JOY DIVISION. LA HISTORIA ORAL
JON SAVAGE: Joy Division. La historia oral (Reservoir Books)
Es el baterista, Stephen Morris, quien da una idea bastante aproximada de la extraña coincidencia que se dio en Joy Division al confluir cuatro personalidades diversas que, juntos, crearon una de las bandas de rock más influyentes de la historia: “Estábamos influenciados por nuestras limitaciones. Todos dependíamos de los demás y, si uno de nosotros se salía, entonces dejábamos de sonar como Joy Division. Era una cosa de estar todos juntos. Hooky [Peter Hook, el bajista] no sabía cómo afinar el bajo, era Bernard [Sumner, el guitarrista] quien lo hacía… Yo me acoplé a Hooky porque estaba intentando tocar ritmos melódicos, y Bernard los rellenaba; él no hacía grandes riffs de guitarra, lo que hacía no era intrincado, sino basado en texturas”.
El cuarteto lo completaba Ian Curtis, el cantante, verdadero protagonista -por ausencia tras su suicidio en mayo de 1980- de este Joy Division. La historia oral, quien está siempre presente sobrevolándolo todo, aunque no se le cite, o a través de menciones expresas. Peter Hook, por ejemplo, aún tiene presente la primera vez que lo vio, con la palabra ODIO escrita con letras blancas en cinta adhesiva, cinta que retiraba por las mañanas cuando iba a trabajar. Es una buena muestra de su doble personalidad, la del trabajador cumplidor o la del cantante epiléptico que se transformaba en el escenario, la de la persona dividida entre la lealtad a su mujer y su hija y su amor -platónico, nunca consumado, según descubrimos en estas páginas- por su novia belga Annik Honoré.
Incluso al final, Curtis no tenía claro dónde quería estar. Por un lado, estaba pendiente la gira norteamericana que les podía haber llevado a un público mayor pero que saboteó matándose la noche anterior y, por otro, parece que suspiraba con la idea de vivir en el anonimato al margen de la música: mientras Sumner reconoce que le había hablado de comprar una tienda en una esquina y escribir un libro, Morris asegura que le comentó que quería irse a Holanda y abrir una librería.
Peter Saville, diseñador de todas sus portadas, un elemento completamente asociado a su música desde sus inicios, completa el retrato de Curtis y su banda: “No tenía esa especie de crudeza áspera que sí tenía mucho punk de la nueva ola, pero tenía integridad. No intentaba ser una escucha placentera: Tenía el espíritu del postpunk, pero sin su crudeza. Era algo completamente individual”.
Es esta, tal y como reza su título, una historia oral de la banda, con diversos entrevistados que completan así un relato más completo de lo habitual, revelando detalles y anécdotas hasta ahora desconocidas, como cuando descubrimos que detuvieron a Peter Hook pensando que era el Destripador de Yorkshire. Su subtítulo (Una luz abrasadora y todo lo demás), que define bien cómo los veía el autor, parte de la definición que da Tony Wilson de la noche en que se encontraron por primera vez Robert Gretton (futuro mánager de Joy Division), la banda y él.
Las entrevistas que aquí se recogen fueron realizadas en gran parte en 2006 (y no 2016, como erróneamente se recoge en la nota final sobre las fuentes), preparando el documental Joy Division que Grant Gee filmó en 2007, aunque los tres miembros supervivientes no supieron que se iban a aprovechar para este libro hasta que lo vieron publicado. De hecho, hay declaraciones de la mujer de Ian Curtis, Deborah, que están tomados directamente de las memorias que ella publicó en su día, probablemente porque el autor no consiguió autorización para entrevistarla. A todo ello suma algunas que ya tenía anteriormente y otras hechas recientemente, más declaraciones de archivo de Ian Curtis.
En todo momento queda claro que Jon Savage los conoció bien: estuvo allí en sus primeros tiempos y escribió sobre el grupo en su día, los entrevistó y asistió a sus conciertos. Como se puede comprobar de su propia experiencia, documentada en el libro, su opinión sobre ellos fue cambiando. Siguiendo un orden cronológico, va incorporando los testimonios de los protagonistas de primera mano y aquellos otros que entiende que deben figurar por haber tenido algún contacto con el grupo y por lo que tienen que decir. Por ello su trabajo, con una buena traducción a cargo de Javier Blánquez, resulta indispensable para comprender mejor aquella bendita anomalía que sigue siendo hoy tan o más influyente que cuando apareció hace más de 40 años.