COLDPLAY 2008

Coldplay, todo lo que puedes dejar atrás

 

“Este álbum,  Viva La Vida or Death And All His Friends, estuvo impulsado por un deseo de pasar del blanco y negro al color”, declara Chris Martin el líder de Coldplay. “O, si quieres verlo de otra forma, decidimos dejar que nuestro jardín creciese un poco más salvaje. Se liberó al sabueso de su cadena”.

 

Como quiera que se describa, no hay duda del salto artístico que Viva La Vida or Death And All His Friends (Viva la vida o La muerte y todos sus amigos) representa para los cuatro amigos colectivamente conocidos como Coldplay. “Creo que es nuestro disco más audaz y seguro”, declara el bajista Guy Berryman. “Estábamos mucho más abiertos a nuevas ideas e influencias y con mucho menos miedo a experimentar”. “Puede resultar fácil reprimirte de intentar cosas porque tienes miedo a lo que podría decir la gente”, añade Martin, “pero nos forzamos a no reprimirnos”.

El resultado es un disco en el que ritmos programados buscan su sitio entre oleajes de órgano de iglesia (Lost!”), en el que el espacio entre estrofa y estribillo se rellena con punzadas propulsoras de cuerdas y tablas al estilo norteafricano (Yes”), en el que despreocupados palmeos flamencos impulsan una historia de tenebrosidad y desesperación (Cemeteries Of London”) o en el que ritmos techno se unen con cuerdas sollozantes para crear una oda a las glorias perdidas (Viva La Vida”). Suena a Coldplay, aunque que distinto.

“El punto de partida para este álbum fue escuchar una asombrosa canción antigua de Blur llamada “Sing (To Me)” mientras estábamos de gira con X&Y”, cuenta Martin, refiriéndose a un hipnótico tema palpitante del primer álbum de Blur. “Recuerdo escucharlo y pensar: ‘Vale, necesitamos mejorar como banda’”. La primera canción para el nuevo álbum de Coldplay se compuso el día inmediatamente después.

“Me motivan dos cosas”, continúa Martin. “Una es intentar dar un sentido a la existencia. La otra es cuando escucho algo brillante, intentar componer algo tan bueno como eso. En este álbum nos inspiró tanta música increíble. Habíamos escuchado a Rammstein y Tinariwen uno seguido del otro y el resultado sería algo como la parte central de 42”. Para otro tema podíamos haber escuchado a Marvin Gaye y Radiohead. O Jay-Z y el  Golden Gate Trio. O My Bloody Valentine y Gerschwin. O Delakota y Blonde Redhead. No había limitaciones”.

“No hay duda de que ampliamos nuestras miras”, declara el guitarrista Jonny Buckland. Pero aquellas ampliaciones sónicas no surgieron a costa de las melodías que han ayudado a convertir a Coldplay en una de las bandas favoritas del mundo desde que publicaron su álbum de debut, Parachutes, en el año 2000. Puede que su nuevo disco encuentre a Coldplay en un estado algo más experimental, pero sus 10 canciones todavía arrancan con grandes ganchos y estribillos vitalistas. “Eso espero”, responde Buckland, “Nunca nos hemos sentido avergonzados de nuestras canciones y nunca lo estaremos”. “Todavía estamos obsesionados con hacer canciones que puedan cantarse a las vigas”, asiente Martin. “Sencillamente queríamos presentarlas de forma diferente”.

Con ese espíritu, la banda decidió muy al principio del proceso de grabación que éste sería el álbum más corto. “Nos dimos cuenta de que en realidad no habíamos escuchado ningún álbum de principio a fin en mucho tiempo”, explica Buckland, “por la sencilla razón era que la gente mete demasiadas canciones en ellos”. “Así que, aunque eso significaba dejar fuera algunos temas que nos gustaban”, cuenta Martin, “este álbum tenía que terminarse antes de lo que dura un capítulo de CSI”. En efecto, la banda mantuvo los diez cortes del álbum dentro de su objetivo de 42 minutos.

Otra gran oportunidad fue que la banda encontró un cuartel central permanente: una antigua panadería metida en un callejón anónimo enfrente de unas viviendas municipales al norte de Londres. Allí podían ensayar, componer, trabajar en diseños o simplemente relajarse -la diana de dardos demostró ser especialmente popular-. Según cuenta Buckland, “es la primera vez que hemos contado con un hogar propiamente dicho para la banda desde que ensayábamos en mi cuarto de estudiante en 1999. Y supuso una gran diferencia”.

“La panadería ha sido una completa bendición del cielo”, asiente el batería Will Champion. “Podíamos ir todos los días, sin presión de horarios, y simplemente trabajar en nuestra música. Anteriormente, pensábamos: ‘Tenemos un puñado de canciones, vayamos a un estudio caro y grande y empecemos a grabar’. Pero luego, acabábamos descartando la mayor parte del material y teníamos que empezar de nuevo otra vez, porque no habíamos pasado el tiempo suficiente ensayando o componiendo. Con este disco, hemos pasado meses en The Bakery (la panadería) antes de entrar en un estudio. Probamos, hicimos maquetas y tocamos, ensayamos y practicamos hasta que las cosas sonaban muy bien. Acabamos mucho mejor preparados para la grabación en sí misma, mucha parte de la cual también la hicimos de hecho en The Bakery también”.

Desde el principio, a la banda se les unieron en la Bakery los dos productores del álbum, Brian Eno y Markus Dravs. “Fue idea de Brian trabajar con nosotros”, declara Martin. “Yo solía encontrarme con él a menudo para cenar y empezamos a tocar máquinas y eso directamente valió por un año de trabajo de producción. Luego vino Markus a través de Win de Arcade Fire, después de trabajar en Neon Bible. Win me dijo: ‘Deberías trabajar con este tipo porque os meterá caña y os pondrá en forma’”.

Eno y Dravs unieron sus talentos para formar una especie de dream-team de producción de ensueño en el estudio. “Los dos tienen personalidades muy distintas”, explica Berryman, “se equilibran mutuamente”. Como había insinuado Win Butler, Dravs fue un maestro de la tarea dura. “Nos hizo trabajar como perros”, dice burlonamente Buckland. “Todo se tenía que hacer siguiendo sus exigentes estándares. Nos forzó realmente como músicos para llevarnos hasta el punto en que podríamos grabar la mayor parte del álbum en directo”. Y eso es exactamente lo que hicimos. “Yo diría que aproximadamente un 80 por ciento de lo que escuchas se grabó con nosotros cuatro en círculo, tocando juntos”, cuenta Martin. “Ésa es una forma bastante atípica de grabar un disco hoy en día, pero es lo más divertido de estar en un grupo”.

Eno, a su vez, proporcionó la inspiración y confianza que necesitaba Coldplay para desarrollar su sonido. “Desbarató por completo la fórmula”, declara Champion. “Nos forzó a cambiar todo sobre nuestra forma de trabajar y ver luego dónde nos llevaría eso. Brian tiene la asombrosa habilidad de desmitificar la música maravillosa y hacer que parezca alcanzable. No nos daba miedo nada”.

Y eso significa todo; ya fuese trasladarse a Barcelona para grabar voces de coros en iglesias antiguas o invitar a un hipnotizador a su cuartel en The Bakery. “Eso fue un día bueno”, replica Champion. “Nos llevó a través de este proceso de extrema auto-relajación y las posibilidades de lo que se puede hacer cuando estás en un estado en el que no existen restricciones a tu imaginación. Luego volvimos allí y tocamos algo de música. Había algo de esperanza de que seríamos capaces de hacer… ¡una regresión hacia algún madrigal de la época de los Tudor o algo así!”

Por desgracia, eso no ocurrió, ni tampoco ninguna de la música resultante entró en el álbum, pero para la banda la experiencia mereció la pena. “Yo estuve zumbando durante semanas”, cuenta Champion. “Sencillamente respaldó lo que Brian siempre dice de no tener miedo a experimentar e intentar cosas que no has hecho antes”.

“Brian aportó mucho a este álbum”, asiente Martin. “Para empezar, tocó de hecho en él. Pero aportó vida, libertad, motivación, distorsión, emoción, excentricidad, locura, sexualidad, locura por la tecnología y un toque Roxy Music. Todo eso. Él es asombroso”.

Otra presencia crucial en el estudio para fue el amigo íntimo y antiguo manager de la banda, Phil Harvey. Es la persona que verás enumerado como el quinto miembro de Coldplay en el libreto. Cuando la banda había hecho su tercer álbum, X&Y en el 2005, Harvey estaba ausente, viviendo en Australia. “Con nuestro anterior álbum, perdimos a nuestro editor y quinto miembro, porque estaba a unos cuantos miles de kilómetros de distancia”, cuenta Martin. “Algunas de las canciones del disco son geniales, pero necesitábamos a alguien que dijese, relajaos, quitar eso, no os preocupéis por esto. Phil es como una figura para nosotros”. “Marcó la mayor diferencia de todas en este disco, creo”, añade Buckland. “Le echamos tanto de menos en el anterior… Es nuestro hombre sabio, caja de sonidos, referencia, área de delimitación, todo. Es increíble lo mucho más fáciles que son las cosas cuando él anda por aquí”.

Lo que desde luego no quiere decir que hacer Viva La Vida or Death And All His Friends estuviese libre de problemas. Coldplay siempre se las han visto negras para hacer sus discos, y éste no fue ninguna excepción. “Ha sido de hecho más que nunca como una montaña rusa”, declara Martin. “Creo que si quieres hacer algo bueno, tienes que sufrir por ello. Y pasamos por todo tipo de emociones que se te puedan ocurrir. Excepto pereza. Realmente no hemos pasado por eso. Pero sí por todo lo demás. Y creo que se puede escuchar eso en el producto acabado”.

Viva La Vida or Death And All His Friends coge su título de los extremos de emociones que lo impulsan. Este es un álbum caracterizado por la pérdida y la incertidumbre, el viaje y el tiempo, la felicidad y los remordimientos. “No estoy seguro si es un síndrome bipolar, pero sin duda algo pasa en nuestras cabezas que es tanto deprimido como animado”, declara Martin. “Por desgracia, es incontrolable. Escribí estas canciones en esos dos estados de ánimo; hay ánimo y depresión por todas partes. No había ningún plan de letras, simplemente salieron así. Pero son gritos de llamamiento a la movilización. Siempre hay amor, alegría y emoción en nuestra música”.

Todo eso queda patente en el vértigo de Lovers In Japan” o el éxtasis carnal de Strawberry Swing”. Pero está claro, también, con la esperanza de un tema como 42” (“Debe de haber algo más”) o el clímax que recorre la espina dorsal de arriba abajo cantado en grupo hasta “Death And All His Friends”. “Nunca vamos a peder el deseo de ser optimistas”, declara Martin.

¿Qué hay entonces, de las ambiciones de Coldplay para este nuevo álbum? “Quería que este disco consiguiera hacernos merecedores del puesto en el que hemos estado”, responde Martin. “Y no hay duda de que hemos salido de este proceso como un grupo mejor; sea lo que sea que cualquiera considere del disco, cuando tocamos en directo, vamos a salir ardiendo. Pero, finalmente, no importa lo cerebral que intentes ponerte con este disco, este álbum está ahí para entretener a la gente, para proporcionar 42 minutos de disfrute, con diez grandes canciones que cada una de ellas será una favorita para alguien. Tengo plena esperanza de que hemos logrado eso”.

 

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