JUAN ANTONIO ROSS
Juan Antonio Ross, tras la melodía perfecta
Después de 10 años, en los que solo un recopilatorio recordó a Ross en disco, Juan Antonio Ross regresa con un primer y precioso disco en castellano, Durante el fin del mundo. Compuesto al piano, lo que lo diferencia del sonido más power-pop de antes, es un disco que se acuerda casi de todo el mundo y de todos los estilos, con Miles Davis, Burt Bacharach, Glenn Miller, Brian Wilson, Paul McCartney, Stevie Wonder, la Motown, Supertramp, Foster the People, Cole Porter o Sondre Lerche como banda sonora mientras lo escribía.
¿Algún punto de inflexión crucial en todo este tiempo, algo que haya marcado la evolución de tu música?
– Mi divorcio. El título hace referencia a cómo me sentía durante el proceso creativo y en el estudio. Veías las noticias y te acojonabas (si querías): cambio climático, guerras geopolíticas, pobreza y explotación extremas, crisis económica, depresión… Necesitaba esto para sentir que la vida tenía sentido. Tiene su gracia que aparezca en 2012 llamándose Durante el fin del mundo.
¿Has echado aquí los restos, has puesto todo tu empeño, todo lo que podías, por si acaso cuesta aun más llegar a editar un próximo álbum?
– Siempre echo los restos en cada canción. Aun así queda mucho dentro por escupir. Tengo muchas ganas de empezar a grabar ya todo el material nuevo y distinto que he compuesto en estos últimos dos o tres años. Nunca me guardo nada. Quería poder morirme tranquilo y, antes de hacerlo, tenía que publicar este disco. Ahora lucharé por el siguiente y así seguiré mientras surjan melodías nuevas que me hagan temblar.
Supongo que estarás contento del resultado y con la edición en vinilo, ¿no?
– Alucinante. Es un disco ideal para vinilo por la producción clásica y gruesa. Clifford ha puesto cariño en esto y estoy orgulloso del resultado después de dos años de intensísimo trabajo.
“Todo lo que brilla tiende a la oscuridad”. No sé si es una frase tuya o se la has leído o escuchado a alguien. Me gusta como resumen del contenido de los textos de tus canciones. ¿Era esa la idea?
– No se la conozco a nadie, así que de momento es mía, aunque es un concepto filosófico que conecta con el existencialismo y seguro que algún otro más brillante que yo lo ha dicho aunque fuera de otra forma. Y, sí, resume el concepto general del álbum: mientras algo brille, cogeremos su luz y su calor, y cuando se apague nos iremos a dormir el sueño eterno.
“Yo siempre he querido hacer una canción que fuera perfecta”. ¿Qué tiene que tener una canción pop para que a ti te parezca perfecta?
– No lo sé. A The Beatles creo que les pasaba igual, Teenage Fanclub, Posies, Big Star, Brian Wilson… Es la búsqueda de la melodía definitiva, tan bonita, tan potente, tan sugerente, tan cautivadora que no se pueda escribir nada mejor después. Lo mejor de esto es que siempre piensas que no harás una canción igual cuando una te sale muy bien. Pero nada más lejos de la realidad: la siguiente intenta superar a la anterior y esa canción perfecta debe seguir buscándose. Es un juego infinito y muy sugestivo, aunque también se sufre. Tiene que enganchar, emocionar, parecer que después de eso no hay otra cosa…
¿En algún momento crees que has estado cerca componiendo de ese ideal de canción?
– Con mucha modestia, te diría que sí, he estado, lo estoy casi siempre, siempre dejo mi piel en una canción. Pero hay tantos estándares de cómo debe sonar una canción, de si se debe hacer música para el futuro, música para tu tiempo o música que reivindique lo bueno del pasado… Yo estoy más en la tercera vía, y la verdad es que puede parecérmelo a mí (que la canción sea perfecta) y a nadie más en el planeta Tierra. No hay una regla para medir estas cosas. Si me emociona mucho (como “Cometa”), considero que he estado cerca de ese lugar inalcanzable. Pero yo me defino más como un ‘currante’ que como un aspirante a ‘estrella’ del pop; debe prevalecer siempre, en mi caso, la humildad y la honestidad total.
¿Sientes estas canciones más tuyas por estar cantadas en castellano? ¿Cómo te encuentras expresándote en este idioma?
– Bueno, la voz cambia. He trabajado y sufrido mucho para encajar los textos (que debían ser sencillos) a las melodías sin dejar que el idioma modificase mucho la música (o nada). La melodía es prioritaria para mí, así que baje dos tonos casi todo, canté más relajado, sin modular, simplemente afinando y dando calor a las palabras. Lo que sí es verdad es que el mensaje es más directo y el castellano mucho mas difícil de cantar, pero lo he trabajado mucho y he encontrado un cierto equilibrio. Hay gente que tenía miedo de escuchar el cambio y me dijo, para mi satisfacción: “No noto la diferencia, me suena a Ross”. En fin, será cierto.
Si no recuerdo mal, en su día editaste tres discos de larga duración. ¿Cómo ves hoy aquellos discos?
– Bueno, son como hijos míos y alguno de ellos sigue vigente. Seguimos tocando muchas canciones de aquellos discos que, por otro lado, se vieron reactivados en 2008, cuando publique una recopilación en doble CD que resumía los 3 álbumes y todo el material de singles, EPs, demos y descartes. Se remasterizó todo, se reeditó todo y estuvimos girando un año. De alguna forma, su carácter atemporal y el poco alcance real que tuvieron les deja algo de vida todavía a pesar de que el tiempo camina deprisa. La gente nos pide “My Sister” o “Supersonic Spacewalk”; “Smokin’ Control” no falta en ningún concierto. Creo que son discos todavía por descubrir para mucha gente.
¿Por qué ha pasado tanto tiempo desde tu última grabación? ¿En algún momento sentiste que era tiempo de dejarlo? ¿Cundió el desánimo algunas veces?
– Cuando terminamos la gira de Rossland, allá por 2002, Sándwich, el sello que lo publicaba, desapareció. La mitad de mi banda (el batería Fran Guirao y el guitarrista Javi Vox) eran miembros de Second, y Second dio un salto cuantitativo que no les permitió compatibilizar ambos grupos. De manera que me quedé solo, como aquel que dice. Por entonces mi hijo tenia 5 años, estaba en todo lo suyo, y tenía un negocio de estética con mi ex-mujer, además de mi trabajo. Y la música, ese sueño eterno, era momento de pensar en dejarlo. Pero he aquí que me di cuenta de que no era yo el que decidía, sino la propia música brotando dentro de mí. Así que me propuse en 2006 hacer A Collection for Enemies and Friends, para publicar rápidamente después este disco que nos ocupa y que ya estaba por ahí maquetado. No pudo ser tan rápido; el recopilatorio se alargó, se complicó y finalmente salió en 2008. Mi plan era publicar el nuevo material en castellano en 2009 como mucho y continuar la estela, pero tampoco fue fácil. Y aquí estamos. No obstante, publiqué en ese tiempo dos discos con Rumor, produje dos de Octubre, grabe dos con Joaquín Talismán como batería, di clases particulares y colaboré con casi todo Cristo por estas tierras en discos de toda índole. Nunca estuve parado realmente como músico ni como autor tampoco, aunque en la sombra. El desánimo cunde alguna vez, pero algunos de nosotros estamos en esto por una razón espiritual de conexión con la música en sí misma que todavía no tiene explicación científica. Vamos, que algunos no estamos por la pasta y la fama. Hay que seguir mientras se está vivo. Luego ya será imposible…
¿Cuán difícil es editar hoy en día un disco? Me imagino que ni siquiera la trayectoria que uno tiene detrás ayuda nada en estos tiempos.
– La trayectoria ayuda un poco. Clifford Records se interesó por el proyecto porque le gustaba mi música. Conoces a gente que te sigue ya siempre y, sí, ayuda un poco. Lo realmente complicado es lo de publicar discos hoy en día, pero la verdad es que si tienes pasta puedes publicar o editar lo que quieras. Otra cosa es promocionarlo, tenerlo en canales de difusión mega-súper-grandes, ahí es donde radica el mayor problema. Yo no tengo pasta, he pagado toda la grabación y producción del disco y Clifford lo ha puesto en la calle en una edición muy cuidada y atractiva para los melómanos. De momento, aparte de llevarlo al directo con una banda fantástica, no podemos hacer mucho más. Peor sería que Ross no hubiera sonado jamás en los círculos del pop nacional, sería como levantar un nuevo castillo. Quedan muros y ruinas de lo que ya empezamos a levantar en los años 90.
Esperemos que este disco tenga continuidad. Siendo así, ¿ves este disco como el principio de una nueva etapa o lo consideras algo distinto a lo que en su día fue Ross?
– Lo cierto es que estamos esperando que Analogic termine en el estudio de Raúl de Lara (productor de Second) para meternos a grabar un disco nuevo. Será mi disco moderno y una vuelta a las guitarras. Siempre debió haber una continuidad. A veces no sabe uno mismo porque la vida lo lleva por aquí o por allá cuando quisiste ir en aquella otra dirección. Sí es verdad que este disco es un punto y aparte. Lo del castellano se fue construyendo en esos años de desierto hasta que tomó una forma definitiva, intimista, autobiográfica, pero no pretende ser principio ni fin de nada. Mi sensación era que tenía que hacer este disco antes de morir y antes de hacer otro, estas canciones tenían y tienen un peso específico en mí, cada una de ellas. Lo que vendrá será diferente pero continuará la línea de melodía por encima de todo.
¿Qué evolución personal te ha llevado hasta este tipo de canciones? Creo que el componente de pop a lo Beatles, con algo de psicodélica, ya estaba ahí antes, pero ahora se vuelve más evidente.
– Los Beatles estarán siempre porque fue mi escuela cuando era niño, sin más, y todavía hoy sigo pensando que muchísimas bandas y autores de pop han hecho cosas increíbles sin sobresalir de la línea que se marcó en los 60, principalmente por los Fab Four, pero no solo por ellos. Siguen teniendo ese empaque de música más allá del rock o del pop sin ir más lejos, se convierten en algo universal, y es en esas aguas donde yo aprendí a moverme y a nadar. Lo de la psicodélica es algo parecido, es un elemento jugoso y carnoso que decora las canciones y las hace más versátiles y sugerentes, las aleja del mainstream y parecen más interesantes y extrañas.
¿Dirías que esa música que forma a uno de adolescente y que lo acompaña toda su vida sigue saliendo a la luz en tu caso también en este álbum, al igual que salía antes con el sonido más power-pop de Ross, o lo hace de diferente manera?
– Sí, lo que aprendemos en la infancia esta ahí siempre, sobre todo si son valores contundentes y de peso. No obstante, se va evolucionando con la música nueva que se escucha. En mi caso, algo nuevo puede ser Frank Sinatra o Burt Bacharach y, al mismo tiempo, White Denim o Radiohead. Quiero decir que la música es nueva en cuanto a que la escuchas por primera vez. Para mí estas canciones son ya antiguas, llevan conmigo unos 6 años, y para todos vosotros son bebés recién nacidos. Me influye todo y en cada disco introduzco nuevas influencias que había dejado para otra ocasión. El disco que empezaremos a grabar ahora estará lleno de las mismas y otras influencias no explotadas todavía. Ahí puede estar el matiz. Yo viajo al presente, al futuro y al pasado como oyente de discos, no me cierro a nada y me declaro siempre un melómano empedernido, sin más.
A veces leo o escucho a algunos artistas decir que las canciones están por ahí arriba y ellos son meros transmisores de esas melodías. Tú, además, lo has puesto en canción. “Fiebre”, se llama. ¿Refleja lo que te pasa a ti?
– Con somera exactitud, yo también he dicho eso alguna vez y se lo he leído a Robert Fripp, por ejemplo, pero creo que es verdad. Uno agarra la guitarra y empieza a canturrear sobre unos acordes que molan y, de repente, encuentras algo, no sabes de dónde, tiras del hilo y te encuentras con una canción que a partir de ahí va a exigir que la hagas aparecer para el resto de los vivos y te pide cosas, tienes que ponerte a trabajar sin más remedio, a descubrir qué recónditos subterfugios esconde detrás. Las canciones cobran vida propia y dejan de pertenecerte. Yo siempre me defino como un enfermo o un drogadicto que solo se cura y se calma con música, no solo escuchando, sino intentando construir cosas que salgan de ti mismo y que se parezcan a las que escuchas en otros y te atrapan. Uno siempre compone la música que le gustaría escuchar, entiendo.
¿En algún momento alguien te ha comentado el parecido del estribillo de “Single” con “Love Vigilantes” de New Order? (Por cierto, esta canción va equivocada en el tracklist).
– Pues no, y ahora mismo ni si quiera sé qué canción es. También tiene un ramalazo a The Cure en la voz del Moog, pero es una canción, digamos, ¿protesta? Se llama “Single” porque pretende ser una canción sencilla, directa, sin complicaciones rítmicas ni armónicas, de estribillo contagioso. Además pensaba en el fenómeno “triunfitos”: a veces recargan demasiado y hacen pensar que la música es solo gorgoritos. Esta era mi respuesta ‘simple’ a todo aquello. No me parece mal si se parece a New Order porque me gustan mucho también. Lo comprobaré. Y ciertamente hay un error en el compacto, que no en el vinilo. “Single” debería ser el corte 4 y “Espiral” el 3. Es un guiño para coleccionistas de rarezas (es broma).
¿Serías capaz de reconocer algún tipo de homenajes claros en tus canciones, de referencias evidentes que se nos pueden pasar a los demás?
– Pues, además de las relacionadas con Beach Boys o Supertramp por el efecto de los pianos, hay una referencia muy concreta a Pink Floyd (no es la primera vez) en la canción que da titulo al álbum. Sencillamente, sampleamos el ‘sonar’ que abre “Echoes”, el primer pulso nada más, y lo pusimos para comenzar la canción hasta 4 pulsos. Podíamos haber fabricado o conseguido uno distinto en las muchas formas que hay de conseguir algo así, pero poniendo el de Pink Floyd estábamos diciendo también: “Escúchate ese disco, amigo”. Hay un homenaje concreto al jazz en un tema biográfico dedicado a mi padre por su influencia en casa al escuchar jazz y música clásica a un volumen considerable y mostrarme las trompetas en el canal izquierdo de su primer estéreo mientras Duke Ellington sonaba detrás de los altavoces. En fin, me acuerdo de Los Planetas y de Jorge Drexler, pero sobre todo del universo y los multiversos.
Por último, ¿cuál ha sido hasta ahora la mejor anécdota que te ha sucedido en este mundo de la música?
– Tocar en The Cavern Club. Aunque la mejor anécdota es la dinámica de la música: viajar, conocer ciudades, conocer gente, el camerino. En fin, eso es una anécdota, una forma de vivir, perenne.
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