DESPUES DE MAYO
Tras la cruda y magnífica Carlos, Olivier Assayas sigue echando la vista atrás. En este caso a los meses que siguieron al mayo de 1968 en Francia, con una serie de jóvenes que tratan de encontrar su lugar en la vida entre consignas revolucionarias, sexo libre, drogas, contracultura, manifestaciones y la muerte de las utopías o la búsqueda de una pareja definitiva.
Los personajes se debaten en su disyuntiva de seguir su vocación y sus inquietudes o acabar sucumbiendo a la comodidad de la vida burguesa que critican. Por ello hay en el film varias voces y varias opciones, pero todas resultan naturales. Todo se siente, por suerte, a la misma altura de unos chavales jóvenes que entonces vivían la revolución y que van madurando delante de la cámara.
Assayas lo vivió, estaba allí, y de hecho su película parte de un texto autobiográfico, Una adolescencia después de mayo: carta a Alice Debord. Además, como ya ha quedado bien claro en su filmografía, reconstruye el pasado de una forma veraz, creíble, natural y sin caer en nostalgias o idealizaciones, con una banda sonora cuidadosamente estudiada con los discos que el director más escuchaba entonces (Syd Barrett, Soft Machine, Nick Drake…)
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