JUÁREZ
Juárez: Luna menguante
Que Juárez no es un grupo adocenado por los códigos reduccionistas de la música independiente es algo que ya quedó plenamente justificado en Entre palmeras, su último trabajo. Sin embargo, en esta ocasión van incluso más allá lanzando un nuevo álbum apenas quince meses después.
Juárez ofrece en cada uno de sus discos algo que suena diferente a lo anterior, aunque empleando muchos de los sonidos y tendencias que ya los caracterizan. Y es que el ahora quinteto muestra en cada pieza una personalidad instrumental que los hace diferentes. En esta ocasión se engalanan de romanticismo y melodías sencillamente magistrales, siempre inesperadas, inéditas, donde ahondan en las armonías vocales, los desarrollos instrumentales y un sonido más luminoso siguiendo la estela de su disco anterior.
Canciones con sabor a clásico donde las melodías y las armonías mantienen el protagonismo. En Luna menguante afianzan su trayectoria con un trabajo ambicioso en el que muestran su capacidad para atacar y combinar géneros distintos sin perder por ello la facultad para conjurar esas atmósferas enrarecidas que van del krautrock robusto a la psicodelia o del pop al western. Otra colección de canciones donde seguimos sin poder etiquetar (ni falta que hace) a la banda de Pamplona. Ellos mismos nos presentan cada una de las canciones del álbum.
- Nébula.
Canción-referente al mítico garito de garaje irradiado por la mano del Sagrado Corazón para la creación de situaciones extremas, no aptas para pobres de espíritu. Voces volátiles y sonoridad sucia y optimista con tintes escapistas para situaciones equivocadas. Estados mistéricos naturalmente contradictorios.
- Duerme entre tú y yo.
Referencia intimista a los fieles compañeros que comparten el yacimiento entre dos. Artefacto sonoro y rítmico con potentes balizas sintéticas torneadas por pasajes irídicos. Rasgada y cruda dentellada taylorista de efectos volátiles.
- Tan lejos de casa.
Perfecta melodía optimista de objetivos compartidos. Un grupo de amigos pasando el tiempo de forma armónica y calmada, casi feliz, en el mismo sitio y de la misma manera pero sin llegar a ninguna parte.
- La historia interminable.
Un Baudelaire esperanzado de eternidades afectivas convertidas en refugio. Los paraísos artificiales suponen solo un obstáculo pasajero para un férreo sentimiento mutuo de unidad. El grupo participa mucho del diálogo íntimo de la pareja de creadores de la música y la letra. Muchas de estas remiten a la conjura entre ellos dos, de aquí el título de la canción.
- Crucificarte.
Pasodoble chicano de abandono peckinpahquiano. Sepelio festivo junto a la cruz y la contemplación de la caída y el tiempo perdido. Derrota en tierra de nadie bajo un tiroteo crepuscular.
- Laberinto sin final.
Saltarinas melodías con riffs de sitcom de asonancia de pareja. Cerrando filas la medida se acuerda: nada de que cada cual vaya por su lado, somos un equipo, como en “Cosas de casa”.
- Luna fría.
Pasaje lúcido-onírico colectivo de salvación bajo el influjo selenita. Timbales de himno. Marcha de la congregación hacia el lugar abrigado, posiblemente interesante y apetecible. Júbilo calmado en el vientre de la madre.
- Estela.
Nuevo orden en el universo acuático. La metamorfosis inesperada de los elementos supone una salida y la conciencia de ésta. Manifiesta dicotomía entre luz y oscuridad, donde la luz es casi un accidente o una referencia a contemplar.
- La luz de abril.
Vuelta al chamanismo rítmico en el laberinto underground de posada y vino. Destellos polvorientos bajo la disonancia del muelle vibrante. Es fácil perderse, al fondo se puede observar un minotauro con pistola.
- Invierno.
Una obra maestra. La guitarra y las voces son un vimana, el transbordador de espacios cuánticos. Añoranza de melodías mediterráneas donde el amor es la única matria protectora. Sutil y encantadora, como atravesar el Hindu Kush un día de primavera mientras la tibia luz del sol sobre la tez procura esperanza.
- Caléndula II.
Segunda parte de una de las canciones de un disco anterior. Cierre de círculo, habla de jugar con fuego. Construida sobre una afligida desnudez, guitarra y voz manifiestan el peligro hedonista que desemboca en episodios pirómanos.