conocemos, reconvertida en Lady Halcón. “Ladyhawke y yo somos las dos caras de una moneda. Ella es una parte muy importante de mi personalidad. Lo primordial, como compositora, era crear algo que evocara sentimientos por encima de todo. Espero que Ladyhawke lo haga. Todos hemos sido adolescentes, con la música a tope, saltando sobre la cama con la puerta cerrada".