DANUBIO EN BICICLETA, ALEMANIA-AUSTRIA
El Danubio en bicicleta: de Passau hasta Viena
Hay varias cosas con las que uno sueña a la hora de plantearse unas vacaciones en bicicleta: un terreno llano y en buenas condiciones, un paisaje hermoso, buena comida, un lugar cómodo en el que descansar y un destino final interesante. La ruta que sigue el Danubio, llamada Donauradweg, lo tiene todo.
A lo largo de miles de kilómetros a través de Europa hasta llegar al Mar Negro, el Danubio se erige como uno de los ríos más majestuosos del mundo, dividiendo naciones, uniéndolas por el comercio y labrando en sus riberas la ruta ciclista perfecta. Toda una perfecta combinación de historia, paisaje, vida salvaje y gastronomía.
Desde Passau -Alemania-, cerca de la frontera austro-alemana, hasta Viena hay poco más de 350 kilómetros, una distancia perfecta para un recorrido de una semana. A Passau se puede llegar fácilmente desde Munich, ciudad comunicada con el resto del continente por avión, tren o carretera.
Evidentemente, no hay nada mejor que la propia bicicleta. Pero tampoco sucede nada si se olvida o no se quiere cargar con ella: en Passau, como en el resto de la ruta, hay numerosos lugares donde alquilar una -y donde repararla también-. No es necesario contar con una bicicleta último modelo: tres marchas son más que suficientes para un terreno sin apenas desniveles.
La ruta del Danubio no es para los solitarios ni para aquellos acostumbrados a viajar en bicicleta. Es para todos. En un mismo día se puede pedalear al lado de familias completas, parejas, septuagenarios o un padre con su bebé, todos disfrutando de un camino libre en su mayor parte de tráfico rodado. Conviene evitar el mes más caluroso del año: cuanto más cerca de Viena y cuanto más en el mes de agosto, más probable será encontrar… ¡atascos de bicicletas!
Cada cruce está perfectamente señalizado, bien sea al lado de trigales, al lado del río, por el medio de pueblos con casas pintadas elegantemente, al lado de viñedos, escondido en medio de los bosques o mientras se pasa junto a imponentes castillos y monasterios.
El viaje es cómodo: 30, 40, 50 o 60 kilómetros al día: cualquier distancia es realista. Cada uno decide lo que quiere hacer. El asfalto especial para bicicletas y las agradables temperaturas de mediados de primavera hasta principios del otoño -la época recomendada- ayudan a que los kilómetros discurran sin enterarse.
Las huertas de algunas casas jalonan el recorrido. Una buena parte de ellas se han acondicionado para servir a los turistas: el café de la mañana, un buen bocadillo al mediodía, una tarta a media tarde y una buena cena. En caso de que el presupuesto sea reducido, se puede hacer una parada en las tiendas y supermercados de los pueblecitos. Con esto y el maravilloso paisaje, que se presta a innumerables fotografías, puede que la velocidad media se reduzca un tanto.
Cada poco hay un pequeño pueblo en la ruta, con varias casas de huéspedes o casas rurales que alquilan habitaciones dobles con desayuno a partir de unos 18 euros. La reserva se puede hacer desde la misma oficina de turismo de cada población. También se puede programar la ruta teniendo en cuenta los distintos campings del recorrido.
La ruta sigue el río. A veces la ribera se estrecha y hay que cambiar de margen. Pequeños botes esperan a los ciclistas para cruzar al otro lado. Otras veces hay que cruzar un puente o la esclusa de alguna central hidroeléctrica, aunque en este caso hay que tener en cuenta los horarios, ya que no están abiertas todo el día.
El trayecto es bien conocido desde hace siglos por su trazado llano, especialmente en un país montañoso como Austria. Así se convirtió en la principal vía de comunicación entre el Oeste de Europa, más concretamente Alemania, y el Este, en especial Budapest, pasando por ciudades como Passau, Linz, Krems o Viena.
Hace años, esta zona, principalmente la región de Wachau, estaba completamente dedicada a la producción vinícola. Cuando dejó de ser competitiva, la gente emigró. Los que quedaron vieron en el cicloturismo una posible vía de subsistencia. En el momento en que se asfaltó toda la ruta, volvió a crecer la población.
Hoy la ruta tiene como final Viena -o, más allá, Budapest-. Uno o dos días bastarían, si no se cuenta con más tiempo, para conocer la ciudad. La mejor opción es dormir en Klosterneuburg, a 10 kilómetros de la capital, donde el alojamiento es más económico, y visitar la capital desde allí en bicicleta.
El regreso se puede hacer del mismo modo o en tren. Cada día circula uno en ambos sentidos entre Passau y Viena con un vagón especialmente habilitado para llevar las bicicletas. Cabe también la posibilidad de subir o bajar del tren en cualquiera de los puntos intermedios, por lo que, tal vez, el único elemento disuasorio a la hora de emprender esta aventura sea su distancia de la Península Ibérica. La aventura recompensa ampliamente este pequeño esfuerzo.