FALLAS, VALENCIA
Fallas, arde Valencia
Cuánto rumbo a levantar a cada esquina las Fallas de madera y cartón, destinadas a durar un día (Eugenio D’Ors)
Durante estos días, Valencia arde con la pólvora de las Fallas. Desde el 1 de marzo hay, al menos, una mascletá diaria, a las 2 de la tarde, más los fuegos artificiales que señale el programa. Aunque nos queda un poco lejos, os proponemos un recorrido por Valencia, a propósito de su fiesta, una de las más bulliciosas de España.
La medianoche del día 15 comienza la planté de unas 300 fallas, por las plazas de la ciudad, con sus ninots de madera y cartón, que reproducen, normalmente, escenas satíricas de la actualidad. La historia dice que los carpinteros valencianos, cuyo patrón es San José, lo vienen haciendo desde el siglo XVI, cuando ya montaban grandes hogueras frente al hogar familiar, arrojando al final un parot -muñeco vestido y con cabeza-, que fue tomando apariencia grotesca con el tiempo.
Hoy en día, cada falla comprende numerosos ninots perfectamente trabajados y acabados, y para descubrir todos sus detalles es necesario pasar unas cuantas horas en cada una de ellas. Además, todas cuentan con una falla infantil, más complicada por su tamaño más pequeño, pero de una mayor inventiva y detallismo. De todos, sólo algunos ninots se salvan de la quema: el jurado escoge las de mayor calidad de entre los que se exponen en la Lonja antes de su planté, para pasar a formar parte del museo, en el que se encuentra parte de la historia de las Fallas.
Para reunir el dinero necesario, la gente de cada barrio y cada plaza trabaja durante todo el año y los artistas se rompen la cabeza tratando de lograr la más llamativa y original. De todas, las más espectaculares, y de obligada visita, superando últimamente presupuestos de 10 millones de pesetas, son siempre la de Na Jornada (en las Torres de Serrano), la del Convento Jerusalén (en Matemático Marzal), las del Pilar y la plaza de la Merced (en el barrio del Carmen) y la de la plaza del Ayuntamiento (que no entra en el concurso). Algunas cobran una pequeña cantidad por ver los ninots de cerca.
Durante tres días permanecen expuestas en las plazas, hasta que en la medianoche del día 19 se planta fuego a todas a la misma hora, con la gente de su barrio en cada una. En poco menos de media hora todas han ardido. Tan sólo la falla del Ayuntamiento se salva unos minutos, ya que se quema a la una, con todos los valencianos y visitantes alrededor, terminando con otra sesión de fuegos y el himno de Valencia. A la mañana siguiente, todo vuelve a ser asombrosamente como antes, un día laboral más, y muchos comienzan a preparar la fiesta del año siguiente.
Rock y petardos
Siendo las fallas lo más atractivo, la ciudad tiene otras cosas interesantes. Así, los casals, lugar de reunión de las comisiones de vecinos, suelen poner tascas en la calle y organizar verbenas al lado de sus respectivas fallas. En las Torres de Serrano, la verbena de Blanquerías es la más concurrida. Lo más habitual es disfrutar en la verbena del propio barrio y darse una vuelta por las otras.
Aún hay más: barracas falleras, pregones, continuas cabalgatas y numerosos conciertos. Entre los programados este año en la prolongación del paseo de la Alameda, al lado del río, se podrá ver, entre otros, a La Dama Se Esconde, Seal, Seguridad Social, Gabinete Caligari, Somewhere Over England, Los Elegantes, Danza Invisible y Celtas Cortos.
El tráfico está totalmente trastocado por la colocación de las fallas y todo su aparato. Y el sonido más habitual por todos los rincones es el de la pólvora y los petardos, ya que los valencianos, niños o mayores, son unos auténticos profesionales en el arte del ruido.
Noches de ronda
En estas fechas es más difícil distinguir los diferentes ambientes. Todo el mundo, extranjeros incluidos, se reparten por los rincones de la ciudad. Aun así, en la zona de Xúquer seguirán predominando los estudiantes, los mismos que la llenan un jueves tras otro y todos los fines de semana durante todo el año. En la zona de Cánovas, el nivel se eleva considerablemente, convertida en el reino de la ‘gente bien’.
Lo más recomendable es perderse por el lado salvaje de Valencia, el ruinoso casco antiguo. En el barrio del Carmen vale la pena dejarse llevar por sus callejuelas y no saltarse ninguno de sus garitos. Todo el barrio está lleno de los mejores bares que uno se pueda imaginar, y el conjunto es de lo más interesante que se pueda encontrar en una noche de marcha en nuestro Estado.
El Calcata y La Marcha programan música con el nivel de decibelios necesario para poder continuar la noche. Después, a primeras horas de la mañana, es obligada la cita con el chocolate con churros en la plaza de la Catedral, donde se puede ver una de las mayores concentraciones de flores por metro cuadrado engalanando a una Virgen. Y para acabar, un consejo: El Rincón Latino, un tugurio envidiable donde compartir emociones con un tequila, un cerebro de mosquito o un guarapito. Si pasas por Valencia en estos días, es posible que nos encuentres allí.
Xavier Valiño / Mariola Mormeneo