AIMEE MANN

Aimee Mann, los golpes y la dependencia

 

 

            Las canciones de Aimee Mann siempre han tenido una calidad literaria -alguien las definió como “historias cortas mordaces y sobrias, a las que se ha puesto música”-, así que, probablemente, era inevitable que un día hiciera un álbum conceptual, el equivalente musical de una novela corta.

 

The Forgotten Arm (SuperEgo), su quinto álbum en solitario, es exactamente eso: una docena de canciones que cuentan, sin ajustarse mucho a una línea argumental, la historia de John y Caroline, de cómo se conocen, se enamoran y emprenden un viaje juntos a través de América.

 

Mientras Aimee Maan escribía estas canciones, a lo largo del último año y medio, tenía en mente la imagen de una pareja que acaba por el mal camino. “Él es un veterano del Vietnam, boxeador, y también drogadicto, y ella intenta escapar del mundo sin futuro en el que vive, en el sur del país. Huyen juntos y acaban en una ciudad de casinos, como Reno o Las Vegas, donde se rompe su relación”, explica.

 

“Realmente no tenía una línea argumental demasiado consistente, simplemente empecé a pensar en ellos y en cómo se conocieron en la Feria del Estado de Virginia, a la cual, como soy de allí, fui muchas veces”. El sonido del disco también se convirtió en parte del concepto. “Lo imaginaba a principios de los 70”, dice Aimee Maan, “en la época de mi propia experiencia en la feria estatal. Ya sabes, esa historia de campesinos blancos pobres del sur, por la que tengo auténtica debilidad. Así que quería que el sonido de la música reflejara también esa época, porque tengo un recuerdo muy preciso de las canciones que se escuchaban en la feria, cuando estaba en la montaña rusa”. “Dear John” lo deja claro desde el principio: “El algodón de azúcar era el rey / bien entrada aquella primavera / cuando te vi en medio del césped”.

 

Aimee Maan nunca ha sido una persona que haya dado mucha importancia a sus influencias musicales, pero las manifiesta con orgullo: The Band, Tumbleweed Connection, de Elton John, Every Picture Tells A Story, de Rod Stewart, y, ahora viene lo raro, Mott the Hoople. “En realidad, cuando estaba grabando con los chicos, describí el sonido como una mezcla entre Mott the Hoople y country alternativo. Y no es que escuche mucho a Mott the Hoople, simplemente recuerdo muy claramente haber sido invitada a un concierto de Mott the Hoople, pero tenía que asistir a una reunión familiar. Así que, de algún modo, todo está relacionado con aquel concierto tan genial al que nunca llegué a ir”.

 

Producido por el cantante y compositor Joe Henry, The Forgotten Arm es un punto de partida para Aimee Maan en distintos aspectos, uno de los cuales es que se grabó en sólo cinco días, el verano pasado. “Joe hace los discos realmente deprisa y con mucha naturalidad”, añade Aimee Maan. “Escogió con mucho cuidado a los miembros de la banda, y eso nos permitió hacer el disco de una manera rápida y fácil”.

 

También es el álbum más sincero Aimee Mann hasta la fecha. “Me gustaba la idea de sonar más como una banda en vivo”, dice, “así que hay un sonido similar de guitarra en todas las canciones. En mis otros discos, cada canción tenía un enfoque totalmente distinto, sonidos de guitarra completamente diferentes, muchos momentos interesantes, montones de pequeñas mezclas. Esta vez quería otra cosa. Un tío tocando lo mismo a lo largo de todo el álbum. Hace falta mucho valor para dejarse de historias. Sólo teníamos cuatro o cinco instrumentos: piano, bajo, guitarra, eso era todo. Es una gozada tocar así”.

 

Es también la primera vez que Aimee Maan se ha sentado al piano para componer, y se nota en el sonido. “Quería intentar escribir canciones al piano para conseguir un toque diferente”, asegura, “y eso también se aprecia. El piano es clave para mí en este disco; Jebin consigue darle un toque honky tonk de garito; es como si perteneciera a una banda de los 70, de modo que era el músico perfecto para este disco”.

 

El piano no es la única habilidad que Aimee Maan ha desarrollado desde que apareciera su último disco. Hace un año, aproximadamente, empezó a boxear, de ahí el título del disco. “Tengo un amigo boxeador que utiliza este movimiento, que me estaba enseñando, y que se llama The Forgotten ArmEl brazo olvidado-. Es, más o menos, lo que haces cuando tienes a alguien contra las cuerdas y golpeas con tu mano izquierda, mientras la otra mano está entre el otro y tú, y tu oponente se olvida del brazo derecho, lo que te permite usarlo para lanzar un gancho a la cara. Lo importante para mí es el hecho de que el golpe que noquea siempre es el que no ves venir”.

 

El único aspecto del nuevo lanzamiento de Aimee Maan que ha tomado de su anterior álbum, Lost In Space, es su continua fascinación por el fenómeno de la adicción a las drogas, y la exploración de todo lo que rodea a este mundo, incluyendo la desesperanza. “En los 70”, explica, “todo el mundo creía que las drogas simplemente te hacían pasar un buen rato. La gente no sabía realmente nada sobre la adicción a las drogas, o que existiese algo así. Cuando yo crecí, en los 70, pensaba que tenía que tomar drogas. No creía que pudiera elegir. Así que, cuando pensaba en esos personajes, en esa época y en ese lugar, y en la idea de alguien que, aunque empiece a darse cuenta de que tiene un problema con las drogas, otra gente no lo hace. Sencillamente, no formaba parte de su vocabulario esta idea de que no puedes controlarlo. El verbo to party (irse de juerga) suena como si todo fuera diversión”.

 

En general, Aimee Maan emplea la idea de la drogadicción en sus letras con una posición muy conveniente, que le permite describir los estados más o menos complicados, o más sutiles o más oscuros de la mente, por los que ha pasado en otro tiempo. “Todo el  mundo lo entiende, más o menos. Ah, sí, tomas drogas y afecta a tu cerebro, y entonces no puedes parar. Es más fácil describir esa vergüenza, esa horrible sensación de no ser capaz de controlar tu propia vida”.

 

Al final, de lo que realmente trata The Forgotten Arm, como la mayor parte de la música de Aimee Mann, es de la inexorable dependencia que existe en las relaciones humanas. “El Rey de la Cárcel / y la Reina de la Carretera”, canta Aimee Mann en uno de los temas. “piensan que compartir la carga hará más ligero el peso / así que meten sus problemas en un viejo Cadillac / ella se refleja en el retrovisor, dormida en el asiento de atrás”.

Xavier Valiño

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