BOBBY BARE JR.
Bobby Bare Jr., vaquero en la arena
“Me gustaría presentaros a la próxima superestrella. En veinte años estará tan avergonzado de lo que ha hecho en este disco que probablemente me demandará. Y él y todos sus amigos estarán tan colocados que acabará diciendo: ‘Mira lo que me hizo hacer el viejo’”. Así fue como su padre Bobby Bare, la leyenda del country, presentó a su hijo Bobby Bare Jr. por primera vez en un escenario en los años 70.
Puede que Bobby Bare Jr. no esté hoy impresionado por su participación en “Daddy What If”, canción incluida en el disco Bobby Bare Sings Lullabys, Legends And Lies (por cierto, al final de esta entrevista hay una buena anécdota sobre esta historia), pero tampoco reniega para nada de lo que su padre y su música significan para el canon del country. Por lo menos estuvo allí mientras se grabó el disco y puede presumir de haber tratado en aquellos años a todos los grandes del género.
La carrera de su padre aún marcó más su vida. Como no paraba de hacer giras, el joven Bobby Bare Jr. se quedaba siempre solo en casa con su madre y su hermana, quien murió a los 15 años, dos semanas después de dar a luz. Así que el joven Bobby tuvo que pasar por todo el drama convertido en ‘el hombre de la casa’, como él mismo reconoce.
Hoy Bobby Bare Jr., a pesar de ser un residente de Nashville, no sigue estrictamente las enseñanzas de su padre y no hace country. Lo suyo es un rock de guitarras que tiene a Neil Young como principal referencia. Si de joven trabajó en una tienda de bicicletas, de electricista y como líder de un combo que hacía versiones, el primer grupo que le impresionó fue Jason & The Scorchers, justo el tipo de banda que partía de las raíces para facturar rock acelerado de guitarras eléctricas desbocadas.
Bobby Bare Jr. también quedo marcado por el grunge, pero a mediados de los 90 ya buscaba otros caminos. “Patty McBride”, una canción que acabaría en el primer disco de Bare Jr. significó un punto y aparte en su trayectoria. A partir de ahí llegaron los dos discos del grupo Bare Jr., Boo-Tay (1998) y Brainwasher (2001), banda que él encabezaba y que contaba también con Tracy Hackney, Dean Tomasek y Keith Brogdon en sus filas, y sus tres primeros discos en solitario: Young Criminals’ Starvation League (2002), el EP OK I’m Sorry (2003) y From The End Of Your Leash (2004).
Ahora presenta The Longest Meow, grabado con el grupo que ha dado en llamar Young Criminals’ Starvation League y que, además de él mismo, estuvo compuesto, para esta ocasión, por Carl Broemel, Patrick Hallahan, Corey Younts y Jim James (de My Morning Jacket), Carey Kotsionis y Doni Schroader (de …And You Will Know Us By The Trail of Dead), Deanna Varagona (de Lambchop), Ben Martin (de Clem Snide), el productor Brad Jones y Mike Grimes en el bajo. El disco, registrado en once horas, entre las 12:32 y las 10:47 del 26 de marzo de 2006, con once músicos, es, por supuesto, algo diferente.
¿Qué fue lo que te llevó a grabar el disco en once horas? ¿Fue algo espontáneo o premeditado?
– Surgió de forma inesperada. Hicimos once canciones y, después, nos encontramos con algo que nos llamó la atención: lo habíamos hecho en once horas y éramos once personas. Era como un reto, y el productor estaba convencido de que tendríamos que pagar otro día más de estudio al menos, pero lo conseguimos. Fue algo que sucedió así, sin más, por coincidencia, y siento no tener una historia más elaborada sobre la presencia del número once en todo esto.
¿Cuál era la idea detrás de la grabación del álbum?
– No había ningún gran plan. Simplemente me sucede que cuanto más tiempo paso en el estudio, menos me acaban gustando las canciones, después de pasar por la desesperante faena de trabajarlas una y otra vez. Me gusta escuchar las canciones como lo haría un seguidor. Por eso hicimos el proceso de una forma distinta esta vez, con una preproducción de unas dos semanas, en las que escribimos durante una semana en mi salón, sacando los arreglos con el productor, y grabándolo todo en el ordenador después para tener una versión en maqueta, en bruto, de lo que iba a ser el disco. Después les pasé esa maqueta a los músicos para ensayar con ellos durante dos días.
Supongo que te gusta tocar en directo, así que es una buena forma de disfrutar también del estudio. ¿Es The Longest Meow lo más parecido que puede haber a tu sonido en directo?
– Pues no, y tampoco fue concebido para que la gente pensase eso del disco. Se trata de otra forma de grabar, pero en directo el sonido es potente, diferente. Así me puedo evitar lo extenuante que es grabar un álbum. Se trata de hacerlo de una forma directa, rápida y capturando el espíritu original de las canciones. Me gusta tanto el directo como el estudio, aunque el directo lo disfruto más al contar a mi alrededor en el escenario con la gente con la que lo paso bien.
¿Fueron las canciones compuestas igual de rápido?
– No. Las canciones fueron escritas a lo largo de un período más largo. Algunas llevan años conmigo, y las más recientes fueron hechas poco antes de entrar en el estudio, contando con la colaboración de mis amigos para darles forma en el espacio de dos semanas. Sólo se añadió algo de trompeta y voces a lo que se grabó en aquellas once horas. Y la versión de los Pixies la hice yo sólo cuando estábamos ensayando. Todo lo demás fue grabado en directo, sin utilizar ni tan siquiera auriculares.
A pesar de que fue todo hecho en una sesión, supongo que habrá alguna canción que te parezca que ha quedado mejor.
– Creo que todas estas canciones son muy buenas para interpretarlas en directo, más que todo lo que he hecho antes. Probablemente “Sticky Chemical” sea mi favorita.
¿Ve la gente el humor que hay en tus intensas canciones?
– Sí, puede que hable de un montón de temas con carga emocional, pero siempre lo intento hacer con algo de humor. Además, las sesiones de grabación fueron muy divertidas. Probablemente no me haya divertido tanto en un día como cuando grabamos el disco.
Has estado rodeado de música y músicos desde niño. ¿Qué recuerdos tienes?
– Daría cualquier cosa para regresar en el tiempo y ser colega de Kris Kristofferson, Willie Nelson o Waylon Jennings. En aquellos días, como era el niño en medio de aquel grupo, me pedían que les llevara cerveza a las partidas de póquer y cosas así. Todos tenían una motivación artística total y eran gente con auténtico carisma.
Conociste bien a Johnny Cash. ¿Cómo era? ¿Qué te ha parecido la película En la cuerda floja?
– No me gusta nada la película. Da una imagen completamente equivocada de él y de su familia, al menos como yo los conocí. Recuerdo que cuando mi hermana murió, Johnny y June vinieron para vestirnos a nosotros y a mi madre, y para sacar la basura. No había tanta trascendencia ni seriedad en sus vidas: es más, lo que yo recuerdo es una pareja que se lo pasaba bien y que hacía disfrutar a todos a su alrededor con su sentido del humor.
Eres uno de los mayores fans de My Morning Jacket, ¿no?
– Sí, me parece el mejor grupo que hay ahora mismo. No me perdería uno de sus conciertos.
¿A quién más sigues ciegamente?
– Bueno, a mí lo que me gustaría es ser el guitarrista rítmico de Neil Young.
¿Algún descubrimiento musical reciente?
– Dr. Dog, Andrew Bird, Ghostfinger (formado por la gente que me acompaña en mi banda)…
Has trabajado con Frank Black en su nuevo disco, haces una versión de The Pixies en tu álbum (“Where Is My Mind”), lo mencionaste en tu debut (como Black Francis en la canción “Dig Down”)… ¿Cuál es tu relación con él?
– Sí, siempre me ha gustado lo que hace y al final he llegado a trabajar con él. Pero nuestra relación es poco más que laboral, de músicos colegas, y nunca me ha dado ningún consejo.
¿Qué te parece su regreso? Parece que están grabando un nuevo disco.
– Siguen haciendo buen rock. Supongo que quien los vio en su momento no pensará lo mismo, pero los que los ven ahora se sorprenden. Al principio no iban a grabar nada, pero he escuchado que están en el estudio. Si Frank Black y Kim Deal apartasen sus diferencias podríamos tener un buen disco de The Pixies.
Por último, ¿nos cuentas la anécdota del Grammy que perdiste y quién se lo llevó?
– Bueno, ya sabes que fui nominado a un Grammy a la mejor canción country con cinco años por una canción que grabé con mi padre, “Daddy What If”, que estaba en su disco Bobby Bare Sings Lullabys, Legends And Lies de 1973. Y no lo logramos. El premio se fue para… ¡The Pointer Sisters! ¡A una canción country! ¡Esas zorras! ¡Voy a por ellas! ¡Qué se anden con ojo! ¡Aquello arruinó mi vida! ¡Pero lo superaré!