DUM DUM GIRLS

Dum Dum Girls, las flores del mal

  

  

  

  

 

Kristin Welchez empezó a escribir canciones en su dormitorio de su casa de Los Ángeles. Con Grand Ole Party se hizo un pequeño nombre en la música. Ha grabado también con proyectos como The Mayfair Set, Les Démoniaques, Zodiacs o Haunted Hearts, este último a medias con Brandon Welchez, líder de Crocodiles y su marido.

 

 

 

Sin embargo, se la conoce más por Dee Dee Penny, la única responsable de Dum Dum Girls, nombre que homenajea al disco Dum Dum (1989) de The Vaselines y a la canción de Iggy Pop “Dum Dum Boys” de su álbum The Idiot (1997). Empezaron editando un single en 2008 y ya tienen tres LPs, el último Too True, que presenta bastantes novedades: canciones pop de sonido oscuro que marcan un período de su vida menos tormentoso.

 

Perdiste la voz mientras hacías este álbum. ¿Lo tomaste como una bendición o una maldición?

Habíamos dado algunos conciertos antes de entrar en el estudio y, a continuación, grabamos todas las pistas instrumentales rápidamente para no perder el entusiasmo. Solo quedaban las voces. Tan pronto me puse a ello, me di cuenta de que no tenía voz. Fue devastador y frustrante, aunque se trata de una historia bastante aburrida.


Pero eso significa que por primera vez tuviste mucho más tiempo para trabajar en las canciones.

– Sí, también me vino muy bien. Acabé con un año de tiempo extra para trabajar en las 10 o 15 canciones que tenía. Las hice en mi apartamento aunque esta vez las maquetas ya fueron eléctricas, no acústicas. Tuve tiempo a pensar qué es lo que quería y cómo. Se trató de algo espontáneo pero meditado, como un caos controlado. Pienso especialmente en canciones como “Lost Boys and Girls Club”, que no se parece en nada a la primera versión, ni en el sonido ni en la letra.

 

 

 

 

 

 


Como resultado de ello, ¿consideras que este disco es diferente a los anteriores, que se trata de un nuevo comienzo?

– Los dos últimos, el álbum Only in Dreams (2011) y el EP End of Daze (2012), estuvieron muy marcados por la muerte de mi madre debido al cáncer [ella estaba en la portada de su debut I Will Be, 2010]. Después de dos años consumida por ello, decidí que el siguiente disco no iba a estar influido por esa parte extraña y traumática de mi vida. También, hasta ahora había invertido casi todas mis energías en las mezclas de los discos, y en esta ocasión, al tener más tiempo, controlé todo el proceso para que se pareciera lo más exactamente posible a lo que tenía en mente.


¿Dirías entonces que es tu trabajo más cohesionado?

– Así lo siento. Aparte del primer disco, que lo compuse a lo largo de un año, los otros dos trabajos estuvieron muy marcados por una fecha límite y lo que sucedió en mi vida. En esta ocasión la mayoría de las canciones surgieron durante un período de semana y media de reclusión en mi apartamento de Nueva York. Antes tenía que sentarme a reevaluar los discos para encontrar una conexión entre las canciones, mientras que ahora la conexión ya estaba ahí. Era como si necesitase sacarlas de dentro.


Supongo que la ciudad de Nueva York tuvo también su influencia.

– Desde luego. No fue algo intencionado, pero sí que se manifiesta. Nueva York no se parece a ningún otro lugar: es muy inspirador y competitivo, aunque no en un sentido negativo. Por el contrario, en el Sur de California hay un ambiente demasiado relajado. Me he dado cuenta de que componer también puede ser algo placentero. Creo que se puede escuchar en el disco su urgencia, su electricidad, su vibración.


¿Te sorprendió la naturaleza o el contenido de algunas de las canciones que escribiste para este álbum?

– Sí, en ocasiones me sorprendía haber escrito algunas porque no sonaban como nada de lo que había hecho anteriormente. Me parecían tan ajenas que no estaba segura de ellas. Se las tuve que enseñar a otros para conocer su opinión. Es increíble lo que puedes conseguir cuando trabajas sola, sin distracciones o la intervención de otras personas.

 

 

 

 

 

 


Hablas de lecturas de Rainer Maria Rilke, Anaïs Nin, Arthur Rimbaud, Charles Baudelaire, Paul Verlaine o Sylvia Plath…

– Siempre he leído desde pequeña, y se decía de mí que tenía libros, no amigos. Lo hago para dejarme empapar por el lenguaje, aunque no trato casi nunca de buscar una inspiración directa para las canciones. En este caso, al menos hay dos que sí la tienen. “Rimbaud Eyes” surgió en parte de “El barco ebrio” de Rimbaud, y el “Himno a la belleza” de Las flores del mal de Baudelaire sirvió como punto de partida para “Evil Blooms”, más para su título que para otra cosa. Siempre intento leer las letras independientemente de la música para ver si funcionan.


¿Has pensando en publicar un libro?

– Me gustaría hacerlo en cuanto tenga algo de tiempo, con fotografías y otras cosas más personales que muestren otra parte de mí.


Siempre has hablado de Patti Smith y Lou Reed como tus padres espirituales, pero ahora citas también a The Cure, Siouxsie and the Banshees, The Stone Roses…

– Son bandas que siempre he escuchado y, a medida que tengo más experiencia y tiempo en el estudio, puedo lograr unas texturas como las que estoy buscando. Se trata de canciones de estructura pop con un sonido más oscuro que ya no se muestran solo a través del sonido garage.


Es que tu evolución ha sido perfectamente documentada en tus discos.

– Cierto. Las primeras canciones que compuse independientemente, cuando toqué la guitarra por primera vez, aparecen en el primer single, “Longhair”. Las cuatro siguientes fueron al primer EP, Dum Dum Girls. Y así hasta ahora, en que ya me puedo permitir darle mayor libertad a quien toque la guitarra y no pedirle únicamente que interprete mejor lo que yo he escrito. De ahí también que me guste más intentar algo nuevo, y eso tiene que reflejarse de algún modo.


¿Recuerdas tu actuación en el Primavera Sound el 29 de mayo de 2010?

– Fue, seguramente, mi concierto favorito de los que hemos dado. Era nuestro primer gran festival, fuera de casa, y fue increíble poder tocar allí, participar y asistir como público.



 

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