ISLAS CÍES, GALIZA

VIAJES


Islas Cíes, camino del turismo verde

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Hasta finales de los 50 aún había población sedentaria en las islas Cíes, configurada principalmente por los descendientes de los campesinos y pescadores y de los empleados de las antiguas fábricas de salazón. Poco a poco fueron abandonando el lugar  y hoy sólo quedan dos habitantes permanentes, Serafín Lorenzo y Benedicto Sotelo.

De todas formas, fueron sus inquilinos ocasionales los que contribuyeron a su fama en los años 70. La gente joven fue descubriéndolas poco a poco, atrayendo a más visitantes cada temporada. Y así creció una fama desmesurada de comuna hippie. Lo único realmente cierto es que el número de gente sobrepasaba en ocasiones lo deseable y que la acampada libre era moneda corriente, con el consiguiente perjuicio para sus valores ecológicos.

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Nada se podía hacer con la ley en las manos, pero se trabajaba ya para conseguir el ansiado rango de parque nacional, tal y como sucedió 17 de octubre de 1980. Con esta declaración comienza una protección legal efectiva, que intentó poner orden en el aparente caos. Conviene recordar que, a principios de los 80, más de 1000 personas al día acampaban libremente, haciendo fuego en cualquier lugar, apropiándose de terrenos que acotaban para el año siguiente y sin respetar las colonias de aves. Algunos días se llegaba a contar 6000 visitantes transportados en parte por compañías piratas. Por si fuera poco, el panorama se completaba con un creciente contrabando en toda la ría, con potentísimas planeadoras surcando sus aguas, y con la Compañía de Operaciones Especiales del Ejército, que realizaba allí sus prácticas veraniegas de supervivencia, alimentándose, en muchas ocasiones, de los huevos de las aves.

El gran cambio llegó en el 83, no sin poca resistencia, pero contando con la ayuda de muchos (asociaciones, autoridades, fuerzas del orden y los visitantes más concienciados) y el respaldo de la ley. En la actualidad, está prohibida la acampada libre, la caza, la apertura de locales públicos o la construcción de viviendas. Se necesita una autorización preceptiva del ICONA para cualquier acción que incida en el parque: únicamente se permite la entrada durante la Semana Santa y tres meses en verano a un máximo de 600 personas para acampar en el único camping existente, más 2000 visitantes diarios, todos con su correspondiente billete de ida y vuelta.

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De la misma forma, todos los elementos geológicos, botánicos, faunísticos, históricos y restos arqueológicos se hallan especialmente protegidos, siendo la única posibilidad de acceder a las colonias de aves marinas dos observadores estratégicamente ubicados. De este modo, la situación ha cambiado radicalmente en los últimos años. Por una parte, entre sus visitantes siguen predominando los jóvenes, aunque haya aumentado el turismo familiar en verano en busca de sol.

Las islas afortunadas

Tres grandes islas formas el archipiélago, con un perímetro de 24 kilómetros y una longitud total de 9 kilómetros: la isla de Monteagudo, la isla del Faro y la de San Martín. Las dos primeras están unidas por la Playa de Rodas y un paseo artificial que dejan a la Lagoa dos Nenos en medio. La tercera se separa de las otras por un canal, Freu da Porta, con 500 metros de ancho y una profundidad de entre 7 y 20 metros.

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Por el Oeste, las islas miran al mar abierto, con un relieve accidentado y rocoso, de grandes acantilados y arrecifes verticales, vertiente en la que están situados los tres faros. En cambio, por el Este se encuentra la suave ría, que cuenta en este lado con diversas playas (Cantareira, la nudista Figueiras, Monjas, Rodas, San Martín), dunas, suaves pendientes y las escasas construcciones humanas. Completan el perfil dos o tres islotes y multitud de bajos y rompientes que han sido lugar de numerosos naufragios.

Diversas comunidades poblaron las Cíes a lo largo de la historia, algunas estableciéndose permanentemente y otras temporalmente a la espera de continuar trayecto dentro o fuera de Galicia. Hay vestigios o documentos de la presencia de comunidades paleolíticas y neolíticas, cuya mejor prueba es una roca de diversos orificios y canalillos utilizada para sangrientas ceremonias.

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Tras ellos, los celtas, romanos (con un curioso episodio del desembarco de Julio César en su retirada de una guerra con los lusos), herminios, vikingos (antes de su devastadora entrada en la Ría de Arousa), berberiscos, turcos, portugueses, piratas (con Drake a la cabeza), ingleses y monjes de varias órdenes las poblaron en algún momento.

Para llegar hasta las islas, hay que tomar un barco desde el puerto de Vigo. El muelle de desembarco se encuentra en la playa de Rodas (isla Monteagudo), convertida en la única puerta de entrada, ya que a la isla de San Martín sólo se accede con embarcación privada. Si se pretende quedarse unos días, conviene reservar con antelación la estancia en el camping, que cuenta con un pequeño supermercado. Cuatro restaurantes sirven comidas, siendo los más recomendados los que se encuentran más alejados del embarcadero, que son los dos regentados por los únicos habitantes permanentes, Serafín y Benedicto.

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Reserva ecológica

Los verdaderos valores de las islas están en su fauna. Cuatro especies de aves marinas nidifican allí: la gaviota argentea, siendo su colonia de 12.000 parejas la más importante y en continuo crecimiento; el cormorán moñudo, que con 300 parejas constituye la colonia más numerosa de España; la gaviota sombría, que cría desde 1974 y alcanza las diez parejas; y, por último, una o dos parejas de araos, especie similar al pingüino y en peligro de extinción por la contaminación del petróleo en las aguas, la caza abusiva e ilegal usando artes de enmalle y la puesta de sólo un huevo por pareja (en 1960 había 500 parejas de araos en las Cíes). Junto a ellos se pueden encontrar otras especies aladas de paso, a la búsqueda de alimento y cobijo. También son importantes las colonias de mamíferos -no resulta difícil avistar ballenas, cachalotes, delfines o marsopas-, reptiles y anfibios, así como otras especies de tipo menor o curiosidades como tortugas y laúdes.

Las cerca de 300 especies isleñas de flora completan la importancia del parque nacional. Pinos, eucaliptos y acacias fueron introducidos en 1850 por Fray Rosendo Salvado, completándose la repoblación de las antaño áridas tierras a partir de 1950. Sorprende la vegetación que crece en los sitios más insospechados, como en las rocas de los acantilados, o la camariña en las dunas, especie prácticamente desaparecida en Galicia y el resto de la Península. La flora marina se ve favorecida por los diversos ecosistemas (playas, rompientes, acantilados, ría, mar abierto) que permiten una extensa variedad, con bosques de feofíceas y otras especies meridionales y nórdicas.

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