THE LAST BLACK MAN IN SAN FRANCISCO

The Last Black Man in San Francisco

Joe Talbot (A24)

 

 

“Para odiarla, antes deberías amarla”. Eso le dice el personaje principal, un joven negro, a dos chicas blancas que se cruza hablando en el bus. No se refiere a una persona, sino a San Francisco, del que las dos mujeres aseguran que quieren escapar para volver a Los Ángeles, sin haber encontrado en Frisco lo que iban buscando.

 

Tal vez el quiz de la cuestión esté en haber mamado la ciudad desde la infancia, como los dos protagonistas de esta cinta, uno que se mueve por sus calles en monopatín y su amigo. Su especial devoción por una casa que, dicen, construyó el abuelo del primero hace 80 años, y en la que les gustaría ubicar su particular ‘hogar’, es la excusa del debutante Joe Talbot para escribir una bella carta de amor a su ciudad y a las cosas que perdemos o no nos pertenecen, retratando esos barrios de casas señoriales que la caracterizan, sus empinadas cuestas con sus tranvías e, incluso, la bahía en la escena final.

 

Podría ser una cinta más con esa intención pero lo que la separa del resto son las formas, una caligrafía atípica en el cine, aunque antes transitada por -sin ir más lejos- Spike Lee, con sus cortes, las imágenes ralentizadas, personajes alejados de los estereotipos y unos diálogos un tanto extravagantes. La versión del clásico “San Francisco (Be Sure to Wear Flowers in Your Hair)” a cargo del propio director junto a Emile Mosseri cerca del final eleva esta extraña y evocadora película a un clímax emocional sin parangón en el cine reciente.

 

 

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