FEZ, MARRUECOS
Fez es hoy la cuarta ciudad de Marruecos por su número de habitantes -medio millón, menos que Casablanca, Rabat y Marraquech-, aunque es la que mejor ha conservado sus tradiciones y por eso es, tal vez, la más interesante. Es también la más antigua de las ciudades imperiales de Marruecos, ya que fue fundada poco después de que los árabes se extendieran por el Norte de África, tras la muerte de Mahoma. Cualquiera de los guías que se ofrecen para acompañar en una visita a la ciudad hablará con orgullo de su ciudad: la capital santa, árabe, artesanal y cultural de Marruecos. Por algo es patrimonio de la humanidad, según declaración de la UNESCO.
Fez no es una sola ciudad, sino tres en realidad: Fez el Bali (el viejo) del siglo XI, Fez el Jedid (el nuevo) del siglo XIV y la ciudad europea levantada en el siglo XX por los colonos. Esta última carece de todo interés, a menos que se necesite pasar por ella para algún trámite burocrático.
Para conocer Fez el Jedid no es necesario demasiado tiempo, ya que la mitad de su superficie está ocupada por el Palacio Real, que no se puede visitar, excepto la impresionante puerta de la Plaza de los Aluitas. Lo más interesante es el viejo Mechouar, lugar en el que al caer la tarde se reúnen cuenta-cuentos, adivinos, músicos o acróbatas, recordando un poco a la plaza central de Marraquech. Entre sus murallas y puertas defensivas se puede pasear por lo que queda del barrio judío, donde conviven familias enteras dedicadas a la joyería.
Pero el verdadero tesoro de Fez está en la ciudad vieja: Fez el Bali. La mejor idea de lo que a uno le espera se tiene desde las Tumbas Merinidas, con espléndidas vistas desde lo alto de la colina. La mayor medina -ciudad vieja- del mundo es un laberinto de 42 kilómetros de calles sin salida, tiendas, sinuosos y estrechos callejones, arcos, bazares, fuentes, plazas y toda clase de mercados en la que una vez que se entra no se sabe cuándo se saldrá ni cómo: es tan difícil querer salir como lograrlo sin ayuda. Una visita algo completa implica varios días y bastantes kilómetros a pie.
Es imposible trazar un mapa de la medina, pero preguntando o pagando los servicios de un chiquillo puede llegarse a casi cualquier sitio. El ambiente medieval que se respira en su vida callejera es algo muy especial, con su actividad artesanal, los burros cargados con mercancías que bajan por las estrechas calles -y a los que hay que cederles el paso-, los aromas exóticos, los golpes de los orfebres, la música, las llamadas del muezín, los colores, el bullicio… Todo igual que hace 500 años.
La medina se encuentra dividida en 300 barrios y cada barrio cuenta -con orgullo- con su fuente, su mezquita y su medersa -escuela universitaria de estudios del Corán-. La entrada más concurrida es la puerta Bab Boujeloud, en la esquina suroccidental de la ciudad vieja, una enorme puerta de azulejos que fue restaurada en 1913. Cerca de la puerta está Dar Batha, el Museo de Arte Marroquí, emplazado en una mansión del siglo XIX, con bordados, alfombras tribales, una colección de cerámica iniciada en el siglo XIV, manuscritos, joyería, tapices….
La Medersa Bou Inania, construida a mediados del siglo XIV, es la más hermosa y grande de Fez, con un gran carrilón a la entrada. Dentro, en el patio, pueden verse los mejores frisos de madera de la ciudad, los cuartos de estudio y el yeso esculpido en las paredes. Similar es la Medersa El Atarin, con una fuente de mármol en el centro.
Aunque la gran construcción de la medina es la Mezquita Kairaouine, la mayor del Norte de África -al menos hasta que Hassan II inauguró la de Rabat hace dos años-. Tiene una de las bibliotecas más completas del mundo, capacidad para 20.000 personas y llegó a acoger a 8.000 estudiantes a la vez. Está prohibida la entrada a los no musulmanes, así que sólo es posible echar un ojo dentro desde cualquiera de las catorce puertas, si es que están abiertas, para poder tener una idea de sus 16 naves y sus 270 columnas.
Lo más interesante son los gremios de artesanos que ocupan calles y plazas, muchas de ellas centradas en una única actividad. Desde el barrio de los curtidores se desprende un olor pestilente. Las pieles se cortan y se secan al aire libre, y en una especie de piscinas se les da el color. A pesar de las condiciones infrahumanas que parecen sufrir los que allí están, dicen los que saben que la plaza central sólo está allí para que la puedan ver los turistas, y que los verdaderos trabajadores están en otro lado, a salvo de las miradas indiscretas y críticas.
Los tintoreros no están demasiado lejos, cerca de la plaza Seffarine. En su caso el color final de las pieles no produce el mismo olor. En la misma plaza Seffarine, cerca de la Mezquita Karaouine, y al lado de una hermosa fuente llena de flores de lis esculpidas, están los artesanos del latón y el cobre.
Los alfareros se sitúan cerca de la Mezquita de los andaluces, trabajando en decoraciones geométricas y florales -las figuras humanas están prohibidas por el Islam-. También en una calle cercana se hallan los músicos, que esperan que alguien les pague unas monedas a cambio de animar alguna fiesta.
DATOS PRÁCTICOS:
OFICINA DE TURISMO: En la Plaza de la Résistance
DOCUMENTACIÓN: Pasaporte en vigor
DINERO: Dirham, que equivale a unas 15 pesetas. Hay que llevar pesetas y cambiar en los bancos marroquíes o arriesgarse al cambio negro.
PARA COMER:
– Los tres bares al lado de Bab Bouejeloud ofrecen buenas comidas a precios muy asequibles (Restaurantes Bouayad, des Jeunes, Typiquement).
– Calle Grand Rue de Fez el Jedid.
– Restaurantes en la ciudad europea. Menús más cosmopolitas y caros.
– Restaurante Al Ferdaous: alta cocina marroquí.
DORMIR (al lado de Bab Bou Jeloud):
– Hotel du Jardin Public
– Hotel Cascades
– Hotel Erraha
– Hotel National
– Albergue de Jeunesse (en Rue Mohammed el Hansali)
VIDA NOCTURNA:
– Discoteca del Gran Hotel
– Hotel Mounia
LIBROS:
– Marruecos. Ed. Anaya.
– Marruecos. Guía Kairos (traducción de la Lonely Planet).
– Marruecos. Ed. Hachette.
Ángeles Fernández-Ceballos Carranza
08/06/2022 @ 20:22
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