Jimmy’s Hall

Jimmy’s Hall (Vértigo)

JIMMY'S HALL

        

A estas alturas de la película, está claro lo que vamos a obtener de Ken Loach (igual que, por ejemplo, de Woody Allen en otro negociado bien distinto). Cerca de la jubilación, esta podría ser su última andanada politizada, en este caso refrendando la premisa de que ‘la cultura -y la educación- nos harán libres’.

 

Se trata de la historia verídica -tratada con ciertas licencias- de Jimmy Gralton, activista cultural irlandés que sufrió dos exilios. Aquí se trata la etapa que siguió al primero para descubrirnos las causas que motivaron el segundo. Como buen ser humano que tropieza dos veces en la misma piedra, Gralton reabrió un salón en el que sus vecinos bailaban, cantaban, aprendían y compartían inquietudes culturales.

Las clases pudientes más conservadoras y la Iglesia son aquí el demonio que se convierte en aquello que pretende evitar. Como siempre, Loach toma partido por los desfavorecidos y deja claro de forma dogmática quiénes son los opresores, presentados de forma maniquea. No deja de tener razón en sus planteamientos, pero ganaría en fuerza si se los presentase con algún matiz, como la frase final del párroco que muestra un atisbo de entendimiento a quien ha desprestigiado.

Tal vez para que su mensaje pueda llegar más lejos, esta vez Loach deja más de lado su vertiente política y se centra más en las relaciones sociales, tratando con gran naturalidad esa Irlanda de principios del siglo XX en un film que gana, y mucho, en las escenas de grupo y en unas localizaciones mucho más logradas que en películas anteriores.

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