BILL CALLAHAN LIVE
He visto cantar un río. No sé si era el Amazonas, pero me ha cautivado. Fluía sereno, modesto, constante, pero seguro de su cauce, rico en su caudal, desafiante en su resplandor, convencido de su meta… Antes lo conocían por Smog y ahora tiene de nuevo el nombre, Bill Callahan, por el que siempre le llamaron quienes lo conocían y podían intuir su potencial.
Ese río nace tranquilo, poco a poco, esmerándose por ir encontrando su camino, tímido en sus inicios (“Jim Cain”, “All Thoughts Are Prey To Some Beast”, “Rococo Zephyr”), para, más adelante, encontrar ya su senda, con el agua manando plenamente, afianzado en la seguridad de llevar la dirección adecuada (“Bathysphere”).
Se encuentra con afluentes (“Sycamore”), sortea los rápidos (“Eid Ma Clack Shaw”), salta sobre las rocas (“Teenage Spaceship”)… Finalmente, antes de encontrarse con el mar anhelado, llega el momento culminante (“Say Valley Maker”, más poderosa que en disco) y, tras fundirse con él (“Rock Bottom Riser”), se desvanece entre las aguas del océano en un anticlímax (más calmado, en forma de bis, que puede que tras la intensidad de antes ya no fuera necesario).
En todo ese trayecto sorprende su aliento, su voz, auténtica protagonista en la corriente. Profunda, sin mostrar un alarde de recursos, casi narrativa (como Lou Reed), moja y salpica, como esa lluvia fina que va calando, filtrándose por la piel y que acaba por pegarse al tuétano para quedarse para siempre dentro de quien se ve impregnado por su agua.
Y ese pequeño torrente del principio que va creciendo morosamente acompañado por múltiples referencias a la naturaleza, especialmente a otros ríos, con notas que a veces simulan el trinar de los pájaros, se acompaña de otro arroyo (Neal Morgan, ¡qué pena no haberle dejado hacer de telonero!), marcándole un ritmo preciso, a veces minimalista (como Tommy Larkin, el perfecto escudero de Jonathan Richman), otras desbocado, pero siempre efectivo y sorprendente.
Por suerte, este nuevo Bill Callahan-río tuvo recuerdos a su antigua encarnación (con parada en Wild Love, Knock Knock y un par en A River Ain’t Too Much Love -haber escogido un par de este álbum no es casual-). Ahora sólo queda pensar en cómo sería disfrutarlo en compañía de otros arroyos. “Y cuando el río se seque, ¿me enterrarás en madera?”
(Teatro Jofre (Ferrol). Fecha: 18-2-10. Público: 200 personas. Promotor: Sinsal)