BENJAMIN BIOLAY 2008
Benjamin Biolay: cómo consiguió llegar a Trash Yéyé (su vida interior)
Con motivo de la edición del nuevo disco de Benjamin Biolay, Trash Yéyé, hablamos con él, dejándole que, al principio, nos descubriese sin interrupciones cómo fue la grabación de este álbum, una 'especie de viaje introspectivo'.
“Cincuenta y siete: ése es el número de temas que contamos ayer por la tarde con Bénédicte Schmitt, que grabó y coprodujo el álbum conmigo. Cincuenta y siete temas que hemos producido y a veces incluso mezclado a lo largo de esta (al final) brillante aventura que se prolongó durante los dos años que nos llevó terminar este álbum.
La decisión de embarcarnos en esta especie de viaje introspectivo fue una decisión respaldada por una paradójica mezcla de inocencia y animalidad. Empezamos las sesiones justo cuando yo recibía el batacazo del resonado fracaso comercial del álbum À l’origine, en plena cara y en pleno estómago. Por tanto yo tenía la inquietante y no del todo desconocida sensación de ser un perdedor, y ni siguiera uno glorioso.
Sin embargo, gracias al baloncesto y otras pasiones personales (trazaré un tupido velo sobre mi vida ‘privada’ por razones de discreción, naturalmente), no recuerdo haberme sentido infeliz o enfadado, no, sólo un poco deprimido. Hay un proverbio francés que dice que siempre se debe acariciar al perro un poco el día antes. Así que, Thierry Planelle (ex director artístico de Virgin), Bénédicte y yo decidimos volver al trabajo.
Yo quería hacer un álbum utilizando mis propios medios, como ya hice con mis primeras maquetas hace mucho tiempo, eso significa sin la ayuda de ningún otro músico, pero -y, sí, eso es hacer trampa, estoy de acuerdo- con el más que preciado e inspirado apoyo de Bénédicte Schmitt en los controles. Sólo unos cuantos fragmentos quedaron de aquella primera fase, ya que un evento notable sacudió el panorama musical por aquella época: Sir Paul McCartney iba a publicar un álbum, tocando él mismo todos los instrumentos. Yo estaba hundido.
Unos cuantos meses más tarde, con mi vida musical atascada, tuve la increíble suerte de que me contactase Ambrosia Parsley. Te dejo imaginar la alegría que sentí, incluso aunque durante nuestra primera sesión yo haya sido una visión lamentable, tanto como tenía la sensación (una opinión que soy consciente que algunos compartirán) de ser el más grande de los farsantes. Afortunadamente, con las manos sobre un piano o una guitarra, un tipo como yo deja de pensar en tonterías y se repone, levantándose de nuevo, sin olvidar que un músico con tanto talento como ella es capaz de hacer sonar mejor a cualquiera, sea quien sea.
La primera sesión tuvo lugar en París. Nuestra reunión la tuvimos en Woodstock, en el estado de Nueva York. Las horas que pasamos trabajando fueron encantadoras, inspiradas y productivas. Las horas pasadas viviendo la vida fueron incluso mejor. Descubrí un paisaje, aire puro y una luz que sólo había podido percibir antes en el cine, las ilustraciones, la literatura y la televisión. Finalmente había conseguido dar con la América de mis sueños originales y más importantes.
Woodstock es un oasis en esta achacosa América, los felpudos allí llevan la efigie del presidente y los niños son la viva imagen de Elliott en E.T. Las franquicias comerciales no se han establecido allí, los perros se pueden soportar y el jefe de policía, aunque borracho como una cuba, es muy bueno en fontanería. Sí, hay algunos peregrinos desgreñados que se reúnen en la curva en la que Bob Dylan tuvo el accidente, pero aparte de eso, desde los cedros al ciervo, todo es junto como me gusta. Por la tarde, boquiabierto, cogía prestada la guitarra de mi anfitrión y empezaba a componer algunos aires, aires agradables, que se parecían a este paisaje que yo tanto aprecio. De repente, tras un corto tiempo en Texas, empecé a sentir brutalmente el pulso de la América real, ésa a la que yo detesto, y volví a casa.
Estoy de vuelta en París pero no realmente de vuelta. Quería coger a todo el mundo y todo lo que amo bajo mis brazos y mostrarles lo que había visto, visto con mis propios ojos. Naturalmente, esa era un pensamiento absurdo y rápidamente me puse en el buen camino, por muy tortuoso que fuese. Busqué por tanto mi oasis a través de la música, y lo volví a encontrar una vez más.
Nos metimos en la segunda sesión, que resultó ser decisiva. Las voces de los coros de París y, en particular, la voz de Rachel, su solista, los gemidos etéreos del mini Korg cuando se le provocaba, y los arpegios de un clavicordio clásico aportaron la luz, vida y oxígeno que me había estado faltando tanto. Bénédicte inventaba sonidos en su cabeza que se parecían a las imágenes que circulaban por la mía. Los otros músicos (y sobre todo amigos, algunos de ellos de la infancia) me daban mucho de ellos siempre que intervenían. Y había incluso redescubierto el placer de escribir para cuerdas: la suerte había vuelto en cierto estilo.
Más tarde, durante unos cuantos meses, cambié de registro para ser actor de reparto en Lyon, la ciudad en la que crecí, y en el enorme Morvan que, cuando se está en mi estado mental, podría muy bien ser Utah. Luego pasé unas cuantas semanas descansando. Finalmente, alentado por algunas canciones nuevas y motivado por un odio venenoso por algunas otras que acabaron en nada y desaparecieron, Bénédicte y yo retomamos otra vez donde habíamos empezado, pero con la muy preciada ayuda de Dominique. Luego, tras algunos delicados aunque numerosos retoques, terminamos lo que ahora se llama Trash Yéyé, pospuesto tantas veces para volver a rehacerlo, por la crisis en la industria musical y por cuestiones varias personales”.
¿Qué significa Trash Yéyé?
– Bueno, Trash Yéyé -así que empezamos ya con las preguntas tontas- es un poco [inaudible], digamos que tiene la intención de ser un poco cómico…
¿Es trash (basura) o es yéyé?
– Se inclina hacia yéyé.
¿Y qué significa ese yéyé?
– Significa pop.
¿Van la canción y la producción de la mano?
– Cuando estás intentando hacerlo, sí. Para mí, la palabra producción es el equivalente de dirigir en una película. Necesitas encontrar la forma de expresar lo que está en la cabeza del escritor-compositor o quien sea.
¿Y para el oyente?
– No, no creo que eso sea cierto para el oyente. Aparte de lo básico de la producción que son las reglas inherentes a todo tipo de corporación. Hay cosas que no puedes hacer, básicamente. Y sabes mejor que yo, que existen los errores de organización, cosas como ésa, e incluso…
¿Y crees que esa gente tiene una actitud diferente dependiendo de la producción? En relación a la canción o no quiero decir.
– Sí por supuesto. Por supuesto. Un texto que sea extremadamente violento, basura, lo que sea, cantado sobre unas cuantas notas de piano nunca tendría el mismo efecto que si estuviese acompañado por una guitarra o algo así. Eso no es desafortunado, es lógico. Lo cierto es que todo tiene que trabajarse para que resulte comprensible a las personas ajenas, como en el cine. Descubrí que la música era mi futura carrera escuchando singles de los Beatles y el álbum de Serge Gainsbourg Aux Armes Etcetera que había grabado en una cinta de casete. Y ahí es cuando me dije a mí mismo que quizás lo que estaba aprendiendo podría serme útil.
¿Y qué te hizo tocar un instrumento entonces?
– Bueno, mi madre… Fue mi madre la que me hizo tocar.
¿Así que no fue por ningún deseo personal?
– Oh no en absoluto, especialmente ya que se trataba del violín, así que ya sabes…. No, no, no, no, y más tarde pensé que sería capaz de interactuar el violín con otros instrumentos, que es precisamente lo que hice, pero al principio…
¿Y cuántos instrumentos tocas?
– Tres o cuatro… Guitarra, teclados, instrumentos de metal (vientos)…
Dije tocar, pero creo que dominas con maestría los instrumentos más que tocarlos, porque cuando tocas instrumentos puedes tocar docenas de ellos.
– Sí, correcto, así que en términos de relativa maestría de instrumentos, en cualquier caso, los suficiente para permitirme hacer discos, están los teclados, la guitarra e instrumentos de metal.
Así que ¿qué te hizo volver a las canciones? Después de haber escuchado música.
– No tengo ni idea de lo que me hizo escribir canciones, es simplemente que antes de ser capaz de tocar un instrumento a no ser por instrumentos de una única nota, antes de comprar mi primera guitarra o un pequeño teclado, solía dibujar portadas de canciones falsas virtuales, así que no fue… Supongo que siempre me tiró escribir canciones. De hecho no sé…
¿No hay ninguna razón en particular para escribir canciones cuando lo haces antes de la música?
– No, me encantaban las canciones, me apetecía escribirlas.