JULIO DE LA ROSA

Julio de la Rosa, siete vírgenes

 

 

 

 

 

Julio de la Rosa vive con, para y de la música desde 1995. Primero con El Hombre Burbuja, con los que editó tres discos y un recopilatorio. Desde la disolución del grupo, trabaja en solitario, con tres discos acreditados a su nombre y otro en colaboración en el proyecto Fantasma #3. Pero no es todo: ha compuesto ya tres bandas sonoras (una de ellas para una película dirigida por la actual Ministra de Cultura) y también tiene dos libros publicados: Tanto rojo bajo los párpados y Diez años foca en un circo. Ahora llega su cuarto álbum, La herida universal, el más pop, versado en el amor -y el sexo-.

 

 

¿Cómo afrontas esta nueva etapa con el contrato con Ernie?

– Ni siquiera he firmado contrato, ni con Ernie ni con King Of Patio, la otra mitad del asunto. Necesitaba cambiar de aires y qué mejor que hacer un disco entre amigos. Si esos amigos, además, curran bien -como es el caso-, pues qué más se puede pedir.

 

 

¿Sientes que éste es el momento para dar un salto y llegar a más gente, eso se escapa a todo lo que tú puedes hacer o simplemente crees que no hay más público para la escena independiente?

– Llevo toda la vida dando saltos, cayéndome de boca, volviéndome a levantar, saltando de nuevo, avanzando unos pasos y vuelta a empezar. No sé; a mí todo eso, como bien dices, se me escapa. Público hay, a la vista está, aunque la cosa funcione por hypes: de repente todo el mundo alucina con un grupo y puede meter tres mil personas en un recinto, mientras el resto toca en salas pequeñas. Al año siguiente le toca la lotería a otro y así. A no ser que un día me toque esa lotería, mi camino va por otro lado. Cada disco que hago lo escucha un poco más de gente y eso me permite seguir haciéndolos. 

 

 

Me parece que éste es tu disco más pop. ¿Es así? ¿Era intencionado, surgió por contraposición a El espectador…?

– La Historia del Arte se ha movido siempre, consecutivamente, entre lo clásico y lo barroco: a un periodo clásico siempre le ha seguido uno abigarrado, un periodo en el que los creadores buscan algo nuevo. Y viceversa. En este sentido, mi disco nuevo es un disco clásico, puesto que no he experimentado cosas excesivamente extrañas, me he limitado a hacer un puñado de canciones pop, sí, tristes y alegres, movidas y lentas. He ido al ‘menos es más’. En el último año he hecho tres bandas sonoras, y al hacer música para largometrajes siempre tienes que andar buscando algo completamente nuevo, un universo musical que encaje en la película, para lo que tienes que estar experimentando hasta dar con la clave. Así que al componer las canciones del disco lo que me apetecía era coger la guitarra y hacer un puñado de canciones.

 

 

También da la impresión de que has buscado los textos más directos, hablando de relaciones. ¿Buscas con ello seguir explorando, abrir otro camino, seguir motivado a la hora de componer…?

– En mis discos siempre ha habido historias de relaciones; en éste lo que he hecho, además de hablar exclusivamente de ello, es jugar con varios puntos de vista y diversos tipos de relaciones, y sí, he intentado expresarlo de una manera más directa, más sencilla, sin malabarismos de palabras ni metáforas rebuscadas. Siempre compongo las melodías antes que las letras, y me di cuenta de que la música ya tenía mucha verdad por sí misma: no quería estropearlo jugando a ‘mira que bien escribo’. Probé a decir cosas muy simples y me di cuenta de que, con esas melodías, funcionaban. Y que transmitían emociones sinceras, al menos para mí. De repente decir: “Yo nunca quise de verdad” tenía mucha más fuerza que cualquier juego de palabras por ingenioso que fuera. También he usado mucho el humor; en alguno de mis discos lo había eliminado a conciencia, para darle mayor dramatismo a lo que decía, y en éste me he aprovechado de la ironía para darle cierta perspectiva al asunto. Así es como me ha salido: hay algunas canciones-chiste que en realidad están contando cosas realmente miserables, pero si lo contaba de otro modo, ni hubiese sido creíble ni hubiera podido sobrevivir a la escritura, supongo.

 

 

¿La idea del amor -y el sexo- como hilo de todas las canciones de La herida universal surgió una vez compuestas éstas o fue previa al disco?

– No, siempre procuro no escribir sobre amor, ni sexo, ni hombres ni mujeres, pero cuando ves que no puedes, te rindes y lo explotas. Para el siguiente me gustaría realmente no escribir sobre nada de esto, aunque no sé si lo conseguiré. Como el disco aquel de David Byrne: más canciones sobre edificios y comida. Una vez tuve un puñado de canciones hablando sobre amor y sexo, desde distintos puntos de vista, me di cuenta de lo que estaba haciendo. Así que un día viendo una película un personaje dijo en cierto contexto “la herida universal”, e inmediatamente supe que ése iba a ser el título del disco. En realidad no hay tantas cosas que sean comunes a todos los seres humanos. Pero todos hemos sufrido por amor, todos hemos disfrutado con el amor, todos hemos aborrecido una noche de sexo y todos hemos enloquecido con una sesión de sexo del bueno.

 

 

A pesar del título, hay también canciones eufóricas. Supongo que tiene que ver con que en el amor pasamos del dolor a la euforia en cuestión de poco tiempo, ¿no?

– Exacto. En mucho o poco tiempo, da igual. Somos marionetas de esa cosa llamada amor y ella hace con nosotros lo que le da la gana. Me interesaba especialmente jugar con canciones animadas que dijeran cosas tremebundas, y al revés. La canción de “Sexy Sexy Sexy” se puede bailar desaforadamente mientras el narrador cuenta cómo estás siendo aniquilado emocionalmente por tu pareja. Y se lo permites todo, a esa pareja, porque su destrucción viene acompañada de sexo del bueno. Hay gente así, no hablo de mí.

 

 

En el ejemplar que tengo del disco no vienen los colaboradores. ¿Puedes decir quiénes son, qué han hecho y cómo sería el disco sin su aportación?

– Este disco no podría haberse hecho sin la ayuda de Abraham Boba, piano y hammond, Cecilio Santiago, batería, Pau Roca, guitarra eléctrica, Jesús Chumillas, bajo, Pablo Magariños, percusión, Queyi, coros y Diego Galaz, cuerdas. Por mi parte, además de cantar, he acabado tocando un poco de todo: guitarra acústica, eléctrica, española, charango, armonio, pianet, acordeón, kalimba, steel drum, quena, stylophone, bajo, maracas, shakers varios y hasta un mechero. Lo he grabado y mezclado en mi estudio casero, excepto las baterías, grabadas en El Lado Izquierdo por Dany Richter, en Madrid. Una vez grabado y mezclado, hice el mastering también con Richter.

 

 

Es la primera vez que apareces en la portada del disco. ¿Qué nos puedes contar del diseño de la portada del álbum? ¿Querías decir que es más personal, más directo?

– La foto de portada es de Laura López, y el diseño de Celia Arcos. Me apetecía salir en portada de un disco mío por primera vez. Sí, no sé, habrá sido un ataque de ego.  El caso es que me he sentido lo suficientemente orgulloso del disco como para hacerlo. Además, siento que es el principio de algo nuevo. Y la foto de Laura, que ya estaba hecha desde hacía meses, me empujó a ello.

 

 

¿Cómo llevas trabajar en la música en estos tiempos tan turbulentos? ¿Puedes vivir de ello?

– Turbulencias siempre ha habido y habrá. Consiste, en parte, en eso, en moverse contra corriente. Vivo de esto desde que tenía veinticinco años, aproximadamente. A ratos bien, a ratos fatal, pero casi siempre he podido pagarme el alquiler y a veces vivir con ciertas comodidades. Ha habido temporadas que he metido la guitarra en el coche y me he recorrido todos los garitos posibles para poder sobrevivir, y otras en las que el dinero me ha llovido del cielo. El caso es que entre los conciertos y las bandas sonoras puedo mantenerme.

 

 

 

 

 

Además de tus discos y el proyecto Fantasma #3, has grabado bandas sonoras para cortos, películas y obras teatrales y has publicado dos libros -que yo sepa-. Me imagino que será más una necesidad creativa, aunque supongo que también ayuda a llegar a fin de mes. ¿Es todo parte de un mismo proceso que ha ido derivando hacia otros caminos?

– Bueno, empecé haciendo canciones, las canciones se componen de música y letra, así que en cierto sentido tiene su lógica que ciertas músicas que hago, sin las letras, acaben formando parte de películas; y que esas letras, u otras, sin la música, acaben en libros. Desgraciadamente, no siempre es así, pero no es tan disparatado que así acabe siendo. Me lo paso muy bien en todas estas facetas; cada una tiene sus propios misterios.

 

 

¿Alguno que aún quede por tocar y en el que crees que te podrías atrever y podrías aportar algo?

– Cuando haga algo te aviso. Pero no hago las cosas porque crea que tengo algo que aportar, eso me resultaría muy arrogante: ‘hago algo que nadie hace y el mundo lo necesita’. No. Simplemente lo hago porque me lo pide el cuerpo. Hay gente demasiado buena en todas partes.

 

 

Has trabajado con la actual Ministra de Cultura. Si estuvieses en su puesto, ¿cuáles serían tus primeras medidas?

– Intentar llegar a algún tipo de acuerdo con las empresas de telefonía, los p2p y similares, para hacer un nuevo reparto del negocio. Las discográficas ya no pueden sostener la industria, pero el dinero sigue circulando, aunque ahora en otras manos. Se consume más música que nunca y por canales antaño impensables. Al tratarse de nuevas tecnologías, la falta de legislación al respecto es lo que ha puesto todo patas arriba. Así que estaría bien que se pusieran de acuerdo todos los que mueven los hilos, ya que al fin y al cabo son ellos los que ganan dinero de verdad. Escribí algo sobre esto aquí:

http://www.clubcultura.com/diariode/1186/JuliodelaRosa.html

 

 

Fuera de España, ¿dónde has tocado? ¿Cómo te han recibido? ¿Dónde te gustaría ir?

– Hace poco estuve tocando en el Festival de Cine de Guadalajara, en México. Me encantó ver que la gente se sabía mis canciones. A mí me gusta ir a todas partes…

 

 

Has vivido en varias ciudades. ¿Cuáles y qué poso dejaron en ti como persona? ¿Y en tu música?

– Qué pregunta tan difícil, tío. A ver: en Sevilla gané desparpajo. En Manchester vi que la música era posible. En Nueva York aprendí a ser un escaparate de mí mismo. En Estambul descubrí otros mundos. En Barcelona supe que quería vivir en paz y no en guerra, hacer música de paz y no de guerra. En Granada viví y compuse desde agujeros negros, agujeros negros rodeados de belleza. En Madrid decidí quedarme, hasta hoy, porque puedo hacer lo que me gusta, como me gusta y además sentirme como en casa; como en mi pueblo, Jerez, donde lo aprendí todo.

 

 

¿Nos das tu opinión sobre el otoño?

– ¿Cómo? Todo es culpa de los dioses griegos, ésos del Olimpo, que lo explicaron todo con historias marcianas.

 

 

¿Qué queda hoy de aquel chaval que empezó en El Hombre Burbuja?

– No debo de haber aprendido mucho porque sigo haciendo lo mismo, así que supongo que nos seguimos pareciendo.

 

 

Por último, ¿cuál ha sido la mejor anécdota en este tiempo en el mundo de la música?

– Una vez, una señora me echó una maldición, porque no le di unas monedas. Al verme guitarra en mano, me dijo: “Ojalá triunfes”.  

 

 

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