ULTRASONICA ARTÍCULOS 1995 RAIMUNDO AMADOR

ULTRASONICA ARTÍCULOS 1995 RAIMUNDO AMADOR

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ARTÍCULOS 1995


Raimundo Amador, viente años después

 

 

            Lo menos que se puede decir de él es que ha sido sincero y consecuente. Sincero por proclamar sus amores y sus defectos a los cuatro vientos. Consecuente por hacer ni más ni menos que lo que se podía esperar de él después de tanto tiempo conociéndolo.

 

            Y es que Raimundo Amador ha estado con nosotros demasiado tiempo, casi sin darnos cuenta, acompañando la banda sonora de la música de raíces más innovadora durante los últimos veinte años, desde antes incluso de alcanzar la mayoría de edad.

 

            Veinte años que ha tardado en dar a la luz a Gerundina, su primer intento en solitario después de que una compañía discográfica de las importantes -recién implantada en nuestro Estado y con Raimundo Amador como primer fichaje de aquí- pusiera en él toda su confianza. Tal era la fe que en él tenían.

 

            Un tanto que se apuntaron conscientes de que no podían fallar, porque Raimundo Amador es, sin duda, la primera figura del nuevo flamenco conocido por su nombre y apellidos más allá de los limitados círculos que se le suponen, la primera figura ciertamente exportable. En la última gira de Kiko Veneno era él quien recibía todos los aplausos y quien escuchaba su nombre coreado por cientos de gargantas.

 

            En su haber queda el mejor disco estatal de los 80 según el parecer de buena parte de la crítica, Blues de la frontera, trabajo que firmó con su hermano Rafael como Pata Negra, grupo que supo dar vida al flamenco-blues durante la década pasada. O el primer disco de Veneno, un hito en la transición política y musical.

 

            No era todo. Hay que sumarle su aportación en más de 30 discos de artistas de todos los estilos, en canciones que sin su guitarra perderían el alma. Que se lo pregunten, si no, a Camarón, Kiko Veneno, Radio Futura, Los Rodríguez, Rosario, Cathy Claret… Y está también en su haber su papel como integrante, siempre indispensable, de grupos forjados alrededor de sus notas: Veneno, Pata Negra o Arrajatabla.

 

            De ahí que no resultara nada extraño que, primero Chuck Berry, y luego B. B. King, el rey actual del blues, encontraran en él a un alma gemela, aunque tan distinta fuera su condición. Puede que no lograse entenderse con B. B. King por la barrera del idioma, pero se comunicaron a la perfección con sus guitarras en las manos, y uno no deja de hablar maravillas del otro en cuanto se le presenta una ocasión.

 

 

            Por eso cuando se supo del comienzo de su aventura en solitario todo sonó a algo que se había aplazado durante demasiado tiempo, algo que era inevitable. Gerundina es el resultado, tan cierto como inesperado. Cierto porque faltaba escucharlo para creerlo. E inesperado porque, aunque podía intuirse su contenido, nadie podía suponer tal facilidad a la hora de conjugar elementos tan dispares.

 

            Por supuesto está la guitarra de B. B. King en dos temas, grabados en una corta sesión en Nueva York. Está la voz de sus amigos -cantar nunca fue el fuerte de Raimundo Amador-: Andrés Calamaro en "Ay que gustito pa’ mis orejas", el reggae del disco, y Nacho García Vega en el corte más rock y, tal vez, el más prescindible, "La viciosa de los gatos".

 

            Cuenta con dos productores sin demasiada experiencia en el mundo del flamenco, Fernando Illán y Arturo Soriano, que no ponen demasiadas trabas a la expresividad del maestro. Hay hasta seis compositores, entre ellos el rey del chiste fácil al frente de los Toreros Muertos, Pablo Carbonell, y la frágil francesa Cathy Claret.

 

            Sorprendentemente, todo casa en un disco de una pasmosa unidad, en el que se impone la desbordante humanidad de Raimundo Amador, ésa que le hace declarar sin ninguna vergüenza su amor a su mujer -"Antonia"-, a su papel de fumar favorito -"Bolleré"- o a su guitarra -"Gerundina"-, según él, su segundo amor.

 

            El paso está dado y la demostración de esta técnica tan particular, tocar la guitarra eléctrica como si fuera una flamenca y la flamenca como si fuera una eléctrica, tiene ya su primer volumen completo. Nos queda la duda de si el nuevo flamenco está completamente asentado, si tiene un público propio o si ha logrado cruzar sus fronteras naturales, pero no se puede dudar de esa realidad llamada Raimundo Amador, veinte años después. Con él, las dudas empiezan a tener respuesta.

 

Xavier Valiño

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