BRUCE SPRINGSTEEN LIVE 2009
Bruce Springsteen en concierto
Sería muy fácil ser cínico con él: tres giras por el Estado en 20 meses, una E. Street Band con elementos añadidos y algunos a los que les cuesta seguir el ritmo -especialmente Clarence Clemons-, canciones de los últimos discos que no están a la altura de los grandes clásicos, una voz ronca -era el final de la gira europea-, incluso la desorganización -con gente que accedió sin entrada al abrirse las puertas tras asumir que los que esperaban en las interminables colas no entrarían nunca, la sensación de estar como sardinas en lata en un recinto que no da más de sí…-
Sin embargo, una vez más, hay que rendirse a la evidencia. Desde el primer momento, con, sí, “A Rianxeira” a golpe de acordeón a cargo de Nils Logfren, Springsteen rindió al Monte do Gozo. Unas intensas “Badlands” y “Out In The Street” sirvieron para avisar de lo que se avecinaba, con “Hungry Heart” como continuación y recordatorio de que en Working On A Dream predomina el pop y, por lo tanto, también habría sitio para otro tipo de canciones distintas a lo acostumbrado.
Hubo tiempo para un “Murder Incorporated” épico, para cederle el micrófono a una niña en “Waiting On A Sunny Day”, para jugar con un pequeño peluche que alguien del público le había dado, para el numerito final a lo James Brown del cantante por el suelo agotado y reanimado por un doctor…
Como ya es habitual, también recogió peticiones de las primeras filas. Y en lugar de optar por lo fácil, buscó aquellas versiones -además de la prevista “Rockin’ All Over The World” de John Fogerty- que supusieran un reto, preguntando a la banda si las podían encarar: “Burning Love” de Elvis Presley y “Born To Be Wild” de Steppenwolf. También se lo puso difícil al grupo, intentando recordar un “This Life” del último disco que parecían haber olvidado y del que salieron airosos. Con cada desafío, un nuevo converso, si es que quedaba alguien que aún dudaba de su capacidad y entrega.
Todo lo que el público esperaba, lo tuvo, e incluso más. Si se sabía previamente que serían cerca de tres horas, aquí se pasó de largo, sin tan siquiera un descanso para tomar un respiro entre los bises, ocho en esta ocasión, frente a los cuatro o cinco habituales. Si cerraba habitualmente con “Twist & Shout”, entremezclado con “La Bamba”, aquí cayó además un “Born In The USA” que no toca nunca. Guste o no, el caso es que la cima de su período comercial sirvió como traca final para intuir que esto había sido algo distinto.
Los que lo siguen allá donde va reconocían que en Compostela habíamos tenido la mejor versión de Springsteen en el Estado en los últimos años. Difícil que alguien no saliera satisfecho de lo que había presenciado. Aquí se dio la unanimidad que no consiguen Van Morrison, Lou Reed o Bob Dylan en sus conciertos, puede que sólo Neil Young o John Fogerty. Seguramente, ésta será la última ocasión en que hayamos visto a la E. Street Band tal y como la conocemos. Springsteen advirtió, en castellano, que volverá. Veremos cuándo. Y, también, si podrá superar esta noche ya marcada en la memoria colectiva.
(Monte do Gozo, Santiago de Compostela, 2 de agosto. Promotor: Doctor Music. Lleno -38.500 espectadores-)
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