JERO ROMERO
Jero Romero, voz y melodía
Hace poco más de dos años, The Sunday Drivers daban su último concierto. El grupo se separaba amistosamente en dos partes. Por un lado, el resto de la banda sin su cantante, quienes editaron hace unos meses su debut como Mucho. Por otro, Jero Romero, el vocalista, que ahora presenta un debut en castellano, Cabeza de león, grabado gracias a 700 mecenas que contribuyeron a costearlo mediante el sistema de crowdfunding.
¿Cómo acabó todo con The Sunday Drivers? ¿Qué recuerdos tienes hoy de aquellos años?
– ¿Te refieres a cómo quedó nuestra relación? Acabamos como lo que somos: muy grandes amigos. De aquellos años tengo los mejores recuerdos. Los mejores años de mi vida. De las nuestras, me atrevo a decir. Maravillosos.
¿Tenías claro ya en el momento de la disolución que ibas a hacer un disco en solitario? ¿Y en castellano?
– No. Lo decidí bastante después, en abril de 2010. No tenía siquiera decidido que iba a hacer un disco…
¿Fue difícil aceptarse como letrista en este idioma?
– Fue difícil aceptar el sonido de mi voz en castellano. Y también lo fue con las letras, aunque bastante menos. Siempre he escrito, aunque hacía muchos años que no me ponía a escribir canciones. Son dos cosas diferentes: escribir, emborronar papeles y darle forma a una canción. A escribir estaba algo más acostumbrado que a oírme.
¿Cómo encontraste este sorprendente sonido? ¿Algún referente que tuvieras a la hora de componer y grabar?
– ¡Gracias! No tenía muchos referentes con nombres y apellidos. Tenía ciertas ideas o gustos claros. Muchas cosas diferentes muy largas de enumerar. Por ejemplo, no queríamos brillo o reverb excesivos en los instrumentos; no queríamos que nada entorpeciese la voz y la melodía, para lo cual hemos buscado arreglos más de apoyo que sobresalientes por sí mismos; queríamos mucha percusión; queríamos intentar meter muchas cosas pero que diera la impresión de que hay pocas, que es algo que oímos en muchos discos que nos gustan; ir al grano en cuanto a estructuras: no alargar o dejar huecos sólo para que un instrumento se luzca; ser fieles a las primeras ideas que tuvimos de sonidos y arreglos, las más intuitivas; una mezcla de muchas cosas…
Háblanos del crowdfunding, que creo eres uno de los pioneros en España. ¿Ventajas? ¿Algún inconveniente?
– Me decidí por el crowdfunding porque sólo le veía ventajas. Pienso que un proyecto de crowdfunding que no funciona te deja donde estabas, pero no peor. O sea que hay pocos riesgos. Lo maravilloso ha sido descubrir que el planteamiento ‘a priori’ es cierto. Que son todo ventajas. Entiendo que pueda parecer que es fácil opinar ahora que me salió bien y claro que tenía dudas, pero creo sinceramente que, si no lo hubiera conseguido, habría merecido la pena intentarlo.
¿Cuáles fueron tus planteamientos para decidirte por este sistema? ¿Qué es lo que los 700 mecenas de este disco reciben a cambio?
– Me empujó a tomar esta opción más el tener claro lo que no quería hacer -repetir el modo que ya conozco- que lo que sí. Antes de decidirte por el crowdfunding piensas, ¿en qué puede ser bueno para los demás? ¿En qué puede ser bueno para mí? ¿En qué es bueno para ambos a la vez? Y quizá lo mejor para entenderlo es contar la situación en la que me encuentro ahora y por la que he pasado. Tengo el disco ya grabado y a punto de fabricarse y me enfrento al momento de empezar a tocar en directo. He grabado manejando mis tiempos y tomado todas y cada una de las decisiones, al ritmo y en la dirección que yo he querido. He elegido absolutamente todo: fechas, sitios, personas… No he contraído deudas ni he firmado contratos, no he regalado cosas que son sólo mías o que sólo yo me trabajo. Ahora puedo tocar y mi preocupación es sólo una: tocar. Parece una perogrullada, pero no es lo habitual. O no es lo que yo conozco. Tengo garantizado que al menos 700 personas van a escuchar mi disco, y cuando le den al play tienen muchos datos: me conocen, saben cómo se ha hecho el disco, dónde, cuándo, quién, saben de mis estados de ánimo, de mis dudas, de mis decisiones… La manera de escuchar el disco, cambia con tantos datos en la cabeza. Lo sé porque así me lo han contado. Saber a ciencia cierta que tantas personas van a escuchar tu disco es un lujo. Lo que me interesa, que es la gente oiga mi música, se puede hacer desde casi el mismo momento en que yo recibo el master. El vínculo que se crea no tiene precio. Ellos están viviendo todo el proceso desde su nacimiento hasta el final. Otra cosa que sucede, y en la que yo no creía demasiado: que la gente quiere y necesita participar en cosas, ayudar y colaborar. Muchas veces porque sí, y otras a cambio de cosas. En mi caso recibías a cambio desde una descarga digital anticipada hasta compacto y vinilos firmados, entradas para conciertos o asistir a la grabación, y alguna cosa más. Por último, otra manera más sencilla de verlo: el crowdfunding para grabar un disco plantea dos opciones: o comprar el disco en una tienda o comprármelo a mí antes de que se haga. La diferencia es a qué se destina el dinero y a quién le llega según hagas una cosa u otra.
¿Habrá copia física del disco?
– No lo sé exactamente. Me hace ilusión y seguramente lo haré, pero no es mi prioridad. Es un cosa que no entra en el proyecto tal y como está planteado. Digamos que es otro proyecto distinto y ahora no tengo tiempo. Aún tengo que fabricar y enviar lo “proyectado”: compactos y vinilos que ertenecen a los mecenas y tienen dueño, una edición limitada y especial que no se comercializará. Eso ocupa mi tiempo y es mi prioridad ahora mismo.
¿Por qué Cabeza de león?
– El título tiene cierta explicación cuando da título a la canción. Como título del disco, está elegido simplemente porque el resto me parecían aun peores. Es sólo un juego de palabras: me gusta la imagen, la sonoridad e incluso que pueda tener diferentes interpretaciones… pero no pretendo mandar ningún mensaje. Era el mejor de los malos.
¿Cómo hubiera sido el disco sin Charlie Bautista? ¿Entendió lo que querías?
– No me lo imagino: es como si me preguntas como hubiera sido el disco sin mí. Probablemente no existiría. Él y yo nos entendemos a la perfección, en la música y fuera de ella. Incluso a nosotros nos sorprende que jamás hayamos estado en desacuerdo a la hora de decidir algo para el disco. No sólo lo entendió, sino que le pareció bien. En nuestras conversaciones casi siempre se oye: “Claro, eso es”.
¿Los arreglos son suyos? ¿Cómo fue su implicación en todo el proceso?
– En su mayor parte, los arreglos estaban ya hechos en mis maquetas, o por lo menos la idea germinal. Él ha ayudado sobre todo a que esos arreglos evolucionen, a perfeccionarlos. Otros sí son suyos. Su implicación es total. De hecho, él fue el que casi me obligó a juntarnos, ensayar y luego grabar. Además, toca -digamos- el 75% de lo que suena en el disco.
Parece que la melodía y la voz han sido fundamentales, ¿no?
– Sí, eso es una canción, ¿no? Es una máxima, algo que teníamos muy claro y que yo quería. El planteamiento siempre ha sido “decorar” lo que es la base de todo: una guitarra y la voz, que es como están compuestas las canciones. Pero se puede decorar o arreglar de muchas maneras. Y la máxima que te digo es no estorbar. Pensamos en la Motown como paradigma de esta idea: cualquiera de los instrumentistas que suenan sería capaz de tocar mucho y hacer cosas muy complicadas, y con una sola mano, pero se ciñen a esa idea que te comentaba: la voz y la melodía. Incluso el plano de las cosas, cómo suenan y cuándo, nos sirvió de idea. En esas canciones, muchas palmas, muchas panderetas, suenan desde el segundo uno y más altas que la caja de la batería, los desarrollos instrumentales son mínimos, etcétera… No se andaban por las ramas a la hora de enseñar qué les parecía importante.
Todo es muy sencillo, directo, breve, conciso y sin recargar demasiado las canciones. Tal vez por eso enganchen tanto. ¿Era ese el planteamiento?
– Depende de cómo lo entiendas. Me sorprende y me alegra que os suene así, porque me parece muy complicado lograrlo. Es el disco en el que más pistas he usado y más instrumentos he utilizado, pero la sensación es que suenan tres cosas. Eso me hace feliz.
“Devolverte” es el tema que más me gusta. ¿Qué me puedes contar de su texto y de su música?
– No mucho. De qué habla, creo que está muy claro. Me suele pasar habitualmente lo que me pasó con esta canción: doy con una estrofa que me encanta, le pongo letra y me estanco. Tiendo a buscar un estribillo. Y con esta estuve haciéndolo durante meses, hasta que un día pensé que la estrofa no era una estrofa, era un estribillo, y que la canción iba a ser de sólo cuatro estribillos.
David Bowie, The Beatles, Bon Iver, Ryan Adams, Lovely Luna, los Wilco más apacibles… ¿Dónde situarías tú los referentes del disco?
– No te lo puedo decir, sinceramente. El tiempo que ha transcurrido entre que empecé a componer estas canciones y hoy es la época en que menos música he escuchado. Al acabar el grupo, apenas escuchaba nada. No te puedo decir “este grupo es clave”. Ya me gustaría acercarme de lejos a cualquiera de los que citas. Hemos manejado más conceptos sueltos, o discos o canciones sueltas, como lo que te he contado de la Motown, o el sonido de las baterías y los bajos de algunos artistas y discos de los 70 como Neil Young, Donovan, David Bowie… También efectos en instrumentos y canciones desde Beth Gibbons a Sparklehorse, o arreglos de canciones italianas de los 60… ¿Cómo se traduce eso en el disco? No lo sé. Una cosa es la intención, o lo que te gustaría que fuera, y otra el resultado. ¿Te imaginas que sólo porque te gusta Cervantes, lo estudias y lo lees muchísimo pudieras escribir como él?
¿Alguien que veas en nuestro Estado trabajando en la misma dirección?
– Lo desconozco.
¿Qué tal el reto de tener que tomar tú todas las decisiones?
– Bien. Muchas veces he dudado mucho y me ha costado, claro. En un grupo, la toma de decisiones se reparte. No tiene por qué ser bueno, pero personalmente, comprobar que mis ideas pueden ser llevadas a un estudio y quedar bien (para mí gusto), era uno de los retos principales. Algo de terapia tiene, como de reafirmación de uno mismo o algo así.
Por último, ¿cuál ha sido la mejor anécdota de este tiempo en la música?
– No es la mejor, ha habido muchas. Pero esta me hace gracia. Hace años compartíamos mesa y comida con Franz Ferdinand y, presa de los nervios, alguien del grupo le preguntó al cantante “¿Franz, nos podemos hacer una foto juntos?”.
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