El hijo de Saúl
El hijo de Saúl
László Nemes (Avalón)
Claude Lanzmann, autor de la obra maestra de nueve horas sobre el Holocausto Shoah, siempre ha mostrado su oposición a recrear en la ficción lo que sucedió en los campos de concentración nazis. El hijo de Saúl entra en esa categoría, al narrar la historia de un sonderkommando de Birkenau, uno de aquellos prisioneros judíos a quienes los nazis obligaban a hacer el trabajo sucio con los muertos, y quien adopta como hijo a uno de los niños que ve morir a manos de sus verdugos obsesionándose desde entonces con darle un entierro digno.
Para evitar la recreación esteticista de lo sucedido, el debutante László Nemes opta por utilizar dos recursos que son la gran baza de su film: por un lado, emplea el formato 4:3 de pantalla cuadrada, con lo que el espectador ve poco pero intuye mucho, todo lo que el sonido y el fondo de la imagen le permite atisbar y que su mente acaba completando; por otro, la cámara nerviosa acompaña en largos planos secuencias al personaje principal en todo momento, siguiéndole detrás de la nuca, de forma que el infierno cotidiano que sucede a su alrededor se percibe desenfocada o secundariamente.
El hijo de Saúl, sobrecogedora y pavorosa, huye tanto del melodrama como de la espectacularidad impúdica de la violencia. La odisea emocional del protagonista, viviendo un horror que es tanto individual como colectivo, se muestra con una neutralidad nada empática. No es de extrañar, pues, que la ficción más brutal, exigente y rotunda del año cuente con el beneplácito explícito de Claude Lanzmann.