Judee Sill. Éxtasis y redención

Díaz Canales y Alonso Iglesias: Judee Sill. Éxtasis y redención (Norma Editorial)

De todos aquellos grandes músicos que poblaron la escena del Laurel Cayon a principios de los 70, puede que Judee Sill fuese la menos celebrada en su momento y la menos recordada después. De hecho, cuando murió en 1979 a causa de una sobredosis, nadie publicó un obituario. Y estamos hablando de la primera artista que firmó el todopoderoso David Geffen para su sello Asylum. No sirvió de mucho.

Dos discos, y un tercero inacabado en vida, fue todo su legado. Influenciada por la música clásica, y con letras que hablaban de abusos y redención, no era, obviamente, plato apto para todos los gustos. Tenía detrás un pasado de atracos a mano armada, el paso por un reformatorio, un grave accidente de circulación con la consiguiente cirugía, una relación con un camello de LSD, tres matrimonios fallidos y una adicción a la heroína que la llevó a prostituirse. Ni siquiera está claro si su muerte fue realmente un suicidio.

Como se ve, hay en su vida suficientes elementos para una película y, de hecho, el año pasado se estrenó el documental Lost Angel: The Genius of Judee Sill, con la -escasa- información disponible sobre su vida. Pero lo que nadie se podía imaginar es que también podía dar lugar a un cómic, aunque la propia Sill guardó sus diarios ilustrados que iba haciendo sobre la marcha, como sugiriendo la idea. Y mucho menos que este álbum gráfico se fuese a editar en España, donde sigue siendo una figura bastante desconocida, relegada frente a otras contemporáneas como Joni Mitchell, Carole King, Janis Ian o Laura Nyro.

Solo por ello ya cabe congratularnos por su lanzamiento y reconocer el arriesgado trabajo de sus dos autores, Juan Díaz Canales en el guion y Jesús Alonso Iglesias al dibujo. Ambos decidieron no ceñirse al relato cronológico, sino optar por distintos momentos de su vida recogidos desordenadamente, que buscan más la complicidad emocional con el lector que la fidelidad temporal. Sin demasiada información fiable, y al no tener que ceñirse a unos hechos claros, los autores se dedican a imaginar algunas de sus vivencias, con mayor libertad para experimentar. Por ello los dibujos recuerdan un tanto a fotogramas de películas vintage, desenfocados en ocasiones, recreando acertadamente la estética de los años sesenta y setenta hasta en sus viajes más lisérgicos.

Lo que consiguen así es representar brillantemente las distintas personalidades y mujeres que en ella habitaban, la adicta y la artista, la de una mujer con una complicada vida social y un desbordante mundo interior, y cómo ambas facetas convergían para crear esas canciones tan especiales. En las últimas páginas incorporan, además, distintos dibujos, bocetos y portadas alternativas para la edición francesa, traducción que se ha hecho después de este volumen en el país galo.

Si al menos sirve para continuar con la reivindicación de su legado, emprendida hace unos años por músicos como Nick Lowe, Weyes Blood, Laura Veirs, Adrianne Lenker, Ron Sexsmith, Beth Orton o Jim O’Rourke y que alguien conozca su obra, bienvenido sea. Pero si tampoco eso sucede, que nadie dude ni un momento de la validez por sí misma de esta imponente obra gráfica sinigual en el panorama editorial español.

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