BACHARACH & DAVID
Bacharach & David
Cuando estaban en lo más alto de su carrera y de su productividad, a Burt Bacharach y Hal David los separaban casi 5.000 kilómetros de distancia. Y, aun así, preferían seguir viéndose en persona para componer juntos: cada poco tiempo reservaban en su agenda tres semanas en las que se encontraban para trabaja, saliendo exclusivamente al chino de la esquina a cenar.
Al igual que habían hecho en los primeros cinco años, tras conocerse en 1957 en el Brill Building de Nueva York, se metían en una habitación sin ventana y sin distracciones, con solo un piano y la creatividad desatada de ambos. Empezaron con “The Story of My Life”, un relativo éxito en la interpretación del cantante country Marty Robbins. Al año siguiente ya eran estrellas como Perry Como los que solicitaban sus favores, que se tradujeron en el éxito en listas del tema “Magic Moments”
Hasta 1962 trabajaron también con otros compositores, pero a partir de ese momento, coincidiendo con su encuentro con Dionne Warwick, decidieron trabajar solo en común. “Don’t Make Me Over” fue el inicio de una relación de 20 años en la que la cantante registró 38 singles de éxito, algo que no lograría con ningún otro compositor ni de lejos.
El proceso habitual de trabajo implicaba partir de una o dos líneas de texto y un fragmento musical; a continuación, David marchaba en tren a su casa en Long Island y Bacharach a su apartamento en Nueva York, donde continuaban por separado, para reunirse dos días después y poner en común lo que habían hecho, hasta acabar la canción que se traían entre manos. Lo que cada uno conseguía motivaba al otro a ir más allá, asumiendo retos que probablemente ni se les hubieran pasado por la cabeza de otra forma.
Durante los 60 no hubo otra pareja de compositores equiparable. Cientos de éxitos para distintos artistas llevan su firma (Tom Jones, Aretha Franklin, The Carpenters, Dusty Springfield, The Drifters, Jackie DeShannon, B. J. Thomas…), y, lo más curioso, es que no tenían nada que ver con lo que se hacía en ese momento: David escribía letras adultas, creíbles, emocionales y sencillas, y Bacharach las revestía con melodías complejas y sofisticadas que tomaban ritmos del jazz para crear pop orquestal con ganchos melódicos hasta en los silencios o en las introducciones.
Los ejecutivos discográficos no las entendían (“¡No se pueden bailar!”) pero les dejaron hacer porque la rentabilidad era incuestionable. En 1973 rompieron su colaboración tras el fracaso del musical Horizontes perdidos (1973) a partir de la película dirigida meses antes por Frank Capra, motivado por sus diferencias artísticas, lo que se tradujo en 10 años en los que solo se hablaron a través de sus abogados. Tras de sí tenían varias de las canciones más logradas de la historia de la música. ¿Cómo cuáles? “Walk on By”, “Raindrops Keep Fallin’ on My Head”, “The Look of Love”, “I Say a Little Prayer”, “I’ll Never Fall in Love Again”, “What the World Needs Now Is Love”, “Alfie”, “This Guy’s in Love with You”, “Do You Know the Way to San Jose”… Minucias, vamos.