SIN MOVIMIENTOS BRUSCOS

Sin movimientos bruscos

Steven Soderbergh (HBO)

 

 

Desde su debut con Sexo, mentiras y cintas de vídeo (1988), Steven Soderberg ha dejado claro que le gusta saltar de un género a otro, y en buena parte de ellos se siente muy cómodo. Sin movimientos bruscos se mueve en la senda de otro filme suyo, Un romance muy peligroso (1998), y en ella el dinero se convierte en el motivo que mueve la trama, como sucedía en la saga que inició Ocean’s Eleven (2001) o en la reciente The Laundromat: dinero sucio (2019).

 

Sin movimientos bruscos le permite al director deleitarse en su amor por la comedia negra, los criminales de baja estopa, la ambientación de época (aquí el Detroit de 1954) y las películas cargadas de estrellas (Don Cheadle, Benicio del Toro, Jon Hamm, Matt Damon, Brendan Fraser o Ray Liotta en esta ocasión), en una historia donde, como era previsible, los potentados siempre se saldrán con la suya, bien respaldados por las instituciones y la fuerzas de seguridad al servicio del sistema.

 

En sus últimos diez minutos, la trama escrita por Ed Solomon busca una mayor trascendencia en su argumento, al entrar en juego conspiraciones engañosas de fabricantes de automóviles y la especulación urbanística, aunque lo verdaderamente fascinante en este thriller se encuentra antes, al lado de los perdedores, en sus arrebatos de codicia, arrogancia y venganza.

 

 

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