JON BATISTE: Big Money
JON BATISTE: Big Money (Verve/Interscope-Universal)
Jon Batiste es un artista que rara vez se conforma con un solo papel. Puede pasar de ser una artista carismático en el gran escenario de la Superbowl a un sutil pianista de jazz casi sin despeinarse, firmar bandas sonoras exitosas como la de Soul y moverse con asombrosa facilidad entre el pop, el jazz y la música clásica como director de orquesta.
Para su octavo disco, el talentoso músico de 37 años ha decidido volver a las raíces norteamericanas de la música, lo que más se acerca a lo que le rodeaba mientras creció, tocando varios palos en nueve canciones en menos de 33 minutos. Todo ello bajo la idea de que los blancos se apropian siempre de los ritmos negros y con el propósito de recordar -¿reivindicar?- los orígenes de estos estilos.
Así, por ejemplo, el tema titular es un blues con arpa, palmas de góspel y una interpretación que parece salir directamente de un escenario. Por algo el disco se grabó en directo en el estudio. “Do It All Again” es una balada jazz delicadamente encantadora que susurra suavemente a los oídos, mientras que en “Pinnacle” parece haber vuelto a los orígenes del rockabilly y en “Petrichor” introduce al oyente en un ambiente de fiesta con su guitarra nasal, cepillos en la batería y voces de múltiples capas que uno podría esperar en una celebración en Nueva Orleáns.
Si “Lean on My Love” recuerda algunos grandes duetos del soul, aquí junto a Andra Day (otros invitados son Nick Waterhouse y las Womack Sisters, nietas de Sam Cooke), en “At All” se acerca al funk y en “Maybe” hace valer su arte al piano. Por su parte, “Lonely Avenue” nos lleva a un club oscuro mucho después de la medianoche, en un tema que, por si fuera poco, se atreve a compartir con Randy Newman, nada menos, sin que desmerezca lo más mínimo.
Si acaso disperso en su concepción, pero siempre atinado -salvo en el reggae final-, en todo momento su banda suena compacta y de forma bien tangible cerca del oído. Pocas veces se puede escuchar una grabación que llene el espacio de una sala con una presencia tan física, tan al alcance de la mano, a partir de una instrumentación sobria, justo la imprescindible.