BAND OF HORSES
Band of Horses, relaciones y apegos
Things Are Great es el sexto álbum de Band of Horses, y el primero en 5 años y medio. Ben Bridwell produjo o coprodujo todas las pistas, con colaboradores como las de Jason Lytle de Grandaddy, Dave Friedmann o Dave Sardy. Emocionalmente intensas, tanto a nivel personal como elemental, gran parte de las canciones fueron escritas antes de la pandemia por la Covid-19. En este trabajo encontramos la versión más autobiográfica de Bridwell, escribiendo sobre sus frustraciones y los cambios que ocurren en las relaciones, lo que las personas hacen para arreglar las cosas y lo que hacen cuando no pueden arreglarlas.
Puede que no haya otra banda que haya sido capaz de canalizar la ansiedad generacional de lo veinteañeros de aquellos primeros años del milenio y transformarla en un arte tan poderoso e inclusivo. Band of Horses creó una epopeya magníficamente desgarrada, con la voz de Ben Bridwell y su excéntrica enunciación flotando como un espectro sobre amplios paisajes sonoros que parecían el preludio de un sueño. Las canciones siempre oscilan entre dos puntos: la oscuridad y la luz, la fuerza y la vulnerabilidad, la apatía y la devoción, la esperanza y la desesperación, pero la esperanza siempre iba un poco por delante.
El fundador de la banda, Bridwell, es un narrador entusiasta pero también un observador implacable de las particularidades y los caprichos del corazón humano y la peculiar belleza de la disfunción. Posee la alta sensibilidad de un alma hiperconsciente, siempre despierta y cautelosa con los posibles baches, trampas o monstruos debajo de la cama; desconfiando un poco de la felicidad y conexión humanas. Llenas de profundidad, verdad y a ratos, consejos caseros sobre cómo afrontar la vida, las canciones de Band of Horses se han convertido en himnos, mantras y amuletos para sus fans.
«No estoy seguro de eso», comenta Bridwell desde su porche a las afueras de Charleston, Carolina del Sur, mientras su traviesa perra Lucille brinca por el patio causando alboroto. «Siempre es un poco abrumador oír hablar sobre el rol que desempeñas en la vida de la gente y en cómo las canciones suenan en grandes momentos, como cuando se enamoran, pierden ese amor, o pierden a alguien cercano a ellos. Realmente creo que lo que conecta todos los álbumes de Band of Horses es que siempre me quejo de algo», se ríe con modestia.
Quejarse ni siquiera empieza a describir lo que hace Bridwell. Es tanto un mostrador de caminos y un profeta como un músico, que parece detectar asombrosamente la amenaza, la discordia y la angustia psíquica antes que el resto de nosotros. Hace sonar la alarma en sus canciones, ocultando el peligro con guitarras en picado y sonidos engañosamente frágiles. Su voz, melancólica, quejumbrosa y etérea, trata de disimular la aprensión de las letras, que poseen un grado crucial de universalidad: nunca son tan específicas o personales como para que los oyentes no puedan proyectarse en las palabras y hacerlas suyas.
La inquietud se desangró en las canciones con el ansioso repiqueteo de la guitarra en la pista que abre el álbum, «Warning Signs”, inspirada en un incidente que Bridwell sufrió en 2016, cuando perdió la voz sobre el escenario de la Ópera de Sídney, lo que le hizo llorar frente a sus fans australianos. Pero cualquiera que haya escuchado su álbum de 2016 Why Are You Ok ha sentido una pizca del descontento y la calma en el enrarecido aire de Carolina del Sur en lo que al cantante le gustó llamar happyville (la villa de la felicidad). Why Are You Ok parece anticipar varios de los temas que aparecen en Things Are Great, afirmación especialmente evidente en «Casual Party» y «Even Still», canción que cierra el álbum y su últimas líneas premonitorias: “Podría simplemente marcharme”. «Creo que ahí es donde comenzó nuestro renacimiento. Lo insinuamos en el anterior álbum cuando aún teníamos la otra formación», comenta Bridwell, deteniéndose para ordenar sus pensamientos. «Bueno, simplemente había cosas que no funcionaban, aunque no estuviese seguro de cuáles eran exactamente en ese entonces…»
Pero el tiempo y la reflexión le ayudaron a resolverlo. Bridwell cambió la formación de Band of Horses -Tyler Ramsey y Bill Reynolds se marcharon en mayo de 2017- para recuperar parte de la emoción cruda y el espíritu punk-rock sin pulir de los días en que se inventaban así mismos a partir de los restos de la triste y extensa banda de orquesta-pop Carissa’s Wierd. Excepto por el batería, Sera Cahoone, la mayoría de los miembros de la banda de Seattle eran autodidactas. «Cuando empecé, yo era un batería de mierda en una banda de slowcore que rompió porque no iba hacia ningún lugar», dice Bridwell. «De repente, tuve que descubrir cómo tocar la guitarra [para esta banda]. Pongo mis manos donde están cómodas, mis dedos en los trastes y desafino las cuerdas para que sea cómodo tocar. No he tenido que aprender esos malditos acordes. Ahora me encuentro atrapado entre melodías raras que no tienen sentido para nadie. Es muy divertido enseñárselas a músicos consagrados o técnicos de guitarra. Les resulta difícil tocar algo de esas melodías», ríe Bridwell.
«Estaba resolviendo cosas a medida que avanzaba, pero echando la vista atrás me di cuenta de que la forma en la que tocaba la guitarra era la principal identidad de la banda». El batería Creighton Barret se hizo eco de ese sentimiento en una entrevista con Relix. «Cuando empezamos las giras tuvimos que incorporar inmediatamente a un técnico de guitarras porque viajábamos con doce guitarras que debían mantener su afinación. Ben no sabía cómo afinar una guitarra, por eso todas las canciones están escritas en esas afinaciones tan extrañas».
Por aquel entonces, Bridwell se sentía cohibido por su falta de habilidad y seguía contratando a productores y músicos de renombre para su banda. «Al principio pensaba que necesitábamos mejores músicos, y no olvides la cantidad de exmiembros de esta banda», admite Bridwell. «Como si fueran Bill y Tyler los únicos a quienes pedí que se fueran; si miras en Wikipedia te mostrará que hay más de diez que ya no están. Así que es una banda en constante evolución».
Vacila y continúa en un torrente de palabras «Espero que la gente no crea que soy despiadado; aún soy amigo de casi todos los que han estado en la banda. No es un desprecio a Tyler (Ramsey) y Bill (Reynolds) porque son buenos. Quizá demasiado buenos. Creighton, yo e incluso Ryan (Monroe, teclista) hemos estado en la banda casi desde el principio. Pero (después del último álbum) todos nos sentimos un poco apáticos. Estábamos grabando con la banda, en ese carísimo estudio de grabación -algo como tiempo-es-dinero- y simplemente no funcionaba para mí». Lo supo con certeza cuando comenzó a escabullirse para grabar demos de lo que estaba trabajando con el joven ingeniero Wolfgang ‘Wolfie’ Zimmerman, sin contarle nada a sus compañeros sobre lo que estaba haciendo.
Ahí fue cuando le dio una repensada seria a Band of Horses y lo que necesitaba ser cambiado. Poco después, les pidió a Ramsey y Reynolds que abandonaran la formación. También fue cuando Bridwell se dio cuenta de que necesitaba tener cierto control sobre el proceso de grabación y, junto con Zimmerman, produjo o coprodujo todas las pistas, contando con la ayuda de Jason Lytle de Grandaddy y el productor de The Flaming Lips, Dave Fridmann. «No considero que la decisión de producir el disco sea una rebelión, sino recapturar nuestro propio -mi propio- espíritu, honestamente».
Band of Horses está ahora compuesto por Bridwell, los antiguos miembros Monroe y Bartnett, el bajista de Archers of Loaf Matt Gentling (quien estuvo en la banda de directo durante la gira 2007 y aparece también en una de las canciones de Why Are You Ok) y el guitarrista Ian MacDougall, líder de Broken Golden y, hasta 2017, encargado de las ventas de productos oficiales en las giras de Band of Horses. «Me convencieron Creighton y Bryan, nuestro tour manager. Me dijeron: ‘Ian puede tocar la guitarra, hombre, es un puto hacha en cuanto a tocar guitarras’. Escuché sus consejos y me alegro de haberlo hecho. Porque en todo caso, este álbum es un retorno a nosotros mismos».
Algunas de las canciones en Things Are Great documentan ese cambio de formación, así como otras relaciones en la vida de Bridwell que cambiaron o se mantuvieron. «Este álbum habla de relaciones. Relaciones personales, mi relación. Pero no quiero destacar a nadie» dice en voz baja. «Incluso cuenta cómo cambian las relaciones en la música, hay nuevas relaciones como la que tengo con Wolfie (Zimmerman), que por momentos fue mi conciencia creativa. También hay relaciones que han perdurado y otras que están terminando. Eso es importante. Las de Matt o Ryan o Creighton. O las personas que regresan a mi vida, como Dave Sardy, que mezcló Infinite Arms y también este álbum, y Jason Lytle, quien produjo Why Are You Ok y está de vuelta. Hay muchas relaciones duraderas que también creo que cuentan parte de la historia. Pero lo que es realmente este álbum es la evolución de dónde diablos estamos en este momento de nuestra vida, personal y colectivamente, y cuenta las historias desde todos los puntos de vista, no sólo el de él o el de ella, sino también el de la verdad».
La verdad nunca se descubre al completo, eso es lo que la hace verdaderamente interesante. Las canciones, como la vida, plantean más preguntas que respuestas: instantáneas borrosas de escenas de un matrimonio, una banda, conexiones fugaces, relaciones a largo plazo y otros tipos de apegos que los humanos crean, incluso con periodistas. La última canción del álbum, «Coalinga», trata de un viaje que la banda hizo con el escritor Pat McGuire y el fotógrafo Brantley Gutiérrez por la costa central de California para la portada de la revista Filter en 2007. Detalla los contratiempos, diversos y extravagantes, que experimentaron juntos en un pueblo cuya fama huele a excremento de vaca. La historia desembocó en una amistad duradera con McGuire y Gutiérrez, quienes contribuyeron con música y tocaron la guitarra en la pista en cuestión. El título del álbum proviene de una frase en el artículo original publicado en Filter en 2007.
Things Are Great es un álbum épico, no un ejercicio de nostalgia o arrepentimiento. Más cerca del patrón clásico del viaje del héroe, uno en el que Bridwell no localiza esas respuestas esquivas, pero sí se encuentra a sí mismo al final, lo que brinda la esperanza de que todos podamos hacer lo mismo.