RED BEARD

Red Beard, carretera hacia el Sur

Son ya tres discos. Los dos primeros, los volúmenes 1 y 2 de Nobody’s Gonna Bring Me Down, los descubrieron como uno de los mejores adalides del country-folk estatal. En esa línea incidieron en All or Nothing, aunque ya se apreciaba un cierto acercamiento al rock sureño que se acaba de confirmar totalmente en su cuarto álbum recién editado, Dakota, editado por la multinacional Peermusic. Hablamos con su factótum, Jaime Jiménez Fleitas, poco antes de iniciar su nueva gira que lo llevará de nuevo por Europa y Estados Unidos, y quien empieza comentándonos que está ya pensando en la maquetación de su quinto trabajo.

¿Cuándo te empezó a interesar la música de raíces norteamericana?

          – A mí me interesa desde la adolescencia y siempre fui considerado por ello el bicho raro. En casa siempre hubo discos de soul, de Johnny Cash, todo música anglosajona, nada hispano ni latino, así que eso es lo que escuchaba desde pequeño.

Hasta ahora habíais editado tres discos que han tenido bastante repercusión.

          – La acogida ha sido muy buena desde el inicio, siempre creciendo, nunca un paso atrás. Cada disco ha significado la apertura de nuevas puertas, nuevos horizontes, nuevas metas, nuevo público, nuevas ilusiones… Lo que siempre he querido es seguir experimentando y poder sacar las ideas que tengo en la cabeza.

¿De dónde te han llegado los mayores elogios?

          – Buf, son muchísimos, qué complicado… En casa tengo carpetas y carpetas con recortes de prensa recopilados. Los medios, tanto nacionales como extranjeros, se han portado muy bien conmigo y me considero muy afortunado. No obstante, me voy a quedar con el público. Los seguidores siempre han tenido buenas palabras, respeto, nos han acogido muy bien… Una de las cosas de las que más orgulloso estoy es del público que tenemos, fiel, y que es el que me interesa, de cierta edad, aunque también hay gente joven, con un nivel cultural bastante alto y que entiende esta música y aprecia y valora lo que estamos haciendo. Así que elijo el comodín del público, ja, ja. Recuerdo, por ejemplo, una persona que se acercó en una ocasión al puesto de merchandising y, de repente, sacó un libro. Era escritora, me citaba en el libro y había puesto de título a uno de sus capítulos Nobody’s Gonna Bring Me Down, como nuestros dos primeros discos. Es, en concreto, Elizabeth Hernández Alvarado y su libro, Pensando a gritos.

Hablas de la gente de cierta edad. ¿Hay posibilidad de llegar a las nuevas generaciones haciendo rock?

          – Voy a ser el tipo raro que dice que el rock no está muerto. Hay gente joven que acude a nuestros conciertos. Recuerdo especialmente un concierto en Bilbao donde había chavales muy jovencitos en primera fila, que disfrutaron con el concierto y que acabaron comprando después discos y camisetas. Al día siguiente tocábamos en otra ciudad y aparecieron con sus padres, con los tíos… ¡Fue la leche! A mí me gusta analizar la industria y conocer dónde me muevo, y creo que esto es una tendencia que va a volver, que está volviendo con fuerza. Si las compañías grandes, que no se cogen los dedos, fichan a grupos como Greta Van Fleet, que son unos chavales y que consiguen vender todas las entradas en sus conciertos, eso indica ya todo un síntoma.

All or Nothing era un disco de transición entre vuestro sonido del principio y el rock sureño de ahora, algo que se completa definitivamente en este nuevo disco, Dakota. ¿Se debe en parte a las giras y a contar con una banda?

– Siempre tuve en mente este sonido, pero no era el momento entonces. Se puede decir que he estado haciendo mi propio estudio de mercado, sabiendo lo que quería en cada momento, y este giro lo tenía bien pensado, sabía que iba a llegar aquí. Cada cosa tiene su momento y su lugar, no me gusta correr. Ahora era el momento: he tenido una hija, Dakota, que me cambió la vida, firmé un contrato con una multinacional y decidí que tenía que dar por fin ese giro.   

¿Cómo llega el contacto con Peermusic?

          – La compañía fue la primera editorial del mundo, fundada por Ralph S. Peer en 1928. Peermusic es una multinacional que está en casi todo el mundo y que tiene los derechos de las canciones de bandas como Creedence Clearwater Revival o, incluso, Lynyrd Skynyrd. El contacto llegó a través de Manolo Fernández, del programa Toma 1, de Radio 3, que un día me llamó y me dijo que el director de la multinacional para España, Portugal y Latinoamérica, Rafa Aguilar, era muy fan nuestro. Me puso en contacto con él, me fui a Madrid a una reunión… y hasta aquí. Por ahora todo ha ido muy bien, así que se lo debo agradecer a ambos. 

¿De qué aspecto de la grabación has quedado más contento? ¿Es una producción tuya?

          – Peermusic nos abrió las puertas y la compañía puso más medios. Yo quería colaborar con músicos de Estados Unidos y grabar con gente de Nashville. Nos apoyaron para ir a terminar el disco a Texas y para trabajar con el equipo de Peermusic en Nashville, entre ellos con el productor Michael Nox, que ha sido premiado con varios Grammys, quien nos facilitó el contacto con músicos de su equipo y de su entorno. Aunque las canciones estaban más o menos completas, a un 80%, digamos, estos músicos remataron las canciones en algunos casos, con algún detalle en las letras o algún arreglo, por eso aparecen acreditados como coautores. La mezcla y la producción sí que es un trabajo mío en mi estudio.

El disco se abre con “A Place to Settle Down” y yo ahí veo un homenaje claro a Lynyrd Skynyrd y, en concreto, a “Sweet Home Alabama”.

          – Sí, es clarísimo, no hay ninguna duda, no lo voy a esconder. Es una canción mía, con una armonía diferente, pero estuve rompiéndome la cabeza para hacer un tema que recordase a eso sin ser eso.

En el disco encuentro boogie rock en “Nowhere Road”, algo más cercano a los Stones en “The Devil Showed up with a Better Deal”, desarrollos más pesados en “Crank It Up”,  más pop y honky-tonk en “Begging for More”…

          – Efectivamente. Por ejemplo, en “Begging for More” queríamos darle un puntito más comercial. Y hay otras canciones que tienen influencias de otras cosas, sí. No todo tenía que ser rock sureño estrictamente, aunque digamos que ese es el hilo conductor. Al final, el rock’n’roll es un idioma universal y nadie es dueño de la palabra.  Y, en cuanto a las letras, este es el álbum más positivo de todos los que he grabado hasta ahora. Los textos recogen más ilusión.

Recuerdo canciones de discos anteriores que abrían nuevas vías. Por ejemplo, “The Fence” abría una posibilidad de evolucionar hacia el spaguetti western. ¿Ha quedado aparcado?

          – Sí, está aparcado temporalmente, pero vamos a intentar recuperar algo en los próximos discos. No va a ser un disco entero así, que no lo vemos, pero sí que añadiremos detalles en esa dirección. A mí me apetecía el cambio radical ahora con Dakota y luego ya veremos cómo vamos asentándolo todo y cómo recuperamos eso.

Es curioso que, siendo una banda radicada y nacida en Canarias, de las que le cuesta dar el salto a la Península si no se va a vivir allí, hayáis llegado a dar el salto a Europa y a los Estados Unidos, algo prácticamente inédito hasta ahora, si no nos retrotraemos a los tiempos de Los Canarios.

          – Esto es fácil: trabajo, trabajo, trabajo, trabajo… No queda otra. Cuando ves una entrevista y la buena cara, no sabes de las lágrimas y otras cosas que se quedan por el camino. Hay puertas que se cierran y otras que se abren. También es cuestión de lo que busca cada uno. Te voy a contar una anécdota que puede servir para situarnos: un día me llama mi mánager a una hora intempestiva diciéndome que el día anterior se había reunido el equipo de un festival de los grandes en España y que todos habían decidido por unanimidad contar con nosotros y, además, como cabeza de cartel. Además, nos decían que si teníamos la fecha ocupada nos pagaban el doble (algo que no aceptaría porque respeto los compromisos adquiridos). Le dije que con que hiciesen caso a las condiciones que ponemos para un concierto, estaba bien, y que daba igual ser cabeza de cartel. Al día siguiente me llama compungida porque no íbamos a ser cabeza de cartel y me contó, medio avergonzada, que la razón es que el festival había descubierto que éramos un grupo español. No es la primera vez que nos pasa algo así. Al final no acepté el concierto por orgullo. Nos valoran mucho fuera y, sin embargo, aquí nos suceden estas cosas.

Hace poco finalizó la gira Trinidad Tour, con The Milkyway Express y The Soul Jacket. Me imagino que habrá sido algo muy especial.

          – Los dos grupos tienen un nivelazo increíble, suenan muy bien y son muy profesionales. La gira fue idea de Charly, el cantante de The Milkyway Express. Decir que la experiencia con ellos fue maravillosa es quedarme corto. Yo lo repetiría una y mil veces. Además, las tres bandas nos complementamos perfectamente. Son tres estilos diferentes pero con el mismo hilo conductor.

Supongo que os habéis encontrado habitualmente tocando para gente que no os conoce. ¿Es distinto que cuando se trata de gente que ha ido a veros a vosotros? Me imagino que la satisfacción será mayor cuando os ganáis a los primeros.

          – Sí, nos sucedió por ejemplo en el Festival de Blues de Cazorla, al que llevábamos años queriendo ir. Al final nos reconocieron como la banda revelación, después de conseguir poner a botar a 7.000 personas. Tanto es así que luego hicieron el vídeo oficial del festival y decidieron utilizar una canción nuestra. Nos llena de orgullo y nos encanta comprobar la reacción de la gente a nuestra música en estos casos. Y sorprende a veces cuando te ven hablar en español desde el escenario, porque piensan que somos extranjeros.

¿Has dejado la publicidad? ¿Es difícil vivir de la música? ¿Logras compaginar tu carrera con la vida familiar?

          – Sí, lo he dejado. Es complicado, como cualquier negocio. Esto no es nada diferente a montar una empresa, a ser autónomo. Hay días de alegría, días de bajón, hay días que te sorprende haber conseguido una meta, otros que la ves muy lejos… Es como lo que le sucede a cualquier emprendedor. Cada negocio tiene sus peculiaridades, claro, y así es con la música. Con la familia sí que es duro irse de casa, y más ahora que tengo una niña pequeña. Mañana, por ejemplo, me marcho un mes fuera, pero cuando decidí dedicarme a esto acepté el pack completo.

No sé si Red Beard se ha ideo construyendo por el camino o tenías las cosas claras desde un principio.

          – Algunas sí, otras se fueron construyendo a base de ensayo-error. Yo he aprendido mucho, y lo cierto es que al principio tuve una figura muy importante para mí, Juan Salán, promotor aquí en Canarias y que conoce bien el negocio, quien me ayudó y me enseñó muchísimo, más de lo que él cree, por lo que le estaré eternamente agradecido. Por ejemplo, el giro hacia el rock sureño ya estaba pensado tiempo atrás y, aun así, decidimos mantener el anterior formato un tiempo antes de hacerlo.

En un primer momento, rodaste bastante las canciones en directo antes de grabarlas. Hoy es al revés. ¿Cómo te sientes mejor?

          – Me siento igual de cómodo con las dos. En ese sentido, me dejo llevar bastante, no soy muy cerrado. Igual nos aparece una canción de repente en el estudio y la estrenamos al día siguiente en un concierto al final, inesperadamente. No soy mucho de darle muchas vueltas ni de mantener el misterio, ni tengo tampoco la fama como para generar algo así.

Tú eres quien lleva las riendas del proyecto e implicas en ello al resto de los músicos. Hay mucha gente que dice que en los grupos una dictadura benévola es la mejor forma de llevar un grupo.

          – Evidentemente, soy la cabeza de este proyecto, pero sí me gusta no ser completamente dictatorial si voy a tener un equipo de trabajo. Hay que escuchar a tus colaboradores. Yo pongo las pautas encima de la mesa y entre todos decidimos y las desarrollamos. Pero sí es cierto que con muchas personas opinando es muy complicado gestionar algo. Por eso se disuelven muchas bandas, es una historia que he escuchado bastantes veces y que se repite una y otra vez. Cada uno quiere remar para un lado y al final la barca se termina hundiendo. Por eso es mejor que alguien tenga la visión y se encargue de implicar a los demás en llevarla a buen puerto.

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