EL ÚLTIMO DE LA FILA
El Último de la Fila, lejos de las leyes de los hombres
“Mi patria en mis zapatos”
Manolo García, Quimi Portet y unos amiguetes. El Último de la Fila. Agrupación familiar, hermanada a la hora de componer canciones, darles forma de sentimiento y hacérselas llegar a cualquiera que desee escucharlas. Su único objetivo, con el que realmente son felices. Toda la vida tocando. Ocho discos grandes, ocho años, tres grupos: Los Rápidos, Los Burros y esta última aventura. Sólo dos seres algo ajenos a la galaxia del rock, honestos, tozudos, convencidos de lo que ofrecen, perfeccionistas. Canciones viscerales, paridas con sufrimiento, que se quieren propias para sentir su pasión.
Lo que hacéis no deja de tener una cierta originalidad, algo distinto en el rock español. ¿Hasta qué punto tiene que ver con vuestra procedencia?
– Manolo García (M): Somos catalanes completamente, aunque yo no nací aquí. Sin embargo, en la música, más que eso, intentamos reflejar que estamos vivos, que pretendemos ser felices, que tenemos carencias afectivas o sobredosis.
¿No os sentís marginados en Cataluña por cantar en castellano como aseguran otros?
– M: Cualquier actividad artística es un lenguaje universal, y el pincel que utilices para encaminar tu arte al público no tiene mayor importancia. Lo importante es lo que sale de ti y llega a los demás, y si gusta o no lo que ofreces. Puedes cantar en cualquier idioma, armenio incluso. Cantamos en castellano porque el cantante soy yo, y yo pienso y hablo en castellano, aunque entiendo perfectamente el catalán. Quimi piensa y escribe en catalán, y así lo demostró en su disco en solitario. Nosotros no nos sentimos discriminados desde el momento en que podemos hacer un trabajo que llega a la gente; las cuestiones políticas, de lengua, son algo personal y que no queremos mezclar. Quimi tiene sus ideas y yo las mías, que hay que respetar, y por encima de esto está el contacto con el público.
¿Es por eso por lo que las letras permanecen un tanto ajenas a ideas de esa clase y son predominantemente intimistas?
– M: Cada uno tiene sus ideas y las expresa. Yo abro el periódico por la mañana y se me pone la carne de gallina; por ejemplo, unos señores con miles de millones y armas que intentan poner un polígono de tiro donde otros tienen sus casas y sus tierras, y que hay una gente que intenta evitarlo, con los que rápidamente simpatizo. Si tengo un micrófono delante y me apetece decirlo, sencillamente lo hago, aunque personalmente no pretenda arengar ni conminar a nadie a nada. Tampoco los temas intimistas son algo vaporoso. “Lejos de las leyes de los hombres” pretende partir desde algo personal a algo más grande, con minúsculas, aunque no pretendamos hacer una política especial. Tenemos una forma de ver las cosas que coincide en muchos aspectos, y en base a eso funcionan nuestros textos. Si quieres, somos bastante idealistas y hay parte de eso en las letras.
Poco a poco vuestro público se ha ido ampliando y cada vez vendéis más discos. No sé si todo esto os habrá cambiado pero, ¿cómo os enfrentáis al éxito: con indiferencia, sentimientos de culpabilidad, sumisión?
– Quimi Portet (Q): Es muy sencillo: como ha sido tremendamente paulatino, continuamos nuestro trabajo con las mismas directrices que teníamos antes. Ésta es una empresa familiar, que empezó así y así continua. El motor de todo esto es la ilusión, la misma que había en Los Rápidos y en Los Burros, y que llevamos con nosotros en la furgoneta. No creo que nos haya afectado especialmente. Lógicamente, cambia mucho: seis años atrás nosotros hacíamos la promoción pidiendo que nos hiciesen entrevistas porque teníamos un conjunto magnífico y decíamos unas cosas estupendas. Ahora, hay una difusión y un interés por nuestro trabajo. Eso nos permite trabajar en la música las 24 horas, intentando que los discos y los conciertos funcionen: yo antes repartía paquetes en moto y Manolo dibujaba gatos para una empresa de juguetes, entre otras cosas. Ésa es nuestra idea del éxito. Hay otra parte que duele, como cuando bajas a comprar algo y la señora te reconoce por haberte visto en la tele. Duele, sí, pero es agradable que la gente te muestre afecto y cariño.
¿Creéis que al ampliarse el sector de público que recibe vuestras canciones todo el mundo sigue entendiéndolas por igual?
– Q: Está claro que cada persona tiene su forma de entender y de asimilar lo que oye. Hace dos años cada canción la oía un cierto número de gente, y ese número se ha multiplicado, pero la canción sigue siendo la misma. Igual con el nuevo disco: no hay concesiones, ni cambio de estilo, ni intención de hacerlo más asimilable. El acto de hacer canciones, discos y tocarlas tiende a mitificarse: se ataca, se defiende, gustan más o menos. Nosotros hacemos canciones, somos sinceros y nos gusta tocar. Si alguien quiere venir a vernos, estupendo. Da igual que sean dos que doscientos mil, siempre que podamos ser músicos, que es por lo que luchamos desde los quince años cuando compramos nuestras primeras guitarras y pagamos las primeras letras. Ahora hay una mayor difusión y un mayor cariño por lo que hacemos. Por lo demás intentamos que nada cambie y que esto no sea como una carrera de atletismo, ascendente, pretendiendo llegar cada vez a más. Queremos seguir viviendo de esto, cosa que hace tres años no podíamos.
Ha pasado un tiempo desde la edición de vuestro último disco, y ya lo habéis rodado por toda la península. ¿Cómo veis ahora este Como la cabeza al sombrero?
– Q: Pues estamos deseando hacer otro. Como decía Miles Davis en una entrevista, “el músico busca la canción perfecta, el estribillo, la melodía, el ritmo perfecto”. No lo encontramos nunca, porque no existe, pero lo intentamos, y por eso hacemos tantos discos. El disco sólo lo oímos al tocarlo en directo. Significa muchas horas escuchando las cintas grabadas, mirando los papeles con tachaduras de donde salen las letras… Cuando lo acabas, te tomas una cerveza, y ya estás pensando en el directo y en el próximo álbum. Yo empecé a tocar para mis familiares en las comuniones. Cuando estaban todos un poco contentos, salía yo cantando las canciones típicas y, cuando estaban engatusados, comenzaba con las mías, que eran horrorosas. Y un poco seguimos haciendo lo mismo: me cuelgo la guitarra y, en vez de cantar para mis tres primos, canto para tres mil.
Me gustaría saber hasta qué punto el cine, la literatura u otras cosas pueden influiros o complementar vuestra visión del mundo.
– Q: Nuestra vida es la normal de una persona de nuestra edad: nos gusta el cine, la literatura, las chicas, las motos… Somos unos tíos a los que les ha pasado unas cuantas cosas, y nuestra música es un conglomerado de las vivencias e influencias de los señores Manolo García y Quimi Portet bien mixturadas.
– M: El proceso es bastante sencillo; no somos científicos de la música ni de la literatura: Quimi se enamora o no, o le pasa algo, entonces veo que es el momento, y canto e intentamos organizarlo y reproducirlo en una banda magnética añadiéndole los instrumentos que veamos, hasta que llega un momento que la canción tira de ti.
¿Y musicales? ¿Qué grupos nacionales veis que hagan algo distinto a copiar los modelos anglosajones al uso? ¿Qué os gusta?
– M: La música está para usarla, y tú oyes una canción y dices si te gusta o no. Es la banda sonora de tu vida.
– Q: Desde “Mi limón, mi limonero” a cualquier cosa famosa como los Rolling Stones. A Manolo le gusta el flamenco, y yo escucho regularmente cantos gregorianos. Aquí, y aunque no sea nada original, hay alguien que me gusta especialmente y nunca nombro: Rosendo, por su forma de tocar la guitarra, por lo simpático que es y por hacer unas letras finísimas. También los 091. Y María del Mar Bonet.
– M: Es difícil encontrar un grupo que te guste todo lo que hace. Tal vez Radio Futura; Danza Invisible en directo tienen una gran vitalidad.
¿Qué añoráis de la época en que tocabais en pequeñas salas, cuando vosotros mismos promocionabais vuestra música?
– M: Yo añoro la cercanía de la gente, la que tenía cuando tocaba en las fiestas a los quince años. En directo tenemos una plataforma que alargamos lo más posible para meternos entre la gente y yo, además, suelo bajar bastante junto al público.
Hace unos tres meses realizasteis una gira por Venezuela. ¿Qué fue exactamente lo que aprendisteis allí o que tipo de influencias recogisteis?
– Q: Estuvimos trabajando. Ellos miran el fenómeno español, ya que empiezan a cantar en castellano, y aquí ya llevamos un tiempo. Yo aproveché para comprar dos discos de Led Zeppelin que estaban baratos y acabé de creerme lo de América, porque soy bastante incrédulo, y creía que todo eso lo habían inventado las agencias de viajes o los tíos de las películas. La gente allí es muy amable, y hay muchos hijos de emigrantes que se mueren por los discos cantados en castellano. Son de espíritu muy alegre, van con coches enormes y la música a toda pastilla. Entramos en un bar a tomar algo con unas señoritas, y tan pronto como se corrió la voz, ya estábamos tocando, con el bar lleno.
Por último, ¿dónde os veis dentro de unos años?
– Q: Dios dirá y el público dirá. Pero tocar, seguiremos tocando, aunque sea para nuestros primos y otra vez en las comuniones.