CINQUETERRA, ITALIA

Cinqueterra, senda Patrimonio de la Humanidad al borde del mar

 

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En este litoral hay cinco castillos casi a la misma distancia entre ellos: Monterosso, Vulnetia, que hoy en día se llama Vernazza, Corniglia, Manarola y Riomaggiore. No sólo en Italia, sino también entre los Galos y Británicos son célebres por la superioridad y nobleza de su vino. Espectáculo digno de admirar son sus montes, a veces con pendiente suave, pero a veces tan escarpadas que incluso los pájaros se cansan cuando los sobrevuelan, pedregosos, no retienen el agua, sembrados de viñas tan esbeltas y frágiles que parecen hiedra: de estas viñas nace un vino para una mesa real. – G. Bracelli.

 

Comentan que la única construcción humana que se puede ver desde el espacio es la Gran Muralla China. Sin embargo, hay otra gran muralla en la Tierra que no se ve desde el espacio y que es mejor que sea así. Sus muros los han levantado durante miles de años las gentes del lugar, tan sólo para que en sus tierras creciera el vino. Son las terrazas de viñedos de la comarca de Cinqueterra (Cinco Tierras), con unos muros construidos en pocos kilómetros cuadrados y que equivalen al trabajo de construcción de una muralla de dos metros de altura por once mil kilómetros de anchura, o sea, lo mismo que la Muralla China.

 


terrazas de vino

 

La semejanza está en que ambos son Patrimonio de la Humanidad, según la UNESCO. Sin embargo, a diferencia de la Gran Muralla, los muros de Cinqueterra -que, gracias a Dios no gozan de la misma fama-, pueden ser contemplados en una única jornada a lo largo de un sendero que conecta sus cinco poblaciones, aunque el lugar bien merezca dedicarle algún día más. Además, conviene hacerlo cuanto antes, ya que el acusado abandono de las terrazas cultivadas ha llevado al World Monument Fund a incluirlo en la lista de los 100 lugares en riesgo de desaparición.

 

mapa

 

En total, el Parque Natural de Cinqueterra ocupa algo menos de diez kilómetros a lo largo de la costa de la Liguria occidental. Sus cinco pueblos, resguardados por espolones de piedra y distribuidos como racimos en pequeñas ensenadas naturales, forman parte de una costa llena de precipicios, barrancos y acantilados que a menudo son casi completamente verticales, de bahías, grutas y playas encantadas.

 

sendero

 

La relativa dificultad de acceso y el deslumbrante dramatismo de su costa lo convierten en el principal reclamo de toda la Riviera italiana. Inevitablemente, en verano sufre abundantes aglomeraciones y los pueblos han perdido parte de su encanto al sucumbir a las tiendas de recuerdos y los restaurantes sin carácter, pero, aun así, no se debería pasar de largo ni siquiera en el mes de agosto, si es que no se puede visitar en otra época del año.

 

El acceso más recomendable es en tren, a través de la línea Génova-Roma. Además, el billete se segunda clase entre La Spezia y Levanto da derecho a un número ilimitado de viajes entre cualquiera de los cinco pueblos en la misma jornada o, una vez completado el sendero, volver al punto de partida. En coche se puede llegar hasta Riomaggiore o Manarola más fácilmente, ya que a los otros tres pueblos sólo llegan carreteras mucho más tortuosas. En verano, también es posible el acceso en barco desde otras localidades cercanas con las compañías Navigazione Golfo dei Poeti o Navigazione Ligure Tirrena.

 

riomaggiore


 

Si el sendero se sigue de Sur a Norte, se comienza en Riomaggiore, población que toma su nombre del torrente que lo cruza y que es la que está más situada al Este de las cinco. Al ser la de más fácil acceso, es también la más visitada. De todas formas, no deja de tener su encanto con las casas pintadas de diferentes colores y apiladas en las pendientes que se sitúan sobre el puerto, sin que haya dos casas al mismo nivel.

 

manarola

 

 

De la plaza del tren en Riomaggiore parte el primer tramo de la senda, llamada en este punto Vía del Amor, y que conduce en 30 minutos de caminata apta para todo el mundo (2 kilómetros) hasta Manarola. En este tramo es posible avistar delfines y ballenas, ya que este trecho de mar se halla incluido en el Santuario de los cetáceos, un área protegida internacionalmente. Manarola, el segundo pueblo de Cinqueterra en esta ruta es, probablemente, su lugar más pintoresco; en él las casas de tonos pastel se amontonan de forma inverosímil sobre una prominente roca oscura.

 

corniglia


 

Desde Manarola el terreno se alza levemente, para convertirse en llano hasta llegar a la estación de tren de Corniglia. Al pueblo se llega tras subir un duro tramo de escaleras. En total, se invierte poco más de una hora. Corniglia es el más pequeño de los cinco pueblos y, también, el más remoto, atrincherado sobre un escarpado promontorio a más de 90 metros sobre el nivel del mar.

 

playa


 

La mejor playa de la zona, Spiaggia di Guvano, se encuentra al Norte de este promontorio. Desde la estación de tren se deben seguir las indicaciones que llevan hasta un túnel en desuso al que se accede tras llamar a un portero automático. Después de un kilómetro por el túnel y de haber pagado cuatro euros para poder entrar, se llega a la única playa nudista de la zona, un oasis de calma entre el arisco paisaje.

 

vernazza


 

Desde Corniglia, el sendero se mantiene casi en la misma altitud durante un largo trecho, con algunos tramos más difíciles, para bajar finalmente hasta Vernazza, al que se llega tras hora y media de caminata. Éste es el lugar más admirado de Cinqueterra, con un pequeño puerto natural con forma de anfiteatro y lleno de calles estrechas y casas multicolores. En su cima se encuentra la torre de vigilancia que los genoveses construyeron después de destruir el antiguo castillo en 1182 para castigar a la gente del lugar por piratas.

 

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La última parte del trayecto es la más larga y tortuosa, elevándose hasta los 180 metros y descendiendo abruptamente hasta terminar cerca del ayuntamiento de Monterosso, después de dos horas de marcha. Es ésta la principal población, la más desarrollada y la que cuenta con más población (1800 habitantes), con la paya de Fegina ocupando su franja costera, varios restaurantes, hoteles y la única Oficina de Turismo de la zona. Una vez allí, al final de la ruta, el viajero no sabe si disfrutar del reencuentro con la civilización o añorar los escarpados paisajes por los que acaba de transitar.

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