ULTRASÓNICA 1999 ENTREVISTA CON EVERYTHING BUT THE GIRL

ULTRASÓNICA 1999 ENTREVISTA CON EVERYTHING BUT THE GIRL

Ultrasonica e-zine :: Xavier Valiño

ENTREVISTAS 1999


Everything But The Girl, tras la pista

 

 

Ben Watt y Tracey Thorn se cansaron un día de seguir haciendo discos acústicos y decidieron poner fin a la rutina en su vida en común. Tracey colaboró con Massive Attack y Ben  sufrió una extraña enfermedad que lo tuvo al borde de la muerte. Después de reinventarse con Walking Wounded, Ben nos explica su último paso, aún más orientado hacia la pista de baile, Temperamental.

 

Temperamental parece un nuevo giro de tuerca en la línea abierta con Walking Wounded. Es un disco aún más dance.

– Sí, estamos muy orgullosos del nuevo publico al que accedimos con Walking Wounded y queríamos llevar esa evolución al siguiente nivel. Mantener una línea similar, pero con un sonido más intenso y ritmos más profundos y sólidos. Es un disco con un sonido mayor y más contundente. Estaba muy interesado en ver hasta dónde podía hacer llegar los ritmos y las bases percusivas manteniendo la voz de Tracey y el formato de canción del grupo. Creo que nos ha quedado un álbum muy rítmico, con un importante componente vocal. Quería que la voz de Tracey jugara un papel algo diferente. La hemos utilizado casi como un instrumento, incidiendo más en el ritmo que en la melodía, jugando con los ecos, filtros, usando fragmentos de la voz como si fuera percusión.

 

Deep house, drum’n’bass, jazz, funk suave, hip hop… El abanico de influencias parece también mayor.

– Creo que en Walking Wounded también había muchos elementos diferentes, lo que ocurre es que la gente recuerda sólo la influencia del drum’n’bass. Pero, si se escucha atentamente, se ve que tenía canciones muy distintas, temas cercanos al soul, algo de trip-hop, pop acústico. Algo parecido está pasando con Temperamental. La gente está diciendo que hemos hecho un disco de deep house, pero es mucho más que eso. Temas como “Compression” o “Blame” aglutinan muchos estilos diferentes.

 

Del clásico pop acústico de Everything ButThe Girl sí que no queda nada.

– Ja, ja… No, no hay demasiado de eso. Obviamente, nuestro interés está ahora en el ritmo y la cultura de baile, así que no encontrarás guitarras acústicas en el disco.

 

Los últimos años te has dedicado, sobre todo, a trabajar como pinchadiscos. ¿Cómo ha afectado al disco?

– De una manera radical. Me ha abierto los oídos a nuevas posibilidades, a nuevos sonidos que funcionan de una manera diferente. Ya sabes: los discos que escuchas en tu casa o en el coche no tienen nada que ver con lo que puedes oír en un club. He salido mucho por ahí, me he pasado muchas noches pinchando en clubes y muchos días en las tiendas buscando discos. He absorbido todo lo que he podido, y eso me ha ayudado a dar un nuevo enfoque a nuestra música.

 

¿Qué importancia tuvo en vuestra reconversión la colaboración con Massive Attack y las remezclas de Todd Terry?

– Fueron muy importantes. Para ser sincero, creo que a principios de los 90 estábamos muy aburridos de nuestra propia música y cortamos por lo sano con la escena musical. No podíamos entender cómo habíamos llegado a aquel punto. Hicimos dos discos, Language Of Life y Worldwide, que no conectaron con la gente, y queríamos cambiar. Yo estaba cada vez más interesado en la música de baile y compraba discos sin parar. Pero necesitábamos coraje para ir en esa dirección. Trabajar con ellos ayudó a llamar la atención de la gente y nos animó.

 

Hubo quien os acusó de oportunistas.

– Sí. Para algunos éramos algo sospechosos. La música de baile es una escena algo cerrada, aunque si haces un buen disco o una buena mezcla, te ganas el respeto. Pero la gente que nos seguía desde el principio recordaba que ya entonces experimentábamos con el jazz y la música de club. Tipos que ahora son pinchadiscos consagrados, como Gilles Peterson, nos recuerdan de la escena de clubes y no ven un giro tan radical. Lo nuestro les parece una progresión larga. Quizás es más extraño para quienes nos conocieron a finales de los 80, cuando hacíamos baladas.

 

¿Se han convertido las remezclas en una moda más?

– Creo que son algo fantástico. La del jazz es, en realidad, la historia de gente reinterpretando viejas canciones. Ya sabes, Coltrane haciendo en los 60 temas que Cole Porter había grabado en los 40, y luego Keith Jarret haciendo lo mismo en los 70. La música de baile tiene el mismo enfoque: no hay versiones definitivas, y esa cualidad progresiva me perece muy interesante.

 

Recientemente se publicaba aquí Paciente, tu biografía en la que narras tu traumática experiencia tras sufrir aquella extraña enfermedad. ¿Por qué decidiste escribir sobre un período tan doloroso de tu vida?

          – Recordar lo que sufrí hace siete años fue una especie de terapia. Estuve muy cerca de la muerte, y eso cambió mi actitud frente a la vida. Me volvió más introspectivo, me costaba relacionarme con mis amigos y mi familia. Así que empecé a escribir en mi propio beneficio, para intentar sacar lo que me comía por dentro. A medida que lo hacía me sentía mejor, así que seguí. Cuando acabé, le mostré la historia a un par de personas que me animaron a publicarla.

 

Lleváis juntos desde el 82. ¿Es difícil combinar lo sentimental y lo profesional?

          – En realidad, no, aunque la gente siempre se pregunta eso. Para otros quizá sería terrible, pero no para nosotros. Trabajo en solitario muchas horas en el estudio, me dedico a la música todo el tiempo, pero Tracey es muy distinta: a ella sólo le gusta entrar ocasionalmente… Pero es una editora fantástica. Aporta su sensibilidad y sabe discriminar muy rápido lo que le gusta y lo que no. Esa capacidad de concreción es fundamental para mí; confío ciegamente en su juicio. Creo que hemos encontrado un equilibrio perfecto.

Xavier Valiño

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