KIKO VENENO
Que Kiko Veneno decidiera unir sus fuerzas a las de Santiago Auserón parece haber sido definitivo. Cuando se pusieron a trabajar en un nuevo proyecto, hace ahora cuatro años, no sabían muy bien cuál sería el resultado.
Conocían bien sus influencias: las raíces hispanas -más cercanas al flamenco en el caso de Kiko y a la tradición cubana en el de Santiago- y un oído crecido con la banda sonora del rock anglosajón. Tenían amigos comunes: Raimundo Amador, Antonio Rodríguez o el productor Joe Dworniak. Y decidieron pasar la prueba de fuego con una gira en común, en la que Santiago Auserón, ya libre de ataduras al frente de Radio Futura, adoptó la personalidad de Juan Perro.
Con Santiago Auserón en la sombra, como impulsor del proyecto, apareció Échate un cantecito. De su humildad nació su fuerza contagiosa, lo que lo convierte en un hito en la música popular en castellano. Un disco que rompe fronteras y abraza varios palos sin desmerecer ninguno en la particular fusión por la que Kiko Veneno hizo pasar a cada una de sus composiciones. Acompañando, un Kiko poeta en estado de gracia, con una lírica popular muy cercana al costumbrismo y el humor andaluz. ¿Quién no la recuerda?
“En un Mercedes blanco llegó/ a la feria del ganado/ diez duros de papel Albal/ y el cielo se ha iluminado/ Viene desde muy lejos y ya/ no le queda ni memoria/ dice que un duende se la cambió/ por un ratito de gloria”.
La primera etapa estaba saldada. Con Raimundo Amador a la guitarra, Kiko Veneno se dedicó a recoger los frutos de tantos años de espera durante bastantes meses, en conciertos o colaboraciones, viendo como Caraoscura o Los Mártires del Compás fueron concebidos a su imagen y semejanza.
Con Santiago Auserón distanciado y centrado ya en su acercamiento a Cuba, del que su primer disco llamado Raíces al viento es buen ejemplo, a Kiko Veneno le tocaba revalidar su propuesta. Está muy bien eso del cariño tiene un título más que premonitorio. Un aprecio que se va ganando poco a poco, con cada nueva escucha, lo que hará que este disco, que en principio iba a llamarse “Respeto”, tenga una larga vida.
La estrella, reluciente una vez más, como en todo lo que participa, es Raimundo Amador. Tal y como están las cosas, a él, que toca la guitarra flamenca como si fuera una guitarra eléctrica y la eléctrica como si fuera una flamenca, es imposible encontrarle sustituto. A su lado Kiko Veneno sigue persiguiendo un trozo de cielo con sus versos:
“El senador ha llegado enseñando la pistola/ mañana se casa mi hijo todo el mundo está invitado a la boda/ con el bajío que yo tengo todo lo malo a mí me pasa/ si voy seguro me cogen de marrón/ debajo de un camión y sin entrada./ El hombre lluvia me dio dos remedios que aliviaran mi locura/ el primero era un remedio sureño el segundo ginebra pura/ como un loco hice una mezcla que me estranguló el cerebro/ ahora veo a la gente más fea y he perdido el sentido del tiempo.”
Veneno publicado en el año 1.977 -pronto hará 20 años de tan señalado acontecimiento- abrió el camino a toda una generación de renovadores del flamenco. En aquel momento casi nadie le prestó atención y aún hoy su repercusión resulta ridícula. El caso es que la primera edición en vinilo, nunca reeditada y con la palabra Veneno grabada a fuego sobre una barra de ‘chocolate’, es ahora mismo el disco hispano de mayor cotización en cualquier mercado del disco antiguo y descatalogado que se precie.
De ahí a los circuitos minoritarios. Kiko Veneno se pasó parte de los años 80 grabando discos, haciendo algún concierto, entonando pequeños himnos tipo “Pata Palo”, colaborando con los más allegados -Martirio, Raimundo Amador- y compaginándolo todo con su trabajo de funcionario público, ya que su pasión por la música no daba aún para vivir.
Entonces apareció Santiago Auserón y vuelta a empezar.